Opinión | CRÓNICAS GALANTES

Vinos, cañas y coches

España se sitúa ahora mismo en la misma línea que la mayoría de Europa, incluyendo a Francia, Alemania o Italia

Personas tomando cerveza / Pexels

Decidido a mejorar la conducta de quienes conducen, el Gobierno planea la reducción de la actual tasa máxima de 0,25 miligramos de alcohol en soplido a solo un 0,10. Bastará una cerveza o un vaso generoso de vino para coronarse con una multa de al menos 500 euros. Mejor no beber nada.

Podría ser aún peor, desde el punto de vista de los bebedores. Cuatro países de Europa limitan ya la ingesta de morapio al nivel que el Gobierno se dispone a adoptar en España. Y hay otros cuatro, todos ellos del Este, que multan directamente a quienes beban antes de ponerse al volante, aunque solo sea una clarita de cerveza y gaseosa.

España se sitúa ahora mismo en la misma línea que la mayoría de Europa, incluyendo a Francia, Alemania o Italia. Lógicamente, la excepción es el Reino Unido, que siempre suele ir por libre y en este caso ofrece una mayor permisividad legal a quienes empinen el codo.

"Bastará una cerveza o un vaso generoso de vino para coronarse con una multa. Mejor no beber nada"

La medida anunciada por el Gobierno es sin duda oportuna y conveniente para la seguridad del tráfico, por más que choque con los hábitos de España, donde la bebida engrasa la charla y favorece la socialización.

Expresiones tan habituales aquí como la de tomar los vinos o la de ir de cañas son de difícil traducción a otros idiomas. No por falta de palabras, sino de costumbres. Probablemente sería difícil encontrar en otros países el concepto de “calle de los vinos”, que entre los españoles es de uso común.

Tan establecido está el hábito que hasta las empresas de demoscopia suelen preguntar de vez en cuando al personal sobre sus celebridades favoritas a la hora de compartir un vino o una cerveza.

La última encuesta sitúa a Penélope Cruz, Antonio Banderas, Rafa Nadal y Carlos Alcaraz como los elegidos. En Madrid optaron por Isabel Díaz Ayuso, lo que parece lógico en política tan cañera; y en Navarra, por Pedro Sánchez.

No suelen ser políticos, sin embargo, los preferidos por la población para alternar en los bares. Es natural. Acostumbrados como están los mandamases a vivir gratis total y viajar de gorra, quizá los ciudadanos teman que los miembros de ese gremio no paguen una sola ronda a quien insista, temerariamente, en tomarse unas cañas con ellos.

Habrá quien se malicie que ese desdén de la población bebedora haya influido en los planes de rebajar hasta casi cero la tasa de alcohol al volante que el Gobierno acaba de anunciar. Tampoco hay motivo para malpensar así.

Solo los más inconscientes negarán que si el alcohol es malo para la salud del peatón, mucho peor será para la de los conductores que llevan en sus manos una tonelada de metal rodante. Seguramente el Gobierno ha tomado nota del vínculo entre la ebriedad y los accidentes para actuar en consecuencia, sin más.

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Queda por saber, si acaso, cómo se compaginará el hábito social de los vinos y cañas con los nuevos límites de alcohol al volante. Ocurría lo mismo con la prohibición del tabaco en los bares y, al final, no pasó nada. Lo bueno de los hábitos es que se pueden cambiar.

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