Opinión | CRÓNICAS GALANTES

El trabajo es malo para la salud

Lo propio del caso sería colocar a la entrada de fábricas y oficinas avisos en los que se advirtiese que “El trabajo mata” o “El trabajo causa hernias”

Un empleado trabaja en remoto desde su domicilio. / R. Acosta| Eduardo Parra

Quien retrase un año su jubilación aumenta el riesgo de morir antes de los setenta, según un estudio publicado estos días en España. Como si eso fuera novedad. La investigación de Fedea –que así se llama la Fundación autora del estudio– no hace sino confirmar que el trabajo mata o, cuando menos, es malo para la salud.

Esto ya lo sabían los japoneses, que hasta han ideado una palabra específica para definir la muerte por exceso de faena. Llaman “karoshi” a la desmedida pasión por el trabajo que causa alrededor de mil muertos al año en el imperio del sol naciente. Es una variante algo más lenta pero igualmente letal del haraquiri.

Lo curioso es que los nipones gozan de la más alta tasa de longevidad en el mundo, dato que en apariencia refuta las conclusiones del antecitado informe. Trabajan como chinos y, a pesar de ello, viven más tiempo que nadie.

Prueba de ello es que un ministro de Economía, Taro Aso, urgió hace diez años a los ancianos japoneses para que se murieran cuanto antes, a fin de aliviar los gastos en pensiones y sanidad del país. El tal Aso sigue en activo a los 82 años, lo que resta seriedad a su macabra recomendación.

También España figura en el Top 5 de los países con mayor esperanza de vida entre todos los del mundo; si bien en este caso nadie nos acusa de matarnos a trabajar. Bien al contrario, Paul Lafargue, yerno de Carlos Marx, ponía a los españoles como ejemplo de vagancia en su tratado sobre "El derecho a la pereza", en el que condenaba la “pasión extravagante por el trabajo” de los obreros de su época.

Lafargue sostenía que el trabajo es una depravación que causa la decadencia física y espiritual del ser humano. Para chinchar aún más a su suegro agregaba que la poca faena mejora la salud y hasta la prestancia de quienes la practican sin complejos. No fue el único en advertir sobre los peligros del exceso de labor.

Los cronistas del Antiguo Testamento ya describían el Edén como un jardín en el que nadie daba palo al agua

Mucho antes que él, los cronistas del Antiguo Testamento describían ya el Edén como un jardín lleno de rentistas en el que nadie daba palo al agua. De ese idílico lugar fuimos expulsados a causa de cierta travesura perpetrada por Adán y Eva; y desde entonces penamos sus infortunados descendientes la condena a ganarnos el pan sudando la gota gorda.

A estas autorizadas opiniones bíblicas y libertarias podría sumarse ahora la de los investigadores españoles. El informe del que tanto se habla estos días sugiere que la demora en la jubilación –aunque sea solo un año– incrementa significativamente las posibilidades de morir antes de lo previsto.

Sus autores se basan en datos de la Seguridad Social para llegar a tan alarmante conclusión, lo que choca, paradójicamente, con la tendencia de ese organismo a alargar la edad de retiro, que pronto quedará fijada en los 67 años, salvo excepciones.

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Lo propio del caso sería colocar a la entrada de fábricas y oficinas avisos en los que se advirtiese que “El trabajo mata” o “El trabajo causa hernias”, al modo de los que figuran en los paquetes de tabaco. Mucho es de temer, sin embargo, que predomine la vieja idea de que el trabajo es salud. Que se lo pregunten a los japoneses.

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