Opinión | EL ÁNGULO

El poder de las mascotas

Son los seres a proteger y los protagonistas de este absurdo bulo que coloniza la campaña americana

Taylow Swift. / Instagram

J.D. Vance, el ticket electoral de Donald Trump, empezó la precampaña recordando que la baja natalidad se debía a un puñado de señoras con gatos y sin hijos que se sentían desgraciadas por sus propias vidas y querían extender el mal al resto del país. Vance, que integró en 2016 el movimiento Never Trump (Nunca Trump), cambia con facilidad de opinión y se ha tenido que tragar sus propias palabras cuando vio a la persona más influyente en cualquiera de los 50 estados federales, la jefa Taylor Swift, mostrando su apuesta por Kamala con una foto abrazada a dos gatos. Taylor, que controla su carrera mejor que el CEO de Amazon, tardó en dar el apoyo hasta el triunfo de Harris en el debate. Seremos progresistas pero no vamos a perjudicar el negocio.

J.D. acabará la campaña pidiendo perdón a las dueñas de las mascotas, porque su propio jefe, más espabilado que él, ante los datos de que tanto los demócratas como los republicanos, entre un 35 y 40% conviven con un gato, ha decidido reaccionar como mejor saben, echándole la culpa a los inmigrantes y de paso a los demócratas, que ya no se comen niños como con Hillary Clinton pero sí perros y gatos en Springfield.

Son los seres a proteger y los protagonistas de este absurdo bulo que coloniza la campaña americana. No es una invectiva loca, sigue la trayectoria de la ultraderecha que segmentaba al electorado español vía Facebook, y enviaba a mujeres con intereses feministas vídeos de supuestas agresiones sexuales con protagonistas extranjeros.

La Springfield real tiene unos 60.000 habitantes, a los que se han sumado desde 2020, más de 15.000 haitianos exiliados de su país, el más pobre de América Latina. A esos, Trump y su séquito les acusa de comerse las mascotas locales. Son la diana de la campaña republicana instigada por Laura Loomer, la mujer que susurra al candidato, activista de extrema derecha, con lemas tan elaborados como que los republicanos no almuerzan perros.

Todo podría parecer que termina en unos memes o un mayor tráfico de Twitter, pero no, la semana pasada se sucedieron una serie de amenazas de bomba en la ciudad. Y es que ya sabemos que alimentar según qué caldos de cultivo trae las consecuencias que vimos en Southport, y que se intentaron en Mocejón tras el asesinato de un niño.

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Entre conspiraciones y distopías propias de la Fox Company transcurre la campaña, todavía no han salido los machetazos y las violaciones grupales que llenan el discurso en España. A veces somos la avanzadilla incluso comparados con el populismo bárbaro del trumpismo que está digiriendo cadáveres de perros y gatos.

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