Opinión | ÁGORA

Un mundo perfecto

Los estados en los que apreciamos la perfección del mundo son excepcionales y se dan en medio del fastidio de los estados cotidianos

Fotografía cedida por Inspiration4 donde aparecen los miembros de su tripulación (i-d) Hayley Arceneaux, Christopher Sembroski, Jared Isaacman y la Dra. Sian Proctor, durante un entrenamiento en el Centro Espacial Kennedy, el 11 de septiembre de 2021, en Florida (Estados Unidos). / EFE

"Desde aquí parece un mundo perfecto", ha dicho el magnate Jared Isaacman, asomado por la escotilla de la nave Resilence. Entiendo lo que quiere decir. He sentido muchas veces esa sensación, aunque jamás me he separado de la órbita terrestre. Un poco antes, dirigiéndose a la empresa de Ellon Musk, Space X, el millonario dijo "Cuando volvamos a casa tenemos mucho trabajo que hacer".

Eso es algo que también se entiende. La experiencia de Isaacman es bastante general. Un tipo se abstrae mirando el espacio durante diez minutos, se olvida del trabajo, ve a lo lejos un trozo de la tierra, montañas, árboles, cielo, ríos, flores, animales, y exclama desocupado "Oh, este es un mundo perfecto". Lástima que tengamos que volver al trabajo.¿Es necesario irse a setecientos kilómetros de la Tierra para esto? Desde Parménides a Plotino, desde Avicena a Bunyan, los seres humanos han imaginado viajes desde la Tierra para contemplar un mundo perfecto, el del Ser bien redondo, el Uno, el Alma del Mundo o el Cristo transfigurado. Lo peculiar de este viaje es que arrastra un cuerpo encapsulado entre aparejos, sin naturalidad.

Ahí el destino de la carne impone sus coacciones. Miradlo, atado por ese cordón umbilical al útero de la nave. La imaginación tiene sus limitaciones y por lo general está condenada a repetir la realidad. Un cuerpo tan desvalido como el de un infante, inseguro, inestable, inhábil para dar un paso, todavía con su cordón umbilical atado a la madre, eso es lo que hemos visto. No es nada glorioso.

Otra cosa es que Elon Musk tenga que ofrecer a todas sus cosas la dimensión de su personalidad megalómana. Esta no la tiene. En realidad, no deja de ser un poco infantil. La decisión de llamar Skywalker al dispositivo desde el que han estado asomados a ese balcón cósmico, ya nos revela que todo lo preside la fantasía de imitar el mundo de la Guerra de las Galaxias.

La trivialidad de la operación se revela cuando pensamos que, con lo que hemos visto, no se podía rodar ni la escena más prehistórica de la saga, la que mostrara los inicios de la odisea espacial. Esa escena de asomarse al espacio cercano, respecto del mundo fascinante de la saga intergaláctica de George Lucas, sería algo semejante a la escena del antropoide que lanza el fémur al inicio de la película de Kubrick.

Supimos que Elon Musk anda corto de imaginación. Se vio cuando cambió el magnífico nombre de Twitter por el de X, la primera ocurrencia de un perezoso bachiller. Se ve de nuevo cuando a su empresa le ha puesto SpaceX, una prueba irrefutable de que lo es.

Creer que es una hazaña asomar a un tipo al balcón de una nave, para comunicar al espacio vacío las promesas que se cumplirán sepa Dios cuándo y para pronunciar la gran frase de que, desde allí se ve un mundo perfecto, no parece una proeza. Sobre todo, si pensamos que ya en 1969, cuando yo comenzaba a vestir pantalones largos, alguien se paseó por la luna dando saltitos. Que su fuente de metáforas sean las películas de Lucas que Musk veía de niño, sólo habla de la dimensión infantil de su grandiosidad.

El señor Isaacman quizá ha olvidado que ver un mundo perfecto es el atributo de los instantes de felicidad. Cierto que no son muchos, pero cuando se presentan no tienes que estar a setecientos kilómetros de la Tierra. Kierkegaard, que de vez en cuando conectaba con lo Absoluto, decía que era como estar a cuatrocientas millas submarinas. Y nunca se metió en un batiscafo.

La mente humana es prodigiosa en su capacidad de experimentar la perfección del mundo, desde luego. Tanto como para trabajar en aumentar su terrible y odiosa imperfección. Ahí están los Netanyahu, el más odioso, los Trump, los Maduro, los Putin.

El asunto crucial está en esto que no dicen tanto los noticieros. "Cuando volvamos a casa tenemos mucho trabajo". Y es verdad. Los estados en los que apreciamos la perfección del mundo son excepcionales y se dan en medio del fastidio de los estados cotidianos. Trabajar, sí, quizá sea la fuente del fastidio. Pero ¿trabajar para qué? Al parecer, el Sr. Issacman se refería a que tiene mucho trabajo porque los trajes aprietan en la sisa, o porque los procesos de descomprensión de la cabina son enojosos, o porque ese cordón umbilical es ridículo e infantil y no condice con la perfección del mundo.

Esos trabajos de cientos de ingenieros durante años, a lo sumo harán más llevaderos los diez minutos de felicidad de otro Issacman.

Esta es la prueba evidente de que la acumulación capitalista actual no tiene realmente nichos de inversión productivos en la dirección del capitalismo moderno. Este se caracterizaba por inventar productos que mejoraran el confort de la mayor cantidad de gente al mejor precio.

Esa fue la razón de su alianza con el espíritu democrático moderno. Este tipo de inversiones de las plusvalías que genera el capitalismo actual nos muestra su profunda metamorfosis y su desvinculación de todo espíritu progresivo. Que estos sujetos tengan que usar de las redes sociales para destruir el tipo humano que hasta ahora ha sostenido la democracia, no es un azar.

Pulsa para ver más contenido para ti

Que Trump prometa encargarle a Musk la reforma de la Administración de los Estados Unidos, es central en su agenda. La democracia no es ya el horizonte de ese capitalismo de elegidos.

Pulsa para ver más contenido para ti