Opinión | MACONDO EN EL RETROVISOR

Trapos sucios

Que el entonces Jefe del Estado utilizara cualquier cantidad de dinero público, sea la que fuera, para cubrir sus indiscreciones, devaneos o relaciones extramatrimoniales es una impudicia que hace palidecer los 'pecadillos’ de Letizia en sus años universitarios

El beso de la polémica / EPE

Todos tenemos un pasado. Un tiempo en el que éramos muy jóvenes, y nos creíamos por encima del bien y del mal, en el que no siempre nos reconocemos. Y que nos escuece, cuando alguien lo trae a colación. Aunque por lo menos tenemos la ventaja de que no suele suceder en un programa de televisión y en horario de máxima audiencia. La semana pasada una señora que acudió como público a La Revuelta, el espacio que presenta David Broncano en la Primera de TVE, decidió tener su minuto de gloria a costa de contar cuatro tontás sobre la reina Letizia, que había sido su compañera de carrera y de alguna que otra juerga en Madrid.

Lo que desveló fueron puras chorradas: que era muy guapa, lista y aplicada. Que le gustaba salir de marcha y bebía calimocho y cerveza, porque era lo que le permitía su precaria economía de estudiante. Que no tenía intención de casarse y que se consideraba muy de izquierdas. Ah, y otro detalle importante, que viendo un mitin de cierre de campaña de José María Aznar, se emborrachó con sus amigos.

Una radiografía más que genérica, que podría encajar perfectamente con los años de universidad de cualquier joven de aquella época, y que sin embargo, ha servido para cebar titulares absurdos en medios y redes sociales, mencionando "secretos" o "curiosidades", más encaminadas al ‘clickbait’ que a exponer una primicia.

Nada de lo desvelado es digno de considerarse escandaloso o de parar las rotativas, por eso mismo se emitió y no se censuró por parte del ente público. Aunque nunca sabremos si fue porque no se le dio importancia, o para compensar que esa misma semana a la familia real le esperaba una nueva entrega de los fantasmas del pasado del rey emérito, con mucha más chicha.

La revista holandesa Privé publicó unas fotos suyas besando a Bárbara Rey. Confirmando así la leyenda urbana, que desde hace años es más bien un secreto a voces, de que ambos tuvieron una relación sentimental, cuando el monarca estaba todavía casado con su mujer, la reina Sofía.

Las instantáneas, han sido vendidas por el hijo de la vedette, Ángel Cristo, autor de las mismas, al parecer por órdenes de su madre, cuando tenía sólo 13 años. Y según ha trascendido ahora, forman parte del material con el que se le habría hecho chantaje a la Corona durante años, y que, presuntamente, se habría pagado con dinero de los llamados fondos reservados del Estado, para evitar un escándalo.

Las cifras que se manejan son más exorbitadas aún cuando se ponen en el contexto de la economía de la época. Se ha hablado de un pago de 25 millones de pesetas, en el año 1994, y de la negociación de hasta 600 millones, tres años después. Con un adelanto de 100 en el 97, y de 50 millones anuales, pagados en mensualidades en la década posterior.

Que el entonces Jefe del Estado utilizara cualquier cantidad de dinero público, sea la que fuera, para cubrir sus indiscreciones, devaneos o relaciones extramatrimoniales es una impudicia que hace palidecer los pecadillos de Letizia en sus años universitarios. Y, por supuesto, sobrepasa la categoría de ‘trapos sucios’, de esos que sólo conciernen a la índole privada y por tanto deben lavarse en casa.

Habrá quien piense que remover el pasado sirve de poco y que es difícil juzgar ciertos comportamientos tantos años después, porque siempre nos van a faltar datos o contexto, histórico y social, y sin embargo, es importante que quede claro que los actos tienen consecuencias y que nadie debería estar por encima de la ley.

Sé que es ingenuo pretender que en ciertas esferas se respetan las normas que se nos aplican al resto de los mortales, pero lo mínimo que deberíamos exigir los ciudadanos a las autoridades es que por lo menos lo parezca. No es de recibo que Juan Carlos I ande estos días de visita en Galicia, como si con él no fuera la cosa, mientras todos los medios hablan del asunto y su gravedad.

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Más irónico es todavía que hace poco haya anunciado que va a publicar sus memorias, porque tiene la sensación de que le están "robando" su historia. El tiempo, sin duda, pondrá en su lugar la figura de este monarca que tuvo, indudablemente muchas luces, y un lugar determinante en la transición de una España rota, pero eso no quita para cuestionar y afear sus sombras. En programas de televisión, pero preferiblemente, también en los juzgados.

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