Opinión | TRES EN LÍNEA

Pasar página

Estaremos conteniendo el aliento hasta el último minuto, porque a los que no votamos entre Trump y Harris el resultado nos afecta también en gran medida

Momento del debate entre Donald Trump y Kamala Harris. / Europa Press/Brian Cahn

Donald Trump es el mayor peligro para la democracia, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo occidental. Todo lo que se ha reflexionado sobre cómo los nuevos populismos acaban con el sistema de libertades valiéndose de sus propias herramientas para socavarlo se encarna en él. Los libros publicados con la crónica de su primer mandato en la Casa Blanca llevan títulos explícitos: Miedo, Furia, Peligro, RabiaUna segunda presidencia podría tener consecuencias nefastas definitivas para un país que necesita coserse en vez de persistir en el enfrentamiento civil y para una Europa en la que cada convocatoria a las urnas, da igual en qué país, es una agonía.

Por eso es una buena noticia que Kamala Harris se haya impuesto con nitidez a su contrincante en el primer debate electoral con Trump. Ganar un debate no garantiza ganar unas elecciones, y menos con el sistema electoral norteamericano, pensado para una sociedad rural y de frontera que poco tiene que ver con la actual. Pero perderlo sí ha sido el fin de muchos aspirantes, e incluso de presidentes en ejercicio, que se lo digan a Joe Biden.

He utilizado el término "impuesto" exprofeso. Porque eso es lo que hizo Harris en el debate. Imponerse a Trump. Y esa es aún mejor noticia que el hecho de que saliera victoriosa de la cita. No deja de ser sorprendente que en manos de un tándem formado por una política cuyo paso por la vicepresidencia, lejos de acrecer su figura, la había desdibujado, y un gobernador prácticamente desconocido hasta el momento en que entró en el "ticket", los demócratas hayan encontrado por fin el camino para desmontar a Trump. Pero Harris y Walz lo están consiguiendo.

La mentalidad (y el comportamiento) de Trump es el del matón de patio de colegio. Que el colegio en cuyo patio pretende imponer su ley sea la mayor potencia mundial y que el tipo no lleve un tirachinas sino, si vuelve a ocupar la Casa Blanca, un maletín nuclear, no cambia el perfil, por muy pueril que pueda resultar a algunos verlo escrito. Los demócratas, y con ellos algunos reputados republicanos, han estado combatiendo hasta aquí a Trump como lo que es, una amenaza letal. Pero el camino que ahora están siguiendo, señalando quién es realmente, resulta en principio más exitoso. Quién es Trump, ese señor mayor que no quiere atender las necesidades de los ciudadanos, sino contagiarles sus obsesiones, que desprecia la verdad, las leyes y las más elementales reglas de la convivencia y que fanfarronea para esconder que, en realidad, es un perdedor. Y quiénes son los que le rodean: una pandilla de tipos "raros".

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Las elecciones norteamericanas se van a disputar en muy pocos estados y el nombre de quien ocupará la presidencia lo decidirá un porcentaje de votantes exiguo respecto del censo total, según coinciden de momento todas las encuestas. Estaremos conteniendo el aliento hasta el último minuto, porque a los que no votamos el resultado nos afecta también en gran medida. Pero de momento la campaña de Harris no sólo está doblándole el pulso a Trump. Sobre todo, emplaza al Partido Republicano a ir desprendiéndose de la tiranía a la que sus dirigentes se han estado prestando, de forma vergonzosa e injustificable tras el asalto al Capitolio. Si Harris tiene un mensaje fuerza que vale lo mismo para su partido que para el rival, es el de que es hora de pasar página.  

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