ABUSOS EN LA IGLESIA
Acusado un cura ya fallecido del colegio de El Pilar de Madrid de violar a una niña durante 10 años: "Decía que Dios quería que me tocara así"
La hermana de la víctima, que murió el mes pasado, denuncia que los marianistas han dado largas que han impedido reparar los hechos a tiempo
La orden da validez al relato de la afectada pero afirma que en su acusación no incluyó episodios como haber sido utilizada de "regalo sexual", que califica de inverosímiles
Pocos meses antes de morir, Cristina Pérez se reunió telemáticamente con Iñaki Sarasua, el provincial superior de la Compañía de María en España. Cristina, en ese encuentro, pudo contarle a Sarasua que un sacerdote marianista, Juan Carlos González de Suso (1929-2014), la violó durante diez años y la convirtió en un "regalo sexual" que ofreció a otros curas y hombres de uniforme. Estos hechos ocurrieron durante la década de los 70 en el domicilio de Cristina y en dos centros: en la iglesia de Santa María del Pilar y en el prestigioso colegio de Nuestra Señora del Pilar, más conocido como El Pilar, ambos de la Compañía de María.
La hermana de Cristina, Ana Pérez, fue la artífice de esa reunión telemática con Sarasua. Ana conoció los abusos sexuales que Cristina sufrió de niña en abril de 2023. Tras averiguarlo, viajó a España desde Estados Unidos para denunciarlo personalmente ante los responsables de la compañía. Ana, además, también contactó con EL PERIÓDICO, un medio que comenzó a investigar la pederastia oculta en colegios religiosos en 2016.
La familia acusa al sacerdote Juan Carlos González de Suso de violar a Cristina durante 10 años y de convertirla en "regalo sexual" para otros hombres durante los años 70
Consultada por este diario, la Compañía de María ha asegurado que da credibilidad al relato de la víctima pero añade que hay pasajes, como el hecho de que el cura Juan Carlos la convirtiera en un “regalo sexual” para otros hombres, que Cristina no incluyó en su denuncia telemática a Sarasua y que, por lo tanto, consideran “inverosímiles”.
En octubre de 2023, Ana organizó una entrevista virtual entre este diario con Cristina. Sin embargo, las dos hermanas pidieron que no se hiciera público su testimonio hasta que terminara el proceso que había comenzado con la Compañía de María para reparar a Cristina. Un año después, ese proceso aún no ha terminado. Ana responsabiliza a los marianistas de haberlo dilatado innecesariamente. Los marianistas, en sentido contrario, culpan a Ana de haber impedido un acuerdo con sus exigencias.
La hermana responsabiliza a los marianistas de haber dilatado la reparación de forma innecesaria; la orden la responsabiliza de haber impedido un acuerdo con sus exigencias
Cristina falleció de un ataque al corazón causado por una grave pulmonía el pasado 3 de septiembre, sin haber recibido la carta de perdón ni la indemnización económica que reclamaba.
Tras su fallecimiento, Ana pide, siguiendo los deseos expresos de su hermana, que esta historia salga a la luz.
Muerte del padre
“Mi historia… cuando tenía 3 años y medio perdí la inocencia. Y entré en un mundo de tortura mental y física. Desde entonces he vivido con un miedo constante a ser perseguida, sin fin. Siempre mirando a mi espalda”. Así comenzaba a relatar Cristina a este diario cómo cambió su vida por culpa del padre Juan Carlos González de Suso.
"Con solo tres años y medio entré en un mundo de tortura mental y física. Desde entonces he vivido con un miedo constante a ser perseguida, siempre mirando a mi espalda”
Su madre enviudó con siete hijos a su cargo. El más pequeño era un bebé de 6 meses, y el mayor, un adolescente de 12 años. Los tres hermanos estudiaban en el colegio marianista de El Pilar ubicado en la calle de los Reyes Magos. El padre Juan Carlos era el cura de ese colegio y, tras la defunción del padre de Cristina, en 1970, se acercó a su familia. Comenzó a frecuentar casi a diario su domicilio para, supuestamente, ayudar a su madre. Pero mientras a los hermanos los ponía a hacer deberes en la cocina, el cura se encerraba con Cristina en una habitación de costura.
Agresiones sexuales
Cristina aseguraba en la entrevista con este diario que, durante 10 años, el padre Juan Carlos la violó sin descanso. Le daba piruletas y después le proponía que le hiciera felaciones emulando que chupaba un caramelo. Le metía los dedos en la vagina y, en cuanto le resultó posible, comenzó a penetrarla con su pene.
“Mi abuela descubrió sangre en mi ropa interior, me llevó al médico y me diagnosticó una infección de transmisión sexual: no pasó nada, Franco aún vivía y eso impedía que nadie abriera la boca contra la Iglesia"
La violencia del padre Juan Carlos, decía Cristina, le causaba heridas tan dolorosas que tenía pánico a orinar por el daño que le hacía. “Mi abuela se dio cuenta porque un día descubrió sangre en mi ropa interior, me llevó al médico y el doctor me diagnosticó una infección de transmisión sexual. Pero no pasó nada. Creo que el hecho de que Franco aún siguiera vivo impedía que nadie abriera la boca contra la Iglesia”, lamentaba.
Nadie iba a mover un dedo para rescatarla, y ella no podía pedir ayuda. El padre Juan Carlos había tomado medidas para asegurarse de que no lo hiciera. “Me decía que era un juego entre nosotros, un secreto, que me tocaba así porque Dios lo quería y que si no le obedecía todos seríamos castigados. También me dejaba claro que si lo contaba, mis hermanos serían expulsados del colegio, y que mi madre se enfadaría conmigo”.
