Generación internet

'Influencers' virtuales: qué son y cómo se mueven

Los equipos de márketing intentan monetizar el personaje creando dramas y situaciones que a menudo generar rechazo por exageradas

Bella Hadid y la ’influencer’ virtual Lil Miquela.

Marina León

Shudu es la primera supermodelo digital del mundo; a Rozy le encanta el KPop, y Noonoouri es activista vegana. Lil Miquela gana alrededor de 10 millones de dólares anuales, le apasiona ir a conciertos y disfrutar de la buena comida con sus colegas de profesión Bermuda y Lawko. En 2018 fue declarada por la revista 'Time' una de las 25 personas más influyentes de internet. Lo que tienen en común estas ‘influencers’ es que todas son virtuales, y que aunque asistan a pasarelas de moda y otros eventos de marcas tan populares como Prada o Fenty Beauty, no conseguiremos verlas físicamente porque son producto de la tecnología CGI (Imágenes Generadas por Computadoras).

Tienen entre 133 mil y 6,3 millones de seguidores en Instagram y detrás de ‘influencers’ virtuales como Magalu hay empresas como la especialista en dispositivos electrónicos Magazine Luiza, mientras que la ‘start-up’ tecnológica Brud gestiona el negocio de @blawko22, @lilmiquela o @bermudaisbae. Son compañías que han sabido analizar a la perfección qué atributos de los 'influencers' humanos enganchan a los usuarios para trasladarlos a estos personajes animados, como explica Antonio Ortiz, cocreador del pódcast Monos Estocásticos.

Como humanos

Otro asunto es si son capaces de generar la conexión necesaria con los usuarios para monetizar su labor, algo que según Ortiz, es complejo “por muy realistas que parezcan”. De hecho, hay algo en estos avatares que todavía a muchos les provoca rechazo, lo que conocemos como “valle inquietante”. “Es ese punto en que la imitación del ser humano es muy exagerada y nos produce repelús”, explica el analista.

También puede ser que nunca lleguen a generar la confianza que los humanos consiguen. Como afirma Patricia Ruiz, coordinadora de Maldita Tecnología, en el artículo 'Influencers' virtuales: qué son y qué puede implicar que la gente crea que se trata de personas reales', “con ellos vemos publicidad de la marca”. En cambio, con los humanos, confiamos más en “la decisión personal” a la hora de anunciar productos. Sencillamente, porque el avatar no es capaz de “experimentar, entender ni decidir sobre lo que está viendo”.

Eso sí, a juzgar por las interacciones entre usuarios y avatares, parece que la relación que se establece es bastante natural. Lil Miquela desapareció hace una semana en Instagram y sus seguidores la añoraban. En su último ‘post’ algunos comentan: “¡Está de vuelta!” o “Te he echado de menos”. Y si leemos los comentarios que los usuarios dejan en sus perfiles, en poco se diferencian de los que hay en los perfiles de los ‘influencers’ de carne y hueso. A la modelo Shudu la piropean al publicar una foto posando para la marca BMW, a Rozy le piden que se cuide y duerma bien mientras enseña su “viaje” a Dubai y a Noonoouri le felicitan que se posicione a favor de los derechos de los Osos Panda.

Puro márketing

Aunque generan relaciones parecidas a las humanas, es importante tener presente que, como el resto de estrategias de márketing, el objetivo de estos ‘influencers’ es obtener beneficios económicos. Apunta Ruiz que de manera “más fácil”, puesto que “con un ‘influencer’ virtual el equipo de márketing que hay detrás tiene el control absoluto de todo, algo que no sucede con los de carne y hueso, que pueden meterse en líos”.

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El componente sorpresa también juega un papel importante en esto de crear ‘engagement’ (compromiso). El caso es que aunque algunos llevan activos desde 2016, todavía nos sorprende que sean capaces de exponer sus ‘dramas’ de la forma más humana posible. Como Lil Miquela, que cuenta en TikTok que “ser un robot es difícil porque tus amigos crecen y tú mantienes la misma edad para siempre” o la historia de cómo “reconectó” con su ex. Es indudable que en el mundo de los avatares, por el momento, lo que ‘se lleva’ es parecer lo más humano posible y jugar a diluir la diferencia entre el mundo virtual y el mundo de carne y hueso.

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