Existe una gran variedad de aceites en el mercado que permiten adaptar el sabor de cada plato. Aceite de almendra, de aguacate o de coco, entre otros. Los más populares, sin duda, son los aceites de oliva y de girasol. Se encuentran entre los productos más consumidos en todas las cocinas de nuestro país.
Si bien es cierto que los dos aceites son grasas vegetales y que ambos son saludables, el aceite de oliva virgen extra es el que posee mayores beneficios para la salud. Contribuye especialmente a cuidar de la salud cardiovascular y a prevenir enfermedades como la diabetes.
Uso en la cocina
El aceite de oliva normalmente se consume en crudo, como aliño en ensaladas o en el pan. Por el contrario, el uso del aceite de girasol es habitual en las frituras. Sin embargo, es poco recomendable, ya que al someter el aceite a altas temperaturas, se pierden las propiedades beneficiosas y se liberan compuestos nocivos.
En crudo, el aceite de girasol no es malo para la salud, aunque se aconseja un menor consumo que en el caso del aceite de oliva. Se puede usar en la preparación de recetas en las que se quieran elaborar platos menos calóricos, debido a su menor cantidad de calorías.
El aceite de oliva es rico en ácidos grasos monoinsaturados, en especial el oleico, mientras que en el aceite de girasol predominan las grasas poliinsaturadas, concretamente el ácido linoleico. Ambas son grasas saludables.
La principal diferencia se encuentra al cocinar con ellos. Al calentar los aceites, las grasas monoinsaturadas del aceite de oliva son más estables, resisten mejor a las altas temperaturas que las grasas poliinsaturadas del aceite de girasol. Es decir, se oxidan con menor facilidad, lo que resulta más saludable.