Opinión | El LÁPIZ DE LA LUNA

La genialidad está infravalorada

Soy fan de ese humor inteligente que sabe sacarle punta a la cotidianidad

Andreu Buenafuente. / TV3

¿A ustedes les gusta que les hagan reír? Porque a mí me encanta. No hay nada que valore más en una persona que su capacidad para sacarme una carcajada. Pero no me gusta cualquier tipo de humor. Rechazo esas bromas casposas o que utilizan la vulnerabilidad ajena para echarse unas risas. Sin embargo, soy fan de ese humor inteligente que sabe sacarle punta a la cotidianidad. Quizá mi fascinación se deba a que nunca me he considerado graciosa. Puede que divertida, pero no graciosa. Jamás he sido capaz de contar un chiste a la primera y tengo el sentido del ridículo a flor de piel. Por eso me rodeo de gente jovial.

El 23 de diciembre del 2021 el programa de Andreu Buenafuente, 'Late Motiv', puso punto final a siete temporadas. Recuerdo con especial cariño los meses del confinamiento en los que el equipo de Buenafuente se reinventó -un poco como cada uno de nosotros- y continuaron la retransmisión desde sus casas. Fue curioso cómo la audiencia se sintió más cerca de esas «estrellas de la tele» al verlos fuera de plató, con el salón o la cocina de fondo, sin maquillaje y con los pelos de aquella manera. Mis secciones favoritas eran el monólogo de Andreu con el que abría el programa, el consultorio de Berto Romero, el análisis de las portadas de las revistas del corazón con Bob Pop o 'Hablar es bien' de Javier Coronas.

Me entristecí mucho con la marcha de Buenafuente de Movistar. Algunos de sus colaboradores continuaron su andadura televisiva: Coronas siguió dirigiendo Ilustres ignorantes y Romero comenzó su consultorio por libre. Pero el pasado martes ocurrió algo que, a mí por lo menos, me llenó de ilusión. Se invirtieron los papeles y fue Romero quien invitó a Buenafuente a participar en su espectáculo. ¡Qué grandes son! Es fascinante ver cómo dos personas hablando de lo humano y de lo divino pueden hacernos tan felices. Sin mayores pretensiones que las de hacernos reír. Reconociendo con humor y un punto de ternura los defectos de cada uno, se marcaron un programa brillante lejos del sensacionalismo.

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Creo que la genialidad está infravalorada. Que nos han enseñado a poner el foco en el drama y no en la creatividad, tal vez porque es mejor tenernos preocupados, tristes o ansiosos que serenos, felices y adaptables. Con esto no quiero decir que si estamos viviendo una situación compleja en nuestra vida tengamos que ignorar el dolor bajo una falsa alegría. Obvio que no. Solo me pregunto, en demasiadas ocasiones, qué sería de nosotros si nos hubiesen enseñado a ver con más perspectiva, desde la aceptación y la búsqueda de soluciones, nuestra vida. Desde hace unos años ha cobrado especial interés en psicología la «Terapia Breve Centrada en Soluciones (TBCS)» con la que se trabaja activamente descubriendo las destrezas del paciente para hallar soluciones a todo eso que se nos hace bola. Cada vez tengo más claro que el humor es medicinal. Yo lo tomo a diario en pequeñas dosis. Muchas veces las cosas que me suceden no tienen ni pizca de gracia, cierto; en cambio, cuando lo veo con objetividad me doy cuenta de que la sonrisa y el dolor no combinan tan mal.

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