“Me decía que era un juego, un secreto, y que si no le obedecía todos seríamos castigados y expulsarían a mis hermanos del colegio"
Sedada
Cristina revelaba durante la entrevista que, en ocasiones, el padre Juan Carlos impregnaba las piruletas de un polvo blanco que la anestesiaba. Y que a veces, cuando no era del todo consciente de lo que sucedía a su alrededor, el cura se la llevaba en taxi a otro lugar, que identifica como el colegio de Nuestra Señora del Pilar ubicado en la calle Castelló, en el barrio de Salamanca. Allí la desnudaba y dejaba a merced de otros hombres, que creía identificar como sacerdotes o laicos “con uniformes y medallas”. “Me convirtió en su muñeca, en un juguete sexual”, subrayaba.
Según Cristina, el cura a veces impregnaba las piruletas de un polvo blanco que la anestesiaba y se la llevaba a un lugar que ella identificaba como el colegio de Nuestra Señora del Pilar, donde la desnudaba y dejaba a merced de otros hombres
En el colegio de El Pilar se han formado líderes empresariales o políticos como José María Aznar, Alfredo Pérez Rubalcaba o Juan Vilallonga. El periodista Juan Luis Cebrián, uno de los fundadores del diario 'El País', reconoció hace pocos años que sufrió abusos sexuales en este colegio. Y añadió, en una entrevista con Jordi Évole, que la pederastia de sus docentes religiosos estaba extendida y la sufrieron muchos alumnos.
Manipulación y amenazas
Cuando llegó el momento de la primera comunión, ella y su hermana Ana comenzaron a ir a la iglesia de Santa María del Pilar a hacer catequesis. El padre Juan Carlos era el párroco de esa comunidad. Ana recibía las enseñanzas, pero a Cristina el sacerdote se la llevaba a un sótano para violarla. “Nunca llegué a hacer ni una clase de catequesis. Pasé mucho miedo al hacer la comunión, o al rezar en público, porque ni siquiera me enseñaron un ‘padrenuestro’”.
“No cuentes nada porque podemos quitarte a tu familia y nunca más volverás a verlos” o “me dejas encantado con lo bien que te portas, tú eres mi preferida” eran frases que el sacerdote decía a Cristina
Las agresiones sexuales se alargaron durante 10 años, hasta que la abuela se la llevó a Galicia. Durante todo ese tiempo también persistió la manipulación del cura para mantenerlas ocultas. A los 57 años, Cristina seguía atormentada por frases como “no le digas a nadie que te toco entre las piernas, Jesús me manda que lo haga”. O “no lo cuentes porque podemos quitarte a tu familia y nunca más volverás a verlos”. O “me dejas encantado con lo bien que te portas, tú eres mi preferida”.
Graves secuelas
A pesar de las graves secuelas que le causaron las agresiones y torturas psicológicas del padre Juan Carlos, Cristina fue capaz de estudiar en la universidad y de convertirse en bombera, primero, y en paramédico de ambulancias, después. “Durante más de 30 años he podido sostener la mano de personas que me necesitaban. Ayudarlas me ha ayudado mucho”, decía.
“He caminado siempre con una sombra negra a mi lado, empecé a autolesionarme desde muy pequeña, la primera vez que intenté suicidarme tenía 12 años", explicaba Cristina
Las secuelas, sin embargo, le impidieron seguir trabajando hasta la jubilación. “He caminado toda mi vida con una sombra negra a mi lado. Me autolesionaba cortándome desde muy pequeña. La primera vez que intenté suicidarme tenía 12 años. Lo he intentado en tantas ocasiones. Cuando tuve a mi primera hija, mi marido me encontró en el garaje con una pistola en la cabeza, sentía que no merecía tener una familia como ellos”.
“Tomo antipsicóticos y ansiolíticos desde 1989. Tengo pesadillas. La enfermedad mental que he arrastrado toda mi vida por este trauma no me ha dejado tener una relación normal con mis hijas, la mayor ahora no me habla”, lamentaba, desconsolada.
La lucha de Ana
Cuando la madre de Cristina sufrió demencia comenzó a hablar sin control del padre Juan Carlos y a decir que tenían que denunciarlo. Temerosa de que se enterara por la anciana, Cristina contactó con su hermana Ana, con quien llevaba décadas sin apenas comunicarse, y le contó la verdad. “Yo me quedé catatónica, no sabía nada, y comencé a comprender mejor la vida que había tenido mi hermana y por qué mi familia acabó completamente destrozada”, asegura.
“Hemos estado hablando con los marianistas durante un año para que la repararan, pero no lo han hecho y mi hermana se ha muerto sin recibir un perdón público ni una indemnización"
Cristina le pidió a Ana que contactara con el colegio de El Pilar y con la prensa. “Hemos estado hablando con los marianistas durante un año para que la repararan y firmaran una carta de disculpas. Pero no lo han hecho y mi hermana se ha muerto sin recibir un perdón público ni una indemnización. La Iglesia ha tenido todas las oportunidades de hacer las cosas bien y no lo ha hecho”, denuncia Ana, dolida porque su hermana haya terminado falleciendo antes de que llegue la reparación y el reconocimiento de los religiosos.
Una de las hijas de Cristina, Amanda, también atiende a EL PERIÓDICO desde Estados Unidos. “Siempre supe que había algo en el interior de mi madre que estaba mal. Nunca fue como el resto de las madres. No era capaz de crear con nosotras la conexión que necesitábamos. Al saber la verdad, me sentí furiosa porque comprendí que este hombre nos robó a nuestra madre”, asegura.
“Nada de lo que hagan [los marianistas] será suficiente. Pero esperamos esa carta, y la reparación. Aunque [Cristina] haya fallecido, aún merece ese reconocimiento, todos en la familia lo merecemos”, mantiene.
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