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Los conciertos del Bernabéu

En una gran ciudad caben todos los usos, pero el límite debe situarse en las molestias a los vecinos: el Wizink Center es el mejor ejemplo

El público, en uno de los conciertos de Karol G. en el Bernabéu de Madrid. / E. P. | Ricardo Rubio

La decisión del Real Madrid de suspender hasta mediados del año próximo los conciertos previstos en el Santiago Bernabéu se dio a conocer el viernes a última hora, en un intento de amortiguar el impacto mediático, pero venía cocinándose desde tiempo atrás con las administraciones competentes al fracasar el último plan de reducción del ruido.

La polémica no es menor, porque los vecinos residían junto a un estadio de fútbol con actividad dos fines de semana al mes y algunos días sueltos entre semana y, de pronto, se encontraron viviendo frente a una sala de conciertos de actividad frenética, con el agravante de que la millonaria inversión realizada por el club blanco en el recinto no ha conseguido reducir las molestias que este tipo de eventos ocasiona.

No es Madrid una ciudad dada a las protestas vecinales. Los que residimos en ella tras haber vivido en otros lugares conocemos bien la diferencia. Pero en este caso el nivel de las molestias a los residentes, por continuas, amenazaba con convertirse en un grave problema de imagen para el Real Madrid y salpicar al Ayuntamiento y la Comunidad. Echar el freno y estudiar cómo minimizar el ruido de los conciertos era imprescindible.

En una gran ciudad tienen que poder convivir todo tipo de usos, pero el límite siempre de situarse en las molestias a los vecinos, que no pueden ser castigados por vivir donde viven. En Madrid ya hay ejemplos de los que el club blanco puede extraer valiosas enseñanzas. El más claro es el Wizink Center, porque el Metropolitano también alberga conciertos pero no está situado en el centro de la ciudad como el antiguo palacio de deportes o el propio Bernabéu.

El Wizink se convirtió el año pasado en el cuarto recinto del mundo y el segundo de Europa en venta de entradas, con 207 eventos, 124 de ellos musicales. Sólo el Madison Square Garden de Nueva York, el Arena de Buenos Aires o el 02 de Londres superan al recinto madrileño, cuya convivencia con el entorno y los residentes, si no es modélica, sí que ha alcanzado un altísimo grado de compatibilidad gracias las medidas adoptadas por sus responsables.

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Quizás el error del Real Madrid sea querer convertir un estadio de fútbol en otra cosa para compensar los ingresos que el balón no produce y que son imprescindibles para competir con los denominados ‘club-estado’, pero si se quiere hacer hay que adoptar todas las medidas para minimizar las molestias. Los fichajes los tienen que pagar los socios del club, no los vecinos con cargo a su descanso.

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