PSICOLOGÍA
Blues de Navidad o depresión blanca: ¿por qué hay personas incapaces de disfrutar de la Navidad?
Detrás de este cuadro médico no siempre hay graves problemas o pérdidas recientes que nos impidan disfrutar de las fechas.
La ‘depresión blanca’: cuando somos incapaces de disfrutar de la Navidad / Drazen_zigic. FREEPIK
Rebeca Gil
Amor, alegría, reencuentro, ilusión, magia, fiesta…. Estos son algunos conceptos con los que relacionamos la Navidad.
Un ambiente navideño con el que la mayoría hemos empezado a disfrutar desde hace casi un mes, cuando comenzaron a emitirse los primeros anuncios y los turrones aparecieron en las estanterías de los supermercados.
Pero no todo el mundo disfruta de la Navidad. Es más, para algunos es una época amarga en la que se ven superados por el ambiente festivo.
Es lo que se denomina tristeza navideña, depresión blanca o blues de Navidad.
Como explica el doctor Xavier Fàbregas Pedrell, médico especialista en adicciones y trastornos de salud mental y director médico del centro MAS FERRIOL, “la tristeza navideña es un cuadro que mezcla síntomas de depresión y de ansiedad en personas que viven las fiestas de Navidad como algo que les supera”. “Para estas personas, el ambiente festivo, las reuniones familiares, los regalos, las casas engalanadas se viven como algo hostil, y se anticipa un sufrimiento que no cesa hasta el final de las celebraciones”, apunta.
¿Qué hay detrás de la tristeza navideña?
Si uno se encuentra entre aquellos para los que la Navidad más que una época de disfrute es un ‘mal trago’, debe saber que estos sentimientos no son tan raros.
El doctor Fábregas señala como “si preguntamos a la gente de nuestro alrededor encontraremos a no pocas personas que sienten esa tristeza navideña que estamos describiendo”.
Y no, detrás de este cuadro médico no siempre hay graves problemas o pérdidas recientes que nos impidan disfrutar de las fechas.
- “Simplemente es que hay diferentes sensibilidades o momentos vitales que hacen que vivamos las situaciones de fiesta de forma distinta, que además se alargan durante varios días y por tanto ponen a prueba nuestra resistencia”.
Hay personas que en las fiestas lo dan todo: decoran sus casas, utilizan cualquier elemento navideño como complemento, organizan encuentros familiares y de amigos, compran multitud de regalos… Y “este exceso de alegría de algunos retrae a los demás, que no comprenden este derroche de emociones desatadas”.
En otros casos, detrás de la depresión blanca puede haber problemas concretos, por ejemplo, una pérdida que se hace más patente durante las reuniones familiares, una situación de divorcio o “la tristeza de no poder compartir con los seres queridos porque están lejos, crean la sensación de falta, el síndrome de la silla vacía”.
Detrás de este cuadro médico no siempre hay graves problemas. / Freepik
¿Pueden agravar las fiestas el estado de los pacientes con trastornos mentales previos?
“Es conocido que los días más cortos del otoño y el invierno empeoran muchos procesos depresivos”, señala el especialista en trastornos. Si esto le sumamos que una persona aquejada de depresión no se siente con ánimo para participar de la alegría “casi forzosa de las fiestas, es probable que aumente la sensación de culpa por no estar a la altura de las expectativas”.
Porque si para una persona con un cuadro depresivo ya es difícil buscar la energía y la actitud para afrontar la vida en general, cuando es casi obligatorio tener ánimo, el trance puede resultar muy duro.
Esto en cuanto a la depresión. Pero para los pacientes con trastorno de ansiedad la situación tampoco es fácil. En estas personas, la ansiedad “suele aumentar de forma significativa, especialmente si hay un alto grado de autocrítica y de falta de confianza en uno mismo, ya que en la comparativa imaginada se crean expectativas demasiado exigentes”.
“Las inseguridades crecen por la obligación de interaccionar cumpliendo un rol que se plantea como inalcanzable, que contrasta con los que parecen tan felices, tan seguros, tan bien encajados en una nube de aparente armonía, paz, amor y polvorones”, comenta el doctor Fábregas.
Y, por último, también en estas fechas se pueden ver incrementados los niveles de estrés en personas que viven con angustia situaciones concretas. Acertar con los regalos, la preocupación por el gasto económico de las fiestas, relacionarse con parientes con los que no se tiene buena relación, la cercanía forzosa con los compañeros de trabajo en la cena de Navidad de la empresa...
Señales de la “depresión blanca”
Probablemente y aunque lo hayamos sufrido, no conocemos los síntomas que denotan estamos sufriendo una “depresión blanca”. El doctor Fábregas nos da algunas pistas para saber qué nos está pasando.
• “En algunas personas se manifiesta con ganas de llorar, sensación de inquietud, falta de energía o incluso irritabilidad que contrastan con un ambiente general de alegría, de mensajes fraternales y músicas empalagosas que nos bombardean como si pasarlo bien y disfrutar fuese obligatorio”.
• En otros casos, lo que sentimos es “una sensación de nostalgia por otras Navidades del pasado, cuando éramos niños y de hecho nos creíamos el espíritu de la Navidad. Y cuando los que nos faltan ahora no faltaban”.
Durante estas fiestas pueden aumentar los niveles de estrés.
Cómo afrontar las navidades
A pocos días de meternos de lleno en las fiestas, si el ánimo no nos acompaña y queremos pasar estos días lo mejor posible, Xavier Fábregas facilita algunas recomendaciones:
• Compartir lo que sentimos. Hablar de lo que nos pasa en esta época nos va a permitir darnos cuenta de que es un sentimiento “compartido por muchos, ya que no es obligatorio ser o parecer feliz solo porque es Navidad”.
• Estar en contacto con niños. “Es habitual que los que tienen hijos pequeños vivan la fiesta con un extra de ilusión. Y la ternura con la que acompañamos a las criaturas en cada uno de los rituales infantiles nos redime temporalmente de nuestra insatisfacción por haber perdido esa magia”.
• Dosificar las energías. Se trata de reservar las pocas ganas de celebrar que tengamos “para los momentos en los que vale la pena hacer el esfuerzo de compartir, ya que son las personas a las que queremos de verdad y nos importan. No hace falta estar en todo y está bien escoger las situaciones en las que uno decide participar, eso sí, de forma activa”.
Es el especialista denomina ‘exposición controlada’, en la que se intenta disfrutar de ese momento. “No se trata de fingir si no de copiar las actitudes y los comportamientos que al principio son forzados pero que si uno se deja llevar pueden adquirir un formato de interacción más positiva que el sucumbir a quedarse en un rincón apartado. Eso sí, ese trabajo se reserva para las ocasiones realmente importantes y no se malbarata en múltiples momentos en los que no vale la pena hacer el esfuerzo”.
• Plantear un cambio de escenario. “Si se puede, ir a la nieve, volver al pueblo de origen o reencontrarse con los que están lejos y que vienen unos días puede aliviar la nostalgia”.
• “Un acto solidario, la participación en una acción social de voluntariado puede ayudar también a dotar las fiestas de un aspecto diferente ya que permite revalorar las necesidades propias frente a las de otros más desfavorecidos”.
“Y sobre todo el saber que, aunque estemos especialmente sensibles no deja de ser un episodio vital del que podemos aprender algo. Y siempre nos queda leer el Cuento de Navidad de Dickens o volver á ver Que bello es vivir”, concluye el doctor Fábregas.
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