Opinión | UNA IBICENCA FUERA DE IBIZA

Más rápido, más alto, más fuerte

Pero en lugar de retarnos a llegar allí "más rápidas, más altas y más fuertes", seguimos escuchando que un cuerpo atlético masculino es síntoma de salud y en cambio uno femenino solo es poco femenino

La waterpolista Paula Leitón celebra un tanto ante Australia durante el partido por el oro en los JJOO. / Lavandeira Jr. / EFE

Tras lo urgente llega la hora de lo importante y la boxeadora Imane Khelif, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París 2024, "decidió librar un nuevo combate: el de la justicia, la dignidad y el honor", afirmó en un comunicado su abogado Nabil Boudi, anunciando la presentación de una denuncia por "actos de ciberacoso agravado" ante la fiscalía de París. La demanda por la campaña "misógina, racista y sexista" presentada contra la red social X, "garantiza todo el derecho de la fiscalía para poder investigar contra todas las personas", incluidas aquellas que hayan escrito mensajes de odio bajo seudónimos. Sí menciona con nombres y apellidos a figuras como Elon Musk —propietario de lo que muchos seguimos llamando Twitter— o J.K. Rowling —autora de la saga de Harry Potter—. Ojalá estos tentáculos de la justicia se extiendan a otros apellidos como ‘Meloni’, o en suelo patrio, a ‘Díaz Ayuso’, quien se apresuró a propagar el bulo de que la deportista era en realidad una persona trans a la que calificó como "la abolición de la mujer".

Pero las deportistas españolas no estaban libres del linchamiento público. A nuestra waterpolista Paula Leitón, la vimos salir no a responder qué se siente al haber sido la representante española más joven en Río 2016 o plata en Tokyo 2020. Cómo es traer el oro a casa en la que es ya su tercera olimpiada con tan solo 24 años. No. Fue para responder a todos los gilipollas de sofá que la única ocurrencia que tuvieron ante la proeza de nuestra selección fue publicar mensajes del tipo: "¿Alguien sabe si flota o se hunde?", "¿no se vació la piscina?". Porque si el machismo fuera deporte, esta España mía, esta España nuestra sería —lamentablemente— plusmarquista.

Pero la joven Leitón hacía gala de merecer el orgullo nacional al responder: "Sé cómo es mi cuerpo, lo quiero muchísimo, lo trabajo para lo que es mi vida, que es este deporte. El waterpolo es un deporte muy duro que requiere de este potente físico para poder aguantar un partido. Estoy cero preocupada por lo que dicen. A mí no me afecta, pero igual a alguna niña, sí". "Lo bueno de los deportistas es que para cada deporte, el cuerpo es diferente. Es una pena que haya gente que no lo sepa ver". Y hay que estar muy ciego, de odio, de prejuicios para no verlo.

Los boyas del equipo masculino de la selección española de waterpolo, Roger Tahull y Miguel del Toro, empequeñecen el 1,88 y los 96 kilos de Leitón con sus 1,95 y 104 kilos de peso y 2,02 con 105 kilos. Poco al lado del baloncestista francés Victor Wembanyama con 2,24 de altura. ¿Se lo imaginan al lado de la gimnasta estadounidense Simone Biles, de 1,43? Ambos, medalla de plata. El georgiano Lasha Talakhadze, oro en halterofilia, necesitó de sus 183 kilos para levantar 255. El atleta más joven en París fue el patinador chino Zheng Haohao de 11 años, y el de mayor edad, el jinete español en la especialidad de doma, Juan Antonio Jiménez Cobo, a sus 65. Y entre tanta variedad de cuerpos, por cierto, lo que no había era ni una sola atleta trans.

Unos cuerpos diversos que encarnan el que se convirtiera en el lema de los Juegos Olímpicos desde el París de hace un siglo, en 1924: "Más rápido, más alto, más fuerte", pero que todavía topan con el viejo muro del machismo y su berrinche de sofá sobre lo que ha de ser y lo que no el cuerpo ‘ideal’ de las mujeres. Una larga lista de requisitos de ‘lo femenino’ como ser delgada, blanca, joven, depilada, maquillada... Con la belleza normativa que dicte el gilipollas de turno y solo la distancia a la que te encuentres de esos parámetros marcan el indicador del éxito o el fracaso por encima de las medallas y los récords olímpicos.

Pero no todas las mujeres tienen la fortaleza —también mental, sobre todo mental— de nuestra olímpica Paula Leitón y saben querer su cuerpo. A muchas, incluso niñas, esas semillas venenosas les van calando hasta mirar su cuerpo como un enemigo a abatir en lugar del compañero al que trabajar con alimentación saludable y deporte, para que nos lleve a la vida que queremos.

Hay abundante literatura científica certificando las bonanzas de la masa muscular y la fuerza y cómo su deterioro es predictivo de lesiones, recuperaciones más lentas, una vida útil más corta o, incluso, problemas cognitivos. Algo que importa si tenemos en cuenta que se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050. Ojalá nos encontremos en ese horizonte muchos de nosotros. Pero en lugar de retarnos a llegar allí "más rápidas, más altas y más fuertes", seguimos escuchando que un cuerpo atlético masculino es síntoma de salud y en cambio uno femenino solo es poco femenino...

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¿Saben la definición de ‘fuerte’ del diccionario de la Real Academia Española? Antes incluso que la aparentemente obvia de "que tiene fuerza" se encuentra "que tiene gran resistencia", seguido tras estas por "robusto, corpulento" y "de carácter firme, animoso", "que goza de buena salud".

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