Opinión | CRÓNICAS GALANTES

Móntese su propia playa

En Galicia somos muy amantes de los marcos que delimitan las fincas, aunque lo de privatizar las playas para uso familiar ya parece un poco exagerado

Varias personas disfrutan de la playa de Samil con sus "cortavientos". / Alba Villar

Samil se hizo famosa hace cuarenta años gracias a un rock ochentero de Siniestro Total en el que el grupo vigués cantaba al vitrasa, a las olas y a los horteras con transistor. Ahora son las redes socialeslas que han devuelto su minuto de gloria a la playa con un video sobre la concentración parcelaria a la que la someten algunos bañistas. No pasa nada. El caso es que hablen de uno, aunque sea bien.

Aquí en Galicia somos muy amantes de los marcos que delimitan las fincas, aunque lo de privatizar las playas para uso familiar ya parece un poco exagerado. Más o menos es lo que han hecho algunos veraneantes –tal vez nativos– al acotar una ancha zona del arenal mediante paravientos. Y hale, hop, ya tenemos nuestra leira playera.

Lógicamente, los demás usuarios de la playa se han quejado por esta expropiación de la arena que es de todos. La ley establece el acceso público a los arenales, con lo que no parece probable que esta corriente privatizadora vaya a prosperar. Es de suponer que todo quede en una anécdota agosteña.

Mucho antes que esos emprendedores bañistas, los gobernantes se habían ocupado ya de parcelar, a su manera, las playas, mediante el uso y abuso de los paseos marítimos. En el caso de Samil, un suponer, la autoridad competente no dudó siquiera en cargarse sus dunas a cambio de llenarla de hormigón y baldosa. No es el único caso, naturalmente; aunque sí uno de los más notables.

Lo que hacen estos días algunos particulares no es sino la traslación a las playas de ciertos hábitos parcelarios que caracterizaron a la construcción en España. Desde los años setenta para acá, fue gente con traje (pero no de baño) la que descubrió la utilidad del terreno en las ciudades a efectos de hacer negocio: ya fuese por sí sola o en compañía de algunos alcaldes y concejales de Urbanismo.

Cada promotor delimitaba su parcelita y, a menudo sin planificación previa, allí crecían pisos como hongos. No era infrecuente que las torres de edificios acabasen por tapar minuciosamente la vista del mar en ciudades de ancha bahía como Vigo. En tiempos del desarrollismo valía casi todo.

No va a suceder lo mismo con los módicos intentos de privatización de las playas que durante los últimos días han popularizado a la de Samil en TikTok y otras redes videográficas de internet. La apropiación del arenal con los paravientos a modo de lindes es de carácter efímero y, a lo sumo, daría para montar un camping. Nada que las autoridades locales no puedan controlar.

Todo lo malo será que el hábito se consolide y los privatizadores de playas traten de rentabilizar su parcela alquilándosela a otros bañistas cuando el arenal esté al completo.

Es de esperar, en fin, que el ejemplo no cunda, una vez que las redes lo han propagado urbi et orbi. Sería un verdadero problema para Galicia, que con sus más de 860 playas es el reino autónomo que mayor número de arenales cuenta en España.

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