TÚ Y YO SOMOS TRES
La crítica de Monegal: aquella boda y esta adulación televisiva
Telecinco ha sido la primera cadena en lanzar un glorioso documental de tres horas y pico
Celebración de los 20 años de la boda. / Telecinco
Se cumplen ahora 20 años de aquella regia boda de Felipe y Letizia, cuando todavía eran príncipes. Telecinco ha sido la primera cadena en lanzar un glorioso documental de tres horas y pico. Es decir, en su habitual estilo.
Unos cuantos tertulianos en el plató, en la linde entre el cotilleo y el comentarismo; unos videos grabados, opinativos, de criaturas más menos ilustres; un poco de anecdotario entretenido, como el de Miguel Ángel Revilla contando por milmillonésima vez que el día de la boda fue al váter a toda prisa y se encontró a Harald de Noruega evacuando en el trono con el sable en ristre, y toneladas de imágenes de archivo que en estos 20 años se han sucedido.
Es una fórmula baratita para llenar desde el inicio del ‘prime time’ hasta más allá de la una de la madrugada. Y sobre todo es una cómoda fórmula para que los actuales monarcas sepan que el imperio Mediaset está incondicionalmente a su servicio. Según este trabajo, esos 20 años de casados han sido una maravilla. El rey Juan Carlos I adoptó a su nuera con absoluta normalidad, escuchamos que allí se decía sin que a nadie le diera un ataque de tosferina. De los dos contrayentes de esta boda, este programa ha puesto básicamente el foco en uno: Letizia. Ha sido su gran protagonista. Es la solución para el futuro de la monarquía. Es lista, inteligente, rapidísima, tiene fuerza, magnetismo. Ha transformado a Felipe, le ha infundido naturalidad, simpatía, cercanía. Tiene muy buena relación también con la reina Sofía. Y así más de tres horas seguidas. Hombre, pongámonos de acuerdo en una cosa: se trataba de celebrar sus 20 años de casados, no de darles una paliza. En eso coincidimos. Pero deberían ser prudentes con la adulación como sistema operativo. La iteración de la lisonja debilita. Quizá si hubieran invitado a Pilar Eyre, y a Jaime Peñafiel, habrían conseguido un oportuno contrapunto.
Hace unos días el veterano periodista Miguel Ángel Aguilar recordaba en ‘En primicia’ (TVE) que en los años 70, cuando hacía sus crónicas parlamentarias, iba a las Cortes con un sonómetro. Medía la duración de los aplausos, y su intensidad en decibelios. Era muy ilustrativo ver a sus señorías aplaudiendo con servil devoción cualquier cosa que dijera su líder. Y remataba Aguilar con su habitual ‘finezza’ e ironía: "Por sus aplausos les conoceréis". Pues sí. Hoy el aplausómetro sigue.
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