Opinión | DESPERFECTOS

La clase media entre pisos

En este momento el ascensor social se ha quedado parado entre plantas, pero la recuperación económica, en todo caso, podría ponerlo en marcha

Un hombre mira en el escaparate de una inmobiliaria las ofertas de pisos y casas en venta y alquiler / Andrés Cruz | EPC

El ascensor social está parado y la clase media se ha quedado entre dos pisos, en precario y sin mando. El destino de las clases medias ha sido pagar todas las crisis económicas, aunque otros lo hayan pasado peor. La fatiga es grande, el mantenimiento del Estado de bienestar y su aportación a la estabilidad política han ido a menos. La mesocracia de siempre está fosilizada. De cada vez la clase media pierde estilo de vida ya capacidad de ahorro. Ya nadie le agradece a la clase media que fuera el sostén de Occidente. Por ahí reaparecen profetas que los instintos de clase media dejaban sin altavoz. Algún analista nos explicará algún día como la crisis de las clases medias ha sido un elemento del procés secesionista en Catalunya.  

Como de costumbre, echamos el agua de la bañera con el bebé dentro. Eso es lo que significa constatar la precarización de la clase media, transformada en low cost, y luego ya dar directamente por supuesto que la clase media es del todo innecesaria. Atrapada por la hipótesis de un enfrentamiento tectónico entre dos extremos económicos, la clase media quizás pueda resistir las devaluaciones internas, los recortes presupuestarios y la miniaturización salarial, pero ahora mismo, le falta confianza en sí misma, tanta que difícilmente puede dar confianza al conjunto de la sociedad. 

Del empresario autónomo de clase media baja al profesional de clase media alta, lo que da energía a la clase media moderna es el ascensor social, la movilidad social. En este momento el ascensor se ha quedado entre dos pisos, pero la recuperación económica, en todo caso, podría ponerlo en marcha.

No es la primera crisis por la que pasa la clase media. En el caso de España, la familia solo en parte ha resistido a tanta inclemencia des-industrializada. Cuando puede, se afinca en el estilo Ikea y en las marcas blancas, en respuestas ingeniosas al paro, pero la deuda pública es imparable. La inmigración amedrenta. Sin clase media el sentido comunitario se debilita. Y los hijos de clase media están asumiendo que probablemente ya no tendrán el nivel de vida que han tenido sus padres. La demografía hará recaer el peso del Estado del Bienestar en la nueva generación, el reemplazo generacional. Los hijos de padres ingenieros se matriculan en filosofía y letras. ¿Seremos más narcisistas o más desarraigados? Relativizamos, nos tienta la paranoia. Preferimos sentirnos víctimas a ejercer de ciudadanos. Bajamos en los informes Pisa. Ser de clase media es un descrédito.

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Así fue como nos pusimos a hablar de “fractura social” y de poca representación social. La sociedad de post-clase media ha comenzado, pero eso es una reconversión y no un finiquito. En tiempos de polarización económica, las clases medias son aún más significativas en todos sus estratos. Se habla de post-clase media y también de un fin cadavérico de las clases medias. De todos modos, con la clase media puede ocurrir como con las brujas de Galicia: no creemos en las meigas pero, haberlas, las hay.

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