Opinión

Cuando la cultura del recuerdo sirve para ocultar los crímenes del presente

Un régimen del que fueron también víctimas en la Segunda Guerra Mundial, algo que hoy se tiende fácilmente a olvidar, siete millones de civiles y otros tres millones de militares soviéticos presos por el Ejército de Hitler

Campo de concentración de Mauthausen en Mauthausen, Austria. / ShutterStock

Como signo de arrepentimiento por su criminal pasado bajo el nacionalsocialismo, la nueva Alemania se convirtió tras la SGM en precursora de la que se ha dado en calificar de “cultura del recuerdo”.

Con ella se busca mantener presente en la conciencia colectiva de las nuevas generaciones lo que representó un régimen que asesinó no sólo a seis millones de judíos, sino también a cientos de miles de gitanos, a decenas de miles de homosexuales y minusválidos así como a sus opositores políticos, sobre todo comunistas. Un régimen del que fueron también víctimas en la Segunda Guerra Mundial, algo que hoy se tiende fácilmente a olvidar, siete millones de civiles y otros tres millones de militares soviéticos presos por el Ejército de Hitler.

Quienes trabajamos en los años ochenta como corresponsales extranjeros en la Alemania dividida no podíamos sino admirar caso cómo las instituciones trataban de mantener vivo el recuerdo en aquella tragedia y la responsabilidad que había tenido en ella toda la sociedad y no sólo sus gobernantes.Lo cual contrastaba fuertemente con el deliberado olvido oficial que los españoles sentíamos que existía en nuestro propio país de los crímenes de la guerra civil y de la posterior dictadura franquista.

Hoy, sin embargo, nuestra admiración de entonces se ha transformado en profunda decepción cuando no enojo por el modo en que la Alemania oficial de hoy trata de utilizar la cultura del recuerdo para ocultar los crímenes israelíes del presente.Desde que Hamás lanzó su mortífero ataque contra Israel el pasado 7 de octubre, tanto políticos como medios germanos tratan de justificar la campaña genocida con la que respondió el Gobierno de Benjamín Netanyahu como elemental derecho a la autodefensa del así agredido.

Los alemanes parecen incapaces de reconocer que los descendientes de quienes fueron ayer sus víctimas puedan haberse convertido hoy en verdugos de otro pueblo, inocente además, a diferencia de ellos, de la tragedia del Holocausto.En un claro intento de ocultar lo que sucede en Gaza, los medios de comunicación germanos invitan continuamente a sus debates a personalidades judías que recuerdan el Holocausto a la vez que defienden al actual Estado sionista.

El calificativo de “terrorista” se aplica continuamente en la televisión y la prensa escrita a Hamás sin que se le ocurra a nadie tachar al mismo tiempo de “terrorismo de Estado” los masivos bombardeos de viviendas, escuelas u hospitales que lleva a cabo día tras otro el Ejército israelí.Mientras tanto, se encarga a la policía reprimir con dureza las protestas de quienes denuncian la ocupación y los bombardeos con el argumento de que en ellas se utiliza la expresión “desde el río (Jordán) hasta el mar” y se tacha de “antisemitas” a los manifestantes, muchos de ellos judíos.

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Y se impide el nombramiento a puestos académicos o la participación en actividades culturales a intelectuales y artistas que  critican el genocidio y la política racista de un Israel cuya “seguridad“ Alemania ha declarado, en acto de supuesta contrición, su propia “razón de Estado”.

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