Opinión | EL LÁPIZ DE LA LUNA

Los tiempos, por suerte, cambian

Existir sometidos al trabajo también desencadena ansiedad, estrés e insomnio

Camarero / Pexels

Cuando era joven y me incorporé al mundo laboral, no sabía que tenía integrado en el ADN la creencia de que el trabajo era sinónimo de aguante y supervivencia. De echarle horas, conformarte con el sueldo, por precario que fuera, y acatar las órdenes del jefe, aunque se apellidara Imbécil. Al menos tenías trabajo y, como ya habían hecho nuestros padres, tocaba sacrificarse. Tener trabajo e independencia económica es imprescindible para tener un equilibrio emocional en nuestra vida, pues muchas sintomatologías ansiosas o depresivas vienen generadas por problemas económicos.

Imagínese usted lo duro que es no saber si va a poder pagar todas las facturas o darle de comer a sus hijos. Existir sometidos al trabajo también desencadena ansiedad, estrés e insomnio. Me acuerdo cuando mi abuela, con el lomo ya partido de años y años en la brega, me decía: "Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar". Qué tarde se dio cuenta de ello la santa mujer. Poco a poco, con la experiencia ganada y la paciencia perdida, uno ya no aguanta cualquier cosa en el trabajo.

Aprende a poner límites y a reconocer su valía como empleado y como persona. Porque, ¿de qué te vale tener 1.500 euros (si llegas a eso) en la cuenta el día uno de cada mes si trabajas 14 horas al día? Así entras en la rueda del hámster que gira, gira y gira y solo se para cuando enfermas o cuando la vida te da tremendo bofetón que te vira del revés. Dejas de hacer deporte, de quedar con los amigos, de tener tiempo para ti, en resumen, de vivir. Yo creía que esa forma de entender el oficio la habían superado los jóvenes que están ahora adentrándose en el mercado laboral.

Sin embargo, Ángel Pardo, uno de los directivos de Michelin, declaró en una entrevista: "Con 24 años no se concilia nada. Si se pueden echar 12 horas, mejor que ocho. Y si se puede, 14, porque es la forma de aprender". Y digo yo, ¿qué se puede aprender en 12 horas que no se aprenda en ocho? ¿Qué elemento divino marca la diferencia de esas cuatro horas? Un cerebro cansado aprende mucho más despacio que un cerebro reposado. Y una persona feliz, alguien que tiene un equilibrio en su vida entre el trabajo, el ocio, la familia y el deporte será más competente que una persona cuya existencia se reduce a ir del trabajo a casa y de casa al trabajo.

Estamos en una época en la que se habla mucho de salud mental y de cómo cuidarla, en cambio, se sigue actuando bajo el yugo de viejos patrones que llevaban a las personas a enfermar. Un poco contradictorio e hipócrita todo, ¿no les parece? Entre algunos empresarios, no todos, hay una creencia acerca de que, si sus trabajadores están muy cómodos en el oficio, se relajarán y cundirán menos.

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A ver, gandules y espabilados hay en todos sitios. Lo que creo que se debería hacer es premiar a los eficientes y sancionar a los irresponsables, no que paguen justos por pecadores. Dado que, así como no se premia a toda la plantilla cuando hay un profesional que da el cien por cien en la empresa, tampoco se debe explotar a todo el equipo porque haya uno que no cumple con sus obligaciones. A los 24 años sí se debe conciliar, como a los 30, a los 40 y a los 50. Que aprender, no lo olvidemos, estamos aprendiendo toda la vida.

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