Opinión | UNA IBICENCA FUERA DE IBIZA

Segundas veces

Michael Jordan jugó 15 años y ganó seis campeonatos. ¿Los otros nueve fueron un fracaso? ¿Es eso lo que me estás diciendo?

Captura de pantalla de la nueva versión de 'El color púrpura'

Envía mi hija al grupo de WhatsApp que tengo con mis vástagos –me apresuré a ponerle de nombre ‘Amor de madre’, antes que alguno lo llamara algo del tipo ‘Madre no hay más que una y me tuvo que tocar a mí’— el tráiler de la nueva versión de la película ‘El color púrpura’ que llegará a España en 2024. Me conocen como si fueran hijos míos y saben que está en lo más alto de las películas que he visto tropecientas veces —sola, porque sí— en la que figuran prestigiosos y variopintos títulos como ‘Notting Hill’, ‘El hijo de la novia’ y ‘Diarios de motocicleta’. Se las recomiendo todas. Pero el entusiasmo de mi primogénita por este nuevo estreno se debe a que, a pesar de conocerme al dedillo la historia, sabe que lloro exactamente tres veces a lo largo de las dos horas y media de película.

Por si entre mis ilustrados lectores hay alguno de la generación Z para quien ‘El color púrpura’ no sea más que un Pantone 18-3838 hago una pausa para explicar que la película de 1985 dirigida por Steven Spielberg y basada en la novela homónima de 1982 de Alice Walker se vale de las cartas que Celie escribe a su hermana Nettie —y a Dios— para narrar la durísima vida de las mujeres afroamericanas a principios del siglo XX, víctimas del esclavismo blanco, pero también del patriarcado negro. La novela le valió a Walker el Pulitzer de ficción y la película de Spielberg fue nominada a la friolera de once premios Oscar —pese a que no terminó llevándose ninguno— y su versión musical de Broadway en 2005 se hizo con once nominaciones a los Premios Tony. Ahora, el anuncio del nuevo estreno promete lo mejor de todos sus formatos, llevando a las pantallas la versión musical de la historia, con el exdirector convertido en productor junto a Oprah Winfrey —otra de las protagonistas de la adaptación cinematográfica de 1985—.

Volviendo con las generaciones Baby boom, X y Millenials, este remake, este reboot, esta púrpura segunda vez me ha hecho reflexionar en lo curioso del asunto ese de las veces. Como que la palabra fuera un cajón desastre, una cinta americana que vale para casi todo. Del ¿quién da la vez? Había una vez, rara vez, a la vez, a su vez, en vez de, hacer las veces, cada vez más, de vez en cuando, de una vez para siempre, por enésima vez al otra vez será… ¡Si incluso aprobé la teórica del coche a la primera y a la segunda vez! —esa historia ya se la cuento otro día—.

Pero por encima de todo en la mala prensa que tienen las segundas veces. Rotundamente: ‘Segundas veces nunca fueron buenas’. ¿De verdad o es una autoexcusa para justificarnos nuestras nulas ganas de perdonar o el esfuerzo de volver a intentarlo? Nos respondió ya Thomas Edison allá por el siglo XIX cuando dijo: "No me equivoqué mil veces para hacer una bombilla, descubrí mil maneras de cómo no hacer una bombilla". Y el pasado mes de abril el jugador de la NBA, Giannis Antetokounmpo, tras la derrota de su equipo, Milwaukee Bucks, que partía como claro favorito, frente los Miami Heat. En la rueda de prensa posterior al partido un periodista le preguntó al jugador si veía la temporada como un fracaso para su equipo. Antetokounmpo, visiblemente afectado, le respondió: "Ya me preguntaste lo mismo el año pasado, ¿a ti te ascienden todos los años en tu trabajo? No, ¿verdad? Cada año trabajas por algo, con un objetivo, que puede ser obtener un ascenso, ser capaz de cuidar a tu familia, darles una casa, cuidar de tus padres... No es un fracaso, son pasos hacia el éxito". Para terminar: "Michael Jordan jugó 15 años y ganó seis campeonatos. ¿Los otros nueve fueron un fracaso? ¿Es eso lo que me estás diciendo? Es una pregunta equivocada porque no hay fracaso en el deporte. Lo que hay son días buenos y días malos; algunos en los que eres capaz de triunfar y otros en los que no. De eso se trata el deporte".

Y perdónenme los lectores de la Baby Boom a la Z si caigo en el romanticismo, pero aún tengo un último ejemplo con mi amigo Joaquín, que este sábado se casa —¡por fin!— con Virginia. No es la primera vez para ninguno de ellos, pero tampoco entre ellos y no pasa nada. Son la evidencia de que en las veces, como en las acepciones del diccionario, a veces más que la primera valen la segunda o la tercera:

Vez;

1. Alternación de las cosas por turno u orden sucesivo.

2. Tiempo u ocasión determinada en que se ejecuta una acción, aunque no incluya orden sucesivo.

3. Tiempo u ocasión de hacer algo por turno u orden.

¡Ahí está! ¡ "Tiempo u ocasión"!

Ocasión;

1. Oportunidad que se ofrece para conseguir algo.

2. Causa o motivo por que se hace algo.

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Y si esta oportunidad para disfrutar una película, hacer un descubrimiento o volver a ganar un partido; si a estas alturas del partido se nos presenta el amor… me declaro fan de las segundas —y las terceras y las cuartas veces, ¡todas las que hagan falta!— hasta que encontremos esa causa o motivo, ese lugar o esa persona en la que querer quedarnos. Sin prisas. Con ganas. Y si es en versión musical… mucho mejor.

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