HOTELES CON HISTORIA (II)
Casa familiar, agencia de publicidad, incluso morada de un fantasma: el escondite en el que Zafón hilvanó 'La sombra del viento'
El Hotel Mirlo se alza desde hace unos pocos años en la Torre Macaya, que el malogrado escritor rebautizó en su obra cumbre como Palacete Aldaya. Con categoría cinco estrellas, todas las habitaciones cuentan con spa privado
Exterior del Hotel Mirlo, en la avenida del Tibidabo. / Hotel Mirlo
Mil veces he querido recuperar aquella primera tarde en el caserón de la avenida del Tibidabo con Bea en que el rumor de la lluvia se llevó el mundo
Y como esta, Carlos Ruiz Zafón menciona la céntrica arteria de la ciudad condal una treintena de veces más en La sombra del viento, su novela por excelencia. Más en concreto, vuelve una y otra vez al caserón que se alza majestuoso en la esquina con el carrer de Roman Macaya, un personaje muy relacionado con esta historia. Pero vayamos por partes. El malogrado escritor se refiere a este precioso edificio modernista de principios del siglo XX como el Palacete Aldaya, pero su nombre real es Torre Macaya. Una familia catalana hizo realidad hace tres años el sueño de sus lectores: visitar (y dormir) en la residencia del misterioso -a veces incluso fantasma- Julián Carax. La misma en la que trabajó durante un tiempo el propio Zafón.
En el Hotel Mirlo duermen varias ediciones de 'La sombra del viento'. / Hotel Mirlo
El Hotel Boutique Mirlo, de cinco estrellas, ofrece a sus huéspedes una estancia singular a cambio de al menos 300 euros por noche (el desayuno hay que abonarlo aparte). A muchos les enamorará su cuidado jardín o su piscina infinita, pero los más detallistas seguro que se recrearán en las numerosas ediciones de La sombra del viento que decoran sus estanterías. No se trata de un libro cualquiera: se ha traducido a alrededor de 40 idiomas y se han vendido más de 25 millones de ejemplares en todo el mundo. Símbolo de las letras en español, los turistas extranjeros también lo reconocen en un primer vistazo. "La Torre Macaya contempla con presencia y personalidad no solo a los amantes de la arquitectura modernista, también a los que alguna vez estuvieron cerca de volar en la sombra de algún libro", reza su página web.
El alojamiento se compone de 16 habitaciones con spa propio divididas en cuatro plantas. De los cinco tipos disponibles, tres tienen la categoría de suite y la mayor ocupa 50 metros cuadrados. El universo de Daniel Sempere flota en este escenario, con permiso del cementerio de los libros olvidados. No son pocos los ávidos lectores que se han acercado al recinto con la esperanza de ver la escalera que Zafón describe en sus páginas como una creación de mármol "quebrada y cubierta de escombros y hojarasca". Su sorpresa al encontrar una escalinata de madera no ensombrece la emoción que nace al imaginar al protagonista ascender por ella cuando se acerca el final del libro.
El número 32
Antes de volverse hotel de lujo, la Torre Macaya ha tenido muchas vidas. Y todas están de alguna manera marcadas en sus muros. El primer dueño conocido fue Roman Macaya, célebre por ser uno de los promotores del Tibidabo. De estirpe italiana, también se le atribuye parte del mérito de la modernización de Barcelona en los siglos XIX y XX. Su construcción se data en 1932, cuando el proyecto de la Sagrada Familia ya llevaba medio siglo en marcha y Gaudí había fallecido ocho años antes. Es decir, la semilla del modernismo ya había germinado a orillas del Mediterráneo.
En las décadas siguientes varias empresas fijaron en ella su sede. Hasta que su destino cambió cuando cruzó su puerta Carlos Ruiz Zafón, por aquel entonces publicista. Esos ojos ocultos tras unas características gafas redondas de pasta negra imaginaron un mundo dentro de esas mismas paredes en sus jornadas de trabajo en la agencia Ogilvy. Algunos incluso se aventuran a decir que allí puso el punto final a su obra más universal, la que también fue el inicio de una tetralogía que duró quince años: tras La sombra del viento llegaron El juego del ángel, El prisionero del cielo y El laberinto de los espíritus. La última línea vio la luz en 2016, apenas cuatro años de fallecer víctima de un cáncer de colon. La saga es, según él mismo declaró, un homenaje a sus lectores, pero también a la propia literatura.
Ahora ellos tienen un sitio donde rendirle tributo. Un enclave único al que el Ayuntamiento de Barcelona ha reservado una catalogación especial. En su última remodelación, a cargo de Murad García Studio, los arquitectos tuvieron que respetar íntegramente la fachada y los falsos techos, que aún se conservan de la edificación original. Los árboles que dan sombra en el jardín trasero también están protegidos por su antigüedad. Lo que permanecerá siempre ligado a la Torre Macaya es el alma de un muchacho que soñó con una vida entre libros.
La reconocí al instante. La torre de ‘El Frare Blanc, en la avenida del Tibidabo. Al dorso de la fotografía venía una inscripción que decía simplemente: "Te quiere, Penélope"
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