Opinión | CRÓNICAS GALANTES
La Navidad ya está madura
Lo de Maduro obedece más bien a cierta tendencia al caudillaje que los países iberoamericanos heredaron de su metrópoli
EE.UU. confisca el avión oficial de Maduro por las sanciones que pesan contra Venezuela
Ignorando que todo el año es Navidad, el presidente de Venezuela acaba de adelantar al 1 de octubre la fiesta del nacimiento de Jesús.
No se trata de que Nicolás Maduro quiera enmendarle sus calendarios a la Iglesia. En realidad, el líder bolivariano es un cristiano devoto que no hace mucho atribuyó la crucifixión de Jesucristo al cruel Imperio español. Simplemente, los estadistas con más tronío, como es su caso, tienden a decretar estos cambios, a veces sorprendentes, para hacer ver al pueblo quién es el que manda.
El caso de Maduro –que en verdad es un caso– no difiere gran cosa de lo que suelen hacer otros colegas suyos en el ramo de la autocracia. Sus críticos se malician que ha adelantado la Navidad con el propósito de repartir jamones y otros aguinaldos entre la población, ahora que una conjura judeo-masónica internacional cuestiona su victoria en las últimas elecciones. Pero qué va.
Todavía hoy algunos caudillos de tierra caliente siguen ganando las elecciones por lo civil o lo criminal
La costumbre de resolverlo todo por decreto –y no solo la Navidad– es lo que caracteriza precisamente a los gobernantes expeditivos y desprovistos de complejos.
Mucho antes que Maduro, el lamentablemente fallecido dictador de Turkmenistán, Saparmurat Nizayov, recurrió también a la fórmula del decreto-ley para prohibir las enfermedades infecciosas en su país. No es seguro que las bacterias y virus acatasen el edicto presidencial, pero ya se sabe que la intención es lo que importa.
A Nizayov lo sucedió su dentista, Gurbanguly Berdimuhamedow, que de inmediato prohibió llevar barba y teñirse el pelo a sus votantes (el 97% del censo), además de vetar los coches de color “oscuro” porque traen mala suerte.
No solo en Turkmenistán hay gobernantes imaginativos, claro está. También la dictadura de los coroneles la tomó en Grecia con la matemática moderna, bajo la convicción de que podría favorecer la “infiltración subversiva”. Se ignora si entre los perseguidos estaba el número pi, que uno es de letras.
Ese mismo argumento antisubversivo lo adoptó la soldadesca de Pinochet al quemar en Chile los libros sobre el cubismo, corriente artística que identificaban algo exageradamente con la Cuba de Fidel Castro.
Lo de Maduro obedece más bien a cierta tendencia al caudillaje que los países iberoamericanos heredaron de su metrópoli. Describió ese hábito Valle Inclán en su Tirano Banderas; que no por azar el gran don Ramón fue el inventor del esperpento.
Todavía hoy algunos caudillos de tierra caliente siguen ganando las elecciones por lo civil o lo criminal. De ahí que entre dentro de lo normal que el gobierno detenga y/o exilie a la oposición, como está ocurriendo ahora en Venezuela. Maduro la acusa de oponerse al que manda, que es precisamente el papel de la oposición –como su nombre indica– en las democracias liberales vendidas al capitalismo.
Nada tiene de raro, por tanto, que un presidente latinoché cambie a su antojo las fechas de la Navidad o cualquier otra fiesta que le plazca. Todo puede ocurrir en tierras del realismo mágico que un día fueron de España. Aquí en la decadente Europa no entendemos muy bien estas genialidades, pero es que somos unos sosos.
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