Opinión | EL TRIÁNGULO

El verano de nuestras vidas

Cada vez hay más digresión entre lo que esperas y lo que sucede, de la playa que anhelas a la que ves la separan unos cientos de personas

Helado / Pixabay

Hay demasiadas expectativas generadas sobre el verano, a no ser que tengas menos de 25 años y vivas en la estrecha franja del norte que no supera los 30 grados. Para el resto, supone encierro hasta la noche en la que pisar la calle a una temperatura que era casi la del día de nuestros veranos infantiles.

Cada vez hay más digresión entre lo que esperas y lo que sucede, de la playa que anhelas a la que ves la separan unos cientos de personas, aquellas que tienes que saltar para encontrar un hueco de solaz y relajación. Los hoteles no son iguales en las fotos que llenos de gente en las tumbonas o el desayuno, y el Partenón griego a 40 grados es más un suplicio que un gozo para los sentidos. Pero aun así, salimos todos a la vez en plena canícula disfrutando del hecho de viajar en la peor época del año.

Menos mal que este es un año olímpico, y el aislamiento en nuestras casas se hace mucho más llevadero con la final de hockey o los saltos de trampolín, te inducen suavemente a una siesta reparadora porque dormir en verano también se hace bastante complicado. Ya ni siquiera es el tiempo de las terracitas, los amigos y el tinto con casera, si alguien sigue bebiendo esa aberración de los combinados que te deja dolor de cabeza y azúcar en la sangre. Más que vivir el verano, como decían las canciones creadas ad hoc, huimos de él, y entrar en un centro comercial es lo más parecido a la vida humana tal como la conocíamos.

Hay algo que no cambia, el verano sigue lleno de horas de aburrimiento para los niños no sólo en las horas de la siesta, porque lo de jugar en la calle o en el campo habrá que dejarlo para cuando pasen las olas de aire saharianas. Ya ni las bicicletas son para el verano, a no ser que sean las siete de la mañana, porque ahora el verano es de los madrugadores que para eso el resto del año no vamos con alarmas. El tiempo en que todo se para lo hacen también los estrenos cinematográficos, los de las plataformas audiovisuales para ayudarnos más en el dolce far niente, sobre todo en la última parte, la de la nada.

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Menos mal que nos queda la música como cantaría Aute, los libros y la fantasía de las redes de los demás en las que se vive a 28 grados, se brinda con vino frío y no hay restos de salmonelosis porque se haya roto la cadena de frío. Aun así, media España parará, menos ERC, PSC, Puigdemont, Manos Limpias o el juez Peinado, el presidente Sánchez podrá seguir en el encierro porque el juez ha tenido a bien ir a visitarlo a la Moncloa, es su verano y lo está aprovechando al máximo. No anticipen el disgusto de la vuelta, vivamos en la irritación veraniega, cada estación con su enfado.

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