Opinión | POLÍTICA

Un Gobierno en paralelo

 Junts se ha desmarcado y pone en duda la continuidad de su apoyo y se presume que las próximas votaciones le serán adversas

Junts se suma al PP para que Sánchez comparezca e informe sobre la crisis migratoria. / EP

Parece que la política española está abocada a una situación inesperada, que puede resultar muy embarazosa y sobre la que conviene estar avisados. Pedro Sánchez anunció un plan de trabajo, pero la actualidad ha dictado otras prioridades. Su intención era centrarse en el crecimiento económico, el bienestar y la paz, y, sin embargo, deberá atender con urgencia a Venezuela, la inmigración, la negociación de los presupuestos y la financiación autonómica. Y es posible que tenga que lidiar con fuertes discrepancias entre los partidos que forman o sostienen la coalición, incluso dentro del suyo, y quizá sin el respaldo de una mayoría parlamentaria.

Previendo estos inconvenientes, el presidente del Gobierno advirtió al Comité Federal del PSOE que estaba dispuesto a mantener su agenda con o sin el concurso del poder legislativo, al que reprendió por adelantado su actitud obstruccionista y poco constructiva. La inquietud que provocó su declaración está justificada. El sistema político diseñado por nuestra Constitución es una democracia parlamentaria, no una presidencialista. El jefe del Ejecutivo es elegido por el Congreso, y ante él está obligado a rendir las cuentas que le reclame en el ejercicio de la función de control. La garantía de la estabilidad y la eficacia de la acción del Gobierno estriba en una mayoría parlamentaria sólida.

Ocurre que el gabinete de Pedro Sánchez no tiene asegurada esa mayoría. Acaba de sufrir una derrota de cierta trascendencia política, Junts se ha desmarcado y pone en duda la continuidad de su apoyo y se presume que las próximas votaciones le serán adversas. Pero, además, el PP hurga hasta el fondo en la debilidad patente del Gobierno y no se resigna a desempeñar sin más el papel de oposición. Feijóo ha reunido a los presidentes autonómicos del PP para coordinar políticas de sus respectivos gobiernos en materia educativa, de financiación autonómica y de inmigración. En relación con esta, ha firmado un acuerdo de su partido con el gobierno canario y está tratando de obtener una respuesta de la Unión Europea. Ha promocionado en el Congreso a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, con el voto favorable del PNV, está impulsando un pronunciamiento similar del parlamento europeo y ha reprochado al Gobierno que no acate la decisión.

"La inquietud que provocó el presidente del Gobierno al advertir que estaba dispuesto a mantener su agenda con o sin el concurso del poder legislativo está justificada"

Las circunstancias invitan al PP a perforar la consistencia del Gobierno. La posibilidad de que le inflija sucesivas derrotas parlamentarias es real. Puede conseguirlo con la ayuda circunstancial de Junts o la menos probable del PNV, partidos afines en asuntos importantes, o de ERC, según cómo vaya la ejecución del pacto fiscal firmado. Nada exige al PP renunciar a su iniciativa parlamentaria y legislativa, ni a su estrategia política. Al contrario, el empeño que ponga en ello redundará en beneficio de la democracia, máxime frente a un gobierno cerrado, que desprecia los controles, el debate público y el diálogo con sus adversarios. Pero otra postura, bien distinta, sería la de pretender gobernar desde la oposición. El “gobierno en la sombra” de la tradición política anglosajona sirve de preparación para el equipo aspirante hasta que después de unas elecciones se produzca el relevo, pero respeta escrupulosamente el reparto de papeles entre el Ejecutivo y la oposición. La Constitución española los define con meridiana claridad. La responsabilidad de dirigir la política interior y exterior corresponde al Gobierno. El parlamento, por su parte, legisla, controla y aprueba los presupuestos.

Las dificultades del Gobierno eran predecibles. Pedro Sánchez gobierna sobre una base muy insegura, que está siendo permanentemente hostigada, como en pura lógica cabía esperar, por el PP, que no duda en emplear toda su fuerza electoral y todo su poder institucional con tal de poner en aprietos a la coalición. El Ejecutivo y la oposición no solo chocan frontalmente, sino que empiezan a pisarse el uno al otro, lo que puede derivar en una situación muy confusa y tensa, a consecuencia de las relaciones rotas entre el PSOE y el PP, y una aritmética parlamentaria de carambola. La política exterior con Venezuela es el ejemplo más inmediato.

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Aun así, todo depende del voto de Junts en el Congreso, por el momento. La mayoría que sujeta al Gobierno podría resquebrajarse más. La alarma emite una luz roja. La política suele ir por delante de los acontecimientos y Pedro Sánchez debería ir pensando qué va a hacer si Junts decide posicionarse definitivamente en contra del Gobierno. Se le ofrecen tres opciones: plantear una cuestión de confianza, convocar elecciones, y a pesar suyo satisfacer así el deseo del PP, o dimitir y ceder el puesto a otro que reordene el panorama político. Seguir toda la legislatura con un gobierno en minoría y una oposición ansiosa por gobernar, sin hablarse entre ellos, con serios problemas pendientes y un clima político tan arisco, probablemente no haría más que empeorar las cosas.

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