Opinión | UN CARRUSEL VACÍO

Horror en el hipermercado

¿Cómo será el ghosting en esta versión física y más costumbrista de Tinder?

Si estás intentando ligar en el Mercadona con una piña, necesitas este utensilio

Ni bares, ni discotecas, ni Tinder; lo moderno ahora es ligar en el Mercadona. No vale el Eroski o el Lidl; tampoco el Aldi. Cuando leí la primera noticia al respecto, estaba convencida de que se trataba de una broma, de un meme viralizado o de un reto lanzado por redes sociales. Ya ocurrió algo parecido en la pandemia, cuando la gente aprovechaba la visita al supermercado para socializar, pero no era una estrategia tan elaborada.

Según los medios, la clave es acudir a Mercadona en una franja horaria concreta: entre las siete y las ocho de la tarde. Además, debes colocar en tu carro una piña al revés. Me recuerda a aquellos tiempos en los que jugábamos a los videojuegos de Pokémon para la Game Boy y teníamos que llevar al personaje a un lugar exacto del mapa, a cierta hora del día, para que apareciera un pokémon legendario o la entrada a la mítica "Isla Mew". A partir de la piña, las instrucciones se ramifican. Si tienes veinticinco años o menos, debes ir al pasillo de congelados. Entre veintiséis y treinta y nueve, a la pescadería. Si has alcanzado la cuarentena, tu lugar es el pasillo de los vinos. El contenido de tu cesta de la compra revelará, además, si buscas pasar el rato o una relación seria.

Debe de ser encantador conocer al amor de tu vida entre lubinas. Los jóvenes cargan con el peso extra de llevar ropa de abrigo, si van a pasar un rato en el pasillo de los congelados. Y los maduritos –que pueden ser de cuarenta o de ochenta, sin distinciones– se convierten en los afortunados capaces de hacerse los interesantes mirando un reserva de Abadía Mantrús, que es el más caro de los que allí se venden. Menos mal que no tengo cuarenta años ni ganas de realizar esta práctica, porque soy bastante ignorante en materia de vinos. Cuando voy a un restaurante, siempre pido "uno blanco, tirando a dulce". Vamos, que me ponen un blanco frizzante de esos que venden a dos euros –en Mercadona, precisamente– y soy la más feliz.

Una vez estás situado en el pasillo correspondiente, lo último que debes hacer es chocar tu carro contra el de la persona que te haga tilín. Exactamente igual que en los coches de choque; solo falta la música de Camela de fondo. Me fascina la forma en la que ha evolucionado el costumbrismo español. El origen de esta moda, según cuentan, son las declaraciones de una concursante de First Dates que, hace siete años, afirmó que en Mercadona existe una hora a la que acuden los solteros. Y más recientemente, un vídeo de TikTok de una tal "Vivy Lin".

En mi opinión, todo esto es luz de gas, marketing encubierto. Lo cierto es que le estamos haciendo publicidad gratuita a la empresa de Juan Roig, cuyo éxito radica, principalmente, en la buena imagen pública que lleva labrándose durante años, tapando supuestos casos de abusos a empleados y denuncias repetidas, como la escasez de trabajadores racializados, según puede leerse en determinados medios. Por ejemplo, me resulta muy curioso que no trascendiera más el boicot que se hizo a la empresa en 2022 desde Andalucía, instigado por CGT, fueran cuales fuesen los motivos. Sean o no ciertos los rumores, nadie ha podido arrebatarle el liderazgo del sector desde hace más de una década, y es que tenemos muy asumida nuestra pertenencia al sistema capitalista, y hay que admitir que el guacamole de Hacendado es el mejor del mercado, y que las pizzas se las hace nada menos que Casa Tarradellas. En fin; como cantaba Lennon: "vivir es fácil con los ojos cerrados". Y yo soy la primera que compra allí.

Si se va a mantener la moda del ligoteo, propongo ampliarla a otras superficies. ¡Supermercados en España, levantaos! Carrefour, HiperDino, Consum; ¡ha llegado vuestra hora! Por no hablar de lo original que resultaría coquetear en la tienda de alimentación de la esquina, solo apta para nostálgicos. La opción "premium", ideal para indies y amantes de los cafés de especialidad, serían las tiendas de productos de importación italiana, y los pijos irían en tropel a la sección Gourmet de El Corte Inglés…

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Sin embargo, me queda una duda. ¿Cómo será el ghosting en esta versión física y más costumbrista de Tinder? Por ejemplo, descubres al hombre de tus sueños, con intensos ojos azules y pelazo oscuro, junto a los lenguados, e iniciáis una jugosa –nunca mejor dicho–– conversación, hasta que lo ves pidiendo medio kilo de gambas y la idealización muere en unos segundos, porque tú odias el marisco. Entonces, te alejas con tu carrito y él se queda cantando aquella canción de Alaska: "Terror en el hipermercado, horror en el ultramarinos; mi chica ha desaparecido y nadie sabe cómo ha sido…".