Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE

Íñigo Errejón, la coherencia ultrajada

 Errejón ha desaparecido y está en tratamiento contra sus adicciones

Íñigo Errejón. / Europa Press

 La duda es si escribir sobre la persona o sobre el personaje. Finalmente, Errejón ha resultado ser un actor. Además de un presunto acosador y abusador y un ser con un comportamiento deleznable. La hipocresía era esto. Errejón ha interpretado su papel mejor que cualquier alumno aventajado de una escuela de interpretación. No sabemos cuántos delitos ha cometido, pero sí está claro que las villanías fueron muchas.

Por la mañana defiendes en el Congreso una propuesta sobre conciliación familiar y horarios; por la tarde das un mitin, antes de la cena presentas un libro y ya, con el expediente de la ejemplaridad pública cumplido y una vez que has aparecido en todos los telediarios, te vas de fiesta. A esnifar una rayita en el culo de una muchacha, lo cual no es delito (y si es consentido supongo que será muy placentero), acabando la jornada y la noche con cierre de pestillo, amenazas y una conducta asquerosamente machista posiblemente delictiva. Le cundía el tiempo al hombre. No todo el mundo a tan temprana edad ha caído desde tan alto.

Igual que el aleteo de una mariposa puede desencadenar acontecimientos grandiosos en otra parte del globo, los escarceos no consentidos de Errejón han ocasionado finalmente una lucha por el poder en la izquierda, el desinfle de Sumar y una perplejidad considerable en el electorado. Pero como todo va tan rápido y tal y como decía alguien el otro día a este cronista: quién habla ya de Errejón. En efecto, con la DANA y el drama de Valencia, el dolor y las muertes, la incompetencia política y el sobrecogimiento, los medios hemos concedido ya menos espacio a este señor, Errejón, que no obstante atesoraba, fariseamente, valores e iniciativas políticas apreciables, como sobre la jornada semanal de cuatro días o la salud mental. Íñigo Errejón, cara de niño eterno, gafitas, tal vez carne de matón en el patio del colegio, empollón, examigote de Pablo Iglesias. Nació en Madrid en 1983, hijo de un alto funcionario y una bióloga y activista. Buen ambiente, buena biblioteca en casa. Estudió en colegios públicos, en Pozuelo, antaño casi sinónimo de clase acomodada; estudió Políticas en la pública y allí trabó amistad con quienes fundaría Podemos. El resto es conocido: traiciones cruzadas y abrazo a Manuela Carmena, que parecía la abuelita con su nieto, pero que ahora no sabemos si en realidad Errejoncito estaba magreándola. Fundó Más Madrid, con el que hizo un roto a Podemos.

otografia de archivo del 02 05 2018 de Manuela Carmena e Íñigo Errejón. / EFE

Errejón siempre se sintió atraído por el populismo y la izquierda, sobre todo latinoamericana. Muchos empezaron a leer a Laclau gracias a él. Lo estudió a fondo, al populismo, no a Laclau, en California y en otras universidades europeas, donde realizó estancias. Donde no estuvo mucho, casi nada, fue en Málaga, cuya Universidad le hizo, un departamento, una beca a medida para que cobrara y ni hiciera acto de presencia. Ni investigaba, ni daba clases ni las recibía. Chollo. La beca era para realizar un trabajo titulado: La vivienda en Andalucía. Diagnóstico, análisis y propuestas de políticas públicas. Tenía, teóricamente, jornada diaria presencial y cobraba 1.800 euros brutos al mes. Ya se ve el fruto de ese trabajo, no hay más que echar un ojo al mercado de la vivienda en Málaga.

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Hasta Susana Díaz en su día (declaraciones del 10 de diciembre de 2014) dijo que Errejón "devolvería el dinero público". Todo, claro, presuntamente, todo, claro, olvidado sin presuntamente. Las noticias de la época a este respecto comenzaban con el soniquete de "Tremendo escándalo el que protagoniza Íñigo Errejón". Buah, qué sabremos lo que es un escándalo de verdad. Ahora lo sabemos. Las denuncias en la página de Instagram de Cristina Fallarás, clausurada por esta red, va en aumento. Errejón ha desaparecido y está en tratamiento contra sus adicciones. Fue visto saliendo de casa y montando en un coche rumbo a la irrelevancia. Con parada en el escarnio. Merece tanta reprobación como un juicio justo y presunción de inocencia. No todo lo reprobable es delito, pero todo lo reprobable es inadmisible en un político que pretendía dar lecciones. La incoherencia se cuela por nuestras entretelas. Ultrajada.

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