Opinión | EL LÁPIZ DE LA LUNA

Medusa

'Medusa' se representó en el precioso e imponente teatro romano de Mérida, una noche cálida de verano con una luna sonriente como la del gato de Cheshire

Medusa / LA PROVINCIA

Vamos a jugar a ser sinceros. Pregúntese, no es necesario que comparta la respuesta con nadie si no lo desea, cuántas veces se ha cuestionado la cantidad de maldad que hay en el mundo. Mire, yo le digo que ese tabaco lo masco a diario hasta las hebras. ¿Y lo peor de todo sabe qué es? Que la mayoría de las veces ganan los malos. No sé si por la habilidad del villano o por el silencio de los héroes, que gran parte de las veces o no hablan de sus victorias o no libran las batallas porque saben que lo tienen todo en contra.

El otro día volví a ver la película Matar a un ruiseñor y se me llenaron los ojos de lágrimas en la escena en la que Atticus Finch dice: "Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence". En ese momento me sentí optimista. Otro momento de fe en la humanidad lo tuve este verano mientras veía la representación de Medusa, enmarcada dentro del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

Si son amantes del arte considero que es una experiencia que deben vivir. La obra empezó a las 23:00 horas. Se representó en el precioso e imponente teatro romano de Mérida, una noche cálida de verano con una luna sonriente como la del gato de Cheshire. En el lugar había 14.000 personas, pero solo se oía el murmullo de las copas de los árboles danzar al son del Coro de Cámara de Extremadura. Todos conocemos la historia de Medusa, el monstruo con cabellos de serpiente que te petrificaba si la mirabas a los ojos.

Fue decapitada por Perseo, quien le entregó la cabeza de la gorgona a la diosa Atenea como símbolo de victoria. Genial, estupendo, un aplauso. Que sí, que sí, que esa es la historia que nos han contado siempre. El héroe que mata al monstruo y todo el mundo lo enaltece. ¿Y si le damos una vueltita de tuerca? ¿Y si escuchamos a Medusa? ¿Qué la llevó a convertirse en un supuesto engendro? ¿Y si aparcamos el juicio y miramos y oímos más allá de lo que creemos ver y escuchar? Entonces quizá dejemos de ver a una aberración para observar a una niña que fue violada por el dios Poseidón y a quien Atenea le dio la espalda culpándola y maldiciéndola con el exilio, además de llenarle el cabello de tirabuzones en forma de culebras y una mirada asesina.

¿Les sigue pareciendo un demonio o nos centramos en que abusaron de ella y encima la repudiaron? ¿Acaso fue decisión de Medusa tener la cabeza llena de reptiles, unos ojos como dos hormigoneras y vivir recluida en una cueva? ¡Pues no! Sin embargo, si solo escuchamos la historia de Perseo y la de Atenea, pues la pobre Medusa queda mal. Fatal. Cierto. Un poco como en la vida real. Vamos a jugar a ser sinceros. Pregúntese, no es necesario que comparta la respuesta con nadie si no lo desea, si alguna vez se ha sentido usted, o alguien cercano, como Medusa.

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Que por alzar la voz ante un abuso o una injusticia se ha visto desterrado. Solo. Injuriado. Con las serpientes en su cabeza cuando el veneno lo portan otros. Pues eso, que les recomiendo que vayan al Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, que se suele celebrar entre los meses de junio y agosto, y devuelve un poquito la fe en este mundo raro en el que vivimos. Y hace falta fe. Y que dios nos coja confesados. Y arte. Mucho arte.

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