Opinión | En el Congreso
Sánchez imita a Óscar Puente
Aplausos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión extraordinaria en el Congreso de los Diputados, a 17 de julio de 2024, en Madrid (España). Pedro Sánchez presenta hoy las líneas fundamentales del Plan de Acción por la Democracia, tam / Eduardo Parra - Europa Press
La última actuación de Pedro Sánchez en el Congreso no ingresará en la historia por su nebulosa de pseudovaguedades contra los pseudomedios, después de que la vicepresidenta Yolanda Díaz se inventara la derogación imposible de la ley mordaza que no existe como tal, y de que la ministra portavoz demostrara su ignorancia sobre el abismo que media entre la Ley de Seguridad Ciudadana con sanciones administrativas y el Código Penal.
Por primera vez en meses, el presidente del Gobierno tampoco parecía obsesionado por el porvenir judicial de Begoña Gómez. Su intención era improvisar desde la tribuna una de las sátiras más mordaces de un gobernante contra la oposición recién divorciada.
La regeneración y el diálogo volaron por los aires pasado el mediodía, cuando Sánchez demostró que no había delegado en Óscar Puente la investidura fallida de Feijóo por falta de confianza en los puñetazos propios. Cabe aguardar una protesta formal del Gran Wyoming por intrusismo, ante el desparpajo mostrado por Sánchez para mofarse abiertamente de la violenta ruptura matrimonial de Abascal con el PP.
Expresiones como "ni contigo ni sin ti", "van a ensayar una relación abierta", "un clavo saca a otro clavo", "ardor guerrero", o "se han dado un tiempo" no figuran ni en el repertorio parlamentario de Gabriel Rufián. En su imitación de Óscar Puente, el líder socialista asestó expresiones incluso políticamente incorrectas sobre crisis sentimentales. En el colmo, volvió a carcajearse abiertamente de sus dos rivales políticos desde la cúspide del Congreso. Estentórea y largamente, como cuando se burló de la negativa de Feijóo a ser presidente del Gobierno. Los líderes de PP y Vox se mostraban incómodos ante los sucesivos mazazos de Sánchez. No es lo mismo encarar a un subalterno que ser aporreado por el líder en persona, capaz incluso de extraerle humor a la condena mussoliniana a "que me cuelguen con los pies", que le devolvió a Abascal con una feroz sonrisa.
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