CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

El misterio del hombre que dedicó unos minutos a decorar un baño del Congreso con bolitas de papel

  • Las preguntas sin respuesta sobre la (hasta ahora) gamberrada de la legislatura recorren el Congreso, que oscila entre el enfado, la sorpresa y la diversión por quién ha podido hacer una cosa así, y sobre todo, por qué lo ha hecho

Un diputado vota ’no’ durante una votación en una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 3 de noviembre de 2022, en Madrid (España).  / Carlos Luján / Europa Press

Esto es como una película de misterio.

En algún momento del martes 25 de octubre una persona se dedicó a cubrir con bolitas de papel higiénico los agujeros de la pared del baño de hombres de la cafetería del hemiciclo del Congreso, de acceso restringido. Los servicios de limpieza los quitaron. En otro momento del jueves siguiente, 27 de octubre, esa misma persona (u otra conchabada con aquella) hizo exactamente lo mismo. Los servicios de limpieza volvieron a quitar las bolitas, pero esta vez avisaron a los compañeros/as que custodian el palacio de la Cámara, que son ujieres y policías en traje. Alguien puso un cartel en la puerta pidiendo un uso del servicio respetuoso con los trabajadores/as que los limpian.

La foto de la estampa está circulando por las redes. La debió sacar un diputado, deducen en el Congreso. ¿Por qué? Porque ese baño sólo lo pueden usar los diputados y tanto el 25 de octubre como el 27 hubo pleno. Por tanto, un diputado debió emplear dos ratos de su vida en rellenar la pared de papel higiénico. En las imágenes se ven más de 15 puñados. Arrancar el papel, convertir la lámina en un pelotita e incrustarla en los agujeros puede llevar, quizá, 10 segundos. 10 segundos si a la cosa se le pone esmero, que no parece. Pongamos entonces que fueron 8 segundos. Entre el ratito del martes y el ratito del jueves, pues llegando a 5 minutos. (Impresionante entretenimiento).

Un aspecto a tener en cuenta en las imágenes. La ubicación de las bolitas de papel revela que el responsable no pudo cometer la gamberrada con su trasero apoyado en la taza del water. Tuvo que hacerlo de pie; si no, imposible. O al menos tuvo que, de pie, rellenar algunos agujeritos. Este detalle muestra deliberación (y también una manera particular de combatir el aburrimiento).

Hasta este miércoles el caso del hombre pegador de pelotitas de papel era un secreto, pero algunos medios (Libertad Digital o La Sexta, entre otros) empezaron a contarlo y el caso se ha ido tornando en un misterio fascinante.

El lugar de la "fechoría"

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA ha hablado con varios diputados y dos trabajadores de la Cámara. Los enigmas están por todas partes. El principal es la identidad del hombre pegador de bolitas, lo que es de (casi) imposible resolución. La nómina de sospechosos es muy larga. Primero, los 152 diputados varones que hay en el Congreso. Segundo, los ujieres y camareros... Un momento, ¿camareros?

Volvamos a un elemento muy importante de esta historia.

El baño en el que un hombre, durante más o menos cinco minutos, puso papel higiénico en los agujeros de la pared de mármol se encuentra en la cafetería del hemiciclo, a la que sólo pueden ir, mientras esté operativa, los diputados, los ujieres y los camareros. Distintas fuentes apuntan que a que es menos usual ver a los ujieres, lo cual estrecha el foco de la sospecha.

A esta cafetería se accede por tres puertas. Dos están conectadas con los dos pasillos que seccionan las tres bancadas del hemiciclo. La tercera da a la calle Zorrilla. Ir por aquí requiere pasar por la entrada del Congreso ahí situada, sólo apta para diputados, personal acreditado e invitados (aunque estos, una vez dentro, no tienen libertad de movimientos, y de hecho, no pueden ir porque sí a la cafetería). Una vez arriba, ya en la puerta, no es fácil entrar, pues sólo puede accionarse desde dentro. El acceso depende, por tanto, de alguien en el interior: alguien que espera, alguien que sale o alguien que acude a los toquecitos que provienen del otro lado.

El aspecto de esta cafetería no es público, aunque alguna vez han trascendido rincones y estampas. Es regla aceptada que no se usen los móviles para sacar fotos, se trata de un espacio privado de sus señorías. Cuentan los diputados y diputadas que es de estética simplona, incluso aburrida. Tiene una barra, consta de una sala con mesas redondas y sillas y un pasillo también con mesas y sillas. No es muy grande. A un lado de la barra, el servicio de hombres; en la pared opuesta, el de mujeres. Poco más.

Para que se hagan una idea de la exclusividad del lugar, la sala de la cafetería fue el lugar en el que Oriol Junqueras, Jordi Sànchez y los demás dirigentes independentistas entonces encarcelados por sus implicaciones en el referéndum del 1 de octubre de 2017 aguardaron el pase al hemiciclo para participar en la sesión de constitución del Congreso tras las elecciones de abril de 2019, en las que fueron elegidos. Pudieron salir de la cárcel en medio de un importante y sonoro embrollo judicial-político y entraron a la Cámara por un lugar recóndito. Alejados en todo momento de los medios, esperaron allí custodiados por agentes de la comisaría de policía del Congreso.

¿Investigación? Pues no

La lista de sospechosos, decíamos, sobrepasa las 150 personas. 150 hombres. Dicen a este medio diputados y personal del Congreso que no hay cámaras en el lugar, ya no en el baño obviamente, sino en la cafetería. De todos modos, si las hubiera (la mayoría de las fuentes cree que no, cabe insistir), ¿quién instaría al visionado de las imágenes? No hay denuncia, no ha lugar a una investigación. ¿Y qué se podría denunciar, además? ¿Ataque a un lugar público? A no ser que se detecte desperfectos en las instalaciones, un daño causado con alevosía, todo indica que no hay nada que investigar.

Pensemos que sí, que hay daños. Que por culpa de este fascinante hobby de nuestro sospechoso algo del mobiliario se rompe o se deteriora. La Mesa del Congreso requiere a los grupos que indaguen; los grupos lo hacen. El diputado se delata o un compañero lo denuncