VINO AYER Y VINO HOY

Los holandeses que compraron viñedos en Girona con un 'crowdfunding' y ahora llevan sus vinos a Escandinavia

Dido y Jurriaan fundaron, en 2018, Vinyes Tortuga, una bodega en el Alt Empordà especializada en vinos naturales, a la que dos años después de sumó Fruita Analogica, la antigua cooperativa Sant Julià

Dido Voorma y Jurriaan Morsink, la pareja de origen neerlandés fundadora de las bodegas Vinyes Tortuga y Fruita Analogica / Cedida

Gabriel Santamarina

“Es un sueño”. Así resumen Dido Voorma (Amsterdam, 1990) y Jurriaan Morsink (Eindhoven, 1988) su vida actual. La pareja de origen holandés aterrizó en el Alt Empordà (Girona), una de las principales regiones vinícolas de Cataluña, con un objetivo: fundar su propia bodega de vinos naturales. Seis años después de su primera botella, Dido y Jurriaan han formado una familia, expandido su negocio con la compra de una cooperativa local y producen cada año 60.000 botellas que exportan a varios países a nivel mundial.

Para Dido el Empordà no era un lugar desconocido. "Mi familia tiene una casa de veraneo aquí. Yo siempre desde pequeña he venido aquí y tengo una conexión con este lugar", explica la viticultora, en una entrevista con este periódico. Sin embargo, de disfrutar los periodos estivales a crear una bodega hay un paso, que se demoró en los años, a pesar de que este siempre había sido el sueño de la pareja.

El mundo laboral les separó temporalmente: Jurriaan, ingeniero de profesión, fundó una agencia de viajes privados en el sureste asiático, mientras Dido cursaba, en Sudáfrica, estudios vinculados a la antropología, aunque centrados en el sector vinícola. "Después de esto viajamos durante seis o siete años aprendiendo de vino en diferentes lugares: trabajamos en Chile, Australia, el Priorat o el Penedés. Aprendimos a elaborar vino y queríamos empezar por nosotros mismo en el Empordà, pero era complicado y tuvimos que trabajar para una gran bodega durante un año con el finde ganar dinero y adquirir experiencia", relatan Jurrian y Dido.

Comprar 9,5 hectáreas gracias a un crowdfunding

Durante ese año trabajando en la bodega, se presentó la oportunidad de alcanzar el sueño: comprar una finca de 9,5 hectáreas con una pequeña casa sin, ni siquiera, acceso a la corriente eléctrica. "Para mí era muy pequeña, aunque con unas vistas increíbles al mar y las viñas alrededor. Jurriaan lo vio claro y rápidamente instaló placas solares para lograr tener una casa autosuficiente", señala Dido.

Para la compra de la finca, la casa y el material necesario para arrancar la pareja necesitaban 300.000 euros, capital que lograron a través de un crowdfunding en Países Bajos con quince socios y del que ya han devuelto la mitad gracias a la producción de Vinyes Tortuga, nombre de la bodega que debe el nombre a la alta presencia de tortugas de tierra en el viñedo, con sus doce referencias, aunque no todas disponibles en todas las añadas. 

Corcho de una botella de la bodega Vinyes Tortuga, que debe su nombre a la presencia de tortugas de tierra en los viñedos / Cedida

La filosofía desde el inicio siempre ha sido una, hacer vinos naturales. "No ser ecológico con las viñas es una locura porque, de lo contrario, estás añadiendo veneno a la tierra, convirtiéndola en veinte o treinta años en inservible. Hoy en día ya está pasando, lo que ha obligado a algunos productores a arrancar sus viñas y plantarlas en otro lugar. En la fase de producción hay 80 aditivos que se le pueden añadir al vino. Esto solo hace que se pierda el sabor y la conexión con la tierra en la que nació", defiende la pareja neerlandesa.

La compra de la cooperativa local

En 2020, no sin complicaciones, se dio la posibilidad de adquirir la Cooperativa Sant Julià, ahora rebautizada como Fruita Analógica, en Rabós, una localidad de la que ya hay referencias en el siglo X y que fue la primera de la zona en sufrir la plaga de la filoxera, que arrasó con casi todas las plantaciones de vides en el siglo XIX. “Cuando compramos los primeros viñedos no teníamos una bodega para producir los vinos. Encontramos esta cooperativa, que llevaba más de diez años abandonada. Intentamos alquilarla, pero la dueña se negó, aunque al final acabó cediendo. Estaba en ruinas, había fugas en el tejado y un montón de mosquitos”, relata Jurriaan.

Dos vendimias después, la dueña decidió vender. Los dos viticultores se asociaron entonces con Bart Obertop, expropietario de la cervecera holandesa Brouwerij ´t IJ, que la visitó, degustó los vinos y vio el potencial del edificio. “En 2020 empezamos a comprar uva a productores vecinos, lo que nos ha permitido hacer vinos más económicos que los de Vinyes Tortuga bajo la marca de Fruita Analógica”, resume Dido.

Viñedos en el Empordà, cuna del proyecto de Vinys Tortuga y Fruita Analogica / Cedida

Tras esto, iniciaron una remodelación que incluyó habilitar un sótano para barricas y la inauguración de un restaurante para el que, posteriormente, buscaron un cocinero que se encargase del servicio. "Cuando lo abrimos, hacíamos todo nosotros mismos porque nos encanta cocinar, pero lo hacíamos a la vez que plantábamos viñas en un momento en el que una de nuestras hijas tenía solo cuatro meses. Era demasiado", señalan Jurriaan y Dido.

El dilema, ¿crecer o disfrutar de lo logrado?

Lo que fue un sueño de pareja, ahora se ha convertido en una realidad de familia. Dido y Jurriaan son padres de dos niñas. “Antes trabajábamos catorce horas cada día, siete días a la semana, sin problema. Ahora, habiendo formado una familia, tenemos menos tiempo”, resumen los holandeses. Esto les ha llevado a una profunda reflexión.

Preguntados sobre cómo esperan que sea Vinyes Torturga y Fruita Analogica dentro de quince o veinte años, la pareja no tiene una respuesta: “Lo estamos debatiendo internamente entre nosotros. Yo no quiero crecer más, prefiero tener menos viñas, pero hacer un vino perfecto. En diez años a Jurriaan le gustaría tener un hotel junto al restaurante”, explica Dido.

La pareja produce alrededor de 60.000 botellas al año: 20.000 botellas de la bodega Vinyes Tortuga, vino producido a partir de las uvas de las 9,5 hectáreas originales, y 40.000 de Fruita Analogica, además de un formato en barriles de 20 litros que se exporta a Escandinava y Países Bajos para servirse a través de tiradoras en pubs, como la cerveza.

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Vinyes Tortuga y Fruita Analogica tienen un precio ‘asequible’, ninguna referencia llega a los tres dígitos. “En este sector hay una parte en la que pagas realidad y otra en la que pagas aire. 25 euros, que es lo que cuestan algunos de nuestros vinos, nos parece un precio alto, pero no lo vamos a subir más porque para nosotros es importante que pueda disfrutarlo todo el mundo”, concluye la pareja.

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