Opinión | UN MILLÓN

Irónicos y anirónicos

El Centro de Investigaciones Sociológicas debería determinar el porcentaje de españoles que no entienden la ironía para que no nos dejen sin el placer del juego a los que nos gusta usarla y oírla

Dos personas conversando / Pexels

En una tertulia de RNE repiten por enésima vez que "la ironía se entiende fatal en la radio". No logran expulsar la ironía de la radio por más que adviertan del riesgo de su uso, como no se dejan de rodar escenas con luces intermitentes sostenidas que pueden afectar a las personas con epilepsia fotosensible y se avisa al inicio. También se puede decir que en la prensa se entiende mal la ironía y eso que hay facilidades más cómodas de volver sobre el texto y de circular el contexto.

En realidad, en los medios de comunicación y en las conversaciones privadas la ironía se entiende bien si prestas atención y la educas, pero la entienden mal los anirónicos, que no oyen la frecuencia del sonsonete, la campanilla del retintín, el tonillo en re de la reticencia.

El Centro de Investigaciones Sociológicas debería determinar el porcentaje de españoles que no entienden la ironía para que no nos dejen sin el placer del juego a los que nos gusta usarla y oírla. Hace falta saber cuál es la minoría a la que proteger, sean los irónicos o los anirónicos. Si hay que proteger a los anirónicos sin quitar la ironía de los medios, créense programas y artículos especiales en los que no aparecieran trazas de sorna, según el modelo de los restaurantes especializados en cocinar para celíacos, a los que acudo cuando ceno con amigos intolerantes al gluten. Cuando los anirónicos notan que no entienden suelen reaccionar con intolerancia, se sienten defraudados, quizá por fastidio ante su discapacidad humorística, quizá por indigestión de la incongruencia.

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La última persona a la que oí que se le recordaba que la ironía se entiende mal en la radio fue a Pablo Iglesias, fundador de Podemos, quien la usa con la frecuencia de quien se comunica mucho entre los que frecuenta. Tiene gran destreza en hablar como sus antagonistas para decir lo contrario. ¿Hace falta advertir a los anirónicos cuándo usa esa retórica? Para muchos de ellos son sus intervenciones más juiciosas. El aviso revictimiza.

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