Opinión | OPINIÓN

El momento de España

De la incertidumbre política a las críticas hacia la democracia

El líder socialista y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), habla con la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (Andalucía), durante el Comité Federal del PSOE este sábado en Madrid. / EFE/ Juanjo Martín

El presidente del Gobierno acudió al Instituto Cervantes para cumplir con la costumbre de reiniciar la actividad política a la vuelta del verano pronunciando un discurso ante una audiencia cuidadosamente seleccionada. Relajado y seguro, Pedro Sánchez afirmó que la sociedad española estaba viviendo uno de sus mejores momentos en las últimas décadas y que España era un éxito de país. A esta situación, dijo, corresponde una actitud optimista. Adoptó un tono respetuoso y tendió la mano al diálogo. Como prioridades a su gabinete, puso la competitividad, el bienestar, la reducción de las desigualdades y la paz. No obstante, reconoció que en ciertos aspectos, como la emancipación demasiado tardía de los jóvenes o la mediocridad de nuestra conversación pública, la realidad todavía dista mucho de las aspiraciones de los españoles y del estándar europeo.

Ocurre en política que por lo general quienes ejercen el poder y sus seguidores tienden a ver la realidad con buenos ojos, al contrario que los partidos de la oposición y sus simpatizantes. Pocas veces se ha quebrado la fidelidad a esta pauta cuando los españoles expresan su opinión. Por eso tiene especial significación que un tercio de los votantes del PSOE vengan manifestando de forma recurrente desde hace algún tiempo su desacuerdo con la actuación del Gobierno. La percepción de los ciudadanos no es tan favorable y el panorama político a corto plazo se presenta problemático. Pedro Sánchez ha conseguido instalarse en Moncloa, mantener medio aislado al PP, estrechar lazos con diferentes partidos y, más recientemente, el control de la Generalitat y, aunque no sea principalmente mérito suyo, dividir al independentismo catalán. Pero pronto podríamos encontrarnos con un gobierno que se queda en minoría y no puede gobernar, después de haberse formado a partir de la derrota electoral del mayor de los partidos que lo componen.

Comité Federal del PSOE / Eva Ercolanese/PSOE

Casi año y medio después de las elecciones generales, Pedro Sánchez no puede ofrecer aún garantías de estabilidad para su Gobierno. Los analistas pronostican que la incertidumbre más bien tenderá a aumentar en los próximos meses. La aprobación de los presupuestos del Estado requerirá el voto favorable de Junts, partido que no oculta su gran enfado y que en el último tercio del año celebrará un congreso decisivo para su futuro, lo mismo que será el de ERC y, en principio sin tanto dramatismo, el de los socialistas. Conviene prestar atención a estas asambleas, en primer lugar, porque todos estos partidos y también el PP están en riesgo de sufrir fuertes sacudidas internas. Bajo la apariencia de normalidad, la política española registra una tensión alta. En el caso de ERC, el riesgo de división es extremo. Junts deberá despejar dudas sobre Puigdemont y aclarar si continúa por la vía unilateral, sea pactada o impuesta, camino de la independencia. Feijóo se tiene que esforzar para impedir que sus barones caigan en tentaciones y preservar la unidad y la cohesión del partido. El adelanto del congreso del PSOE ha sido interpretado como un intento de fortificar el liderazgo de Pedro Sánchez para lo que viene y blindarlo en caso de derrota electoral. Pero no sería fácil para el dirigente socialista seguir al frente del partido si la legislatura se le pone definitivamente en contra o tras una derrota electoral que dejara al PSOE fuera del Gobierno.

Llamó la atención que el jefe del Ejecutivo no hiciera una sola alusión a la prometida regeneración democrática. Porque era su mayor preocupación y una encuesta reciente de 40dB refleja un panorama nada deslumbrante, con numerosas sombras. La mayoría de los españoles prefiere siempre la democracia. Sin embargo, uno de cada cuatro votantes de Vox aceptaría un régimen autoritario y a otro 9,5% el asunto le provoca indiferencia. Entre los votantes del PP y del PSOE, el 17% y el 15%, respectivamente, optan por no declararse demócratas incondicionales. La defensa de la democracia afloja notablemente a medida que desciende la edad. El 68% opina que la democracia se está deteriorando en España, y más que en Europa y en el mundo. Casi la mitad de los encuestados declara que el gobierno está contribuyendo negativamente al funcionamiento de la democracia y un porcentaje ligeramente superior lo dice de los partidos de la oposición.

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En este estado de opinión crítico con la democracia española influyen sobre todo la corrupción, las promesas incumplidas, la falta de transparencia y los movimientos independentistas. Un ejemplo de política poco edificante para la democracia, donde todas esas penurias confluyen, podría ser el galimatías del pacto fiscal catalán. En una cuestión que afecta de modo tan grave a todos los españoles, la ministra de Hacienda ofrece garantías de que se va a cumplir a rajatabla mientras se pierde en un confuso juego de palabras para no contar lo que ella sabe o disimular la parte del acuerdo imposible de explicar porque tal apartado aún está pendiente de una negociación. Ni España ha alcanzado la excelencia, ni puede permitirse un gobierno falto de apoyo parlamentario tres años más.

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