Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

¿Hace falta una política circular?

Las modas ideológicas son productos destinados a una obsolescencia programada

Ilustración: ¿Hace falta una política circular? / EPE

Cuando estudiaba en la universidad, allá a mediados de la década de los noventa, se puso de moda la palabra ‘calidad’. Todo tenía que ser cualitativo: los productos, los servicios, el trabajo… Conforme a una ley pendular de la historia, se diría que nunca han empeorado tanto los productos, los servicios y el trabajo como en estos últimos treinta años. No importa acudir a los datos estadísticos para comprobar que ni los electrodomésticos, ni los coches, ni las baterías, ni… duran lo que duraban antaño. ¿Qué decir del sector servicios? ¿Es comparable la atención que nos dispensa una compañía telefónica, una aerolínea o una sucursal de banco a la que se disfrutaba en los ochenta o en los noventa? ¿Y qué decir del trabajo, que en la mayoría de casos no permite a los jóvenes independizarse ni alquilar una vivienda? Hablaba de una ley pendular, pero la historia también ejerce un magisterio: cuando las sociedades se tuercen e inician un amplio proceso de degradación, conviene protegerse. Detrás del lujo elitista del siglo XXI, se oculta una honda marejada y quién sabe si una devastadora tormenta. Dicho de otro modo, esto no va a acabar bien y el mejor ejemplo –de nuevo histórico– es Argentina.

Pero, al inicio del artículo, me refería a las modas: cambiantes y a menudo perjudiciales. No porque el envoltorio no sea el adecuado –¿quién está en contra de la calidad o del uso inteligente de la estadística?–, sino por la frivolidad con que son acogidas. En su mayoría, se trata de conceptos biensonantes, vacíos de contenido en su traducción mediática y negativos en su aplicación concreta. Básicamente, una excusa como cualquier otra para generar un negocio millonario del que se benefician unos pocos y que perjudica a muchos.

El último de estos supuestos conceptos revolucionarios que ha aparecido es el de ‘circularidad’. A propósito de los fondos europeos asociados a la pandemia, empezó a difundirse en la prensa la idea de una ‘economía circular’ que parecía reunir todas las virtudes de lo bueno y muy pocas desventajas de lo malo. La fórmula «estar a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo» debería ser más que suficiente para hacernos sospechar; entre otras razones, porque anula cualquier posibilidad de debate. ¿Quién va a estar en contra de lo primero y a favor de lo segundo? Respondan ustedes mismos.

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Tras el impacto sobre la prosperidad general de la ‘economía circular’ –que sin duda se dilucidará algún día y, como casi siempre, será mixta–, Pedro Sánchez se descolgó la semana pasada defendiendo la «migración circular», un gran aporte teórico. A saber dónde nos lleva todo esto. También podría proponer una ‘política circular’ que auspiciase la alternancia y limitara los mandatos. ¿Qué sé yo? Lo cierto es que el gran drama de los inmigrantes debe tratarse con seriedad, al igual que el problema de la vivienda, el futuro laboral de los jóvenes, el fracaso educativo, la conservación del medio ambiente o el cuidado de los mayores y de las personas discapacitadas: todas ellas cuestiones centrales para el futuro y la prosperidad de un país. Por experiencia sabemos que las modas ideológicas son, por lo general, productos destinados a una obsolescencia programada.

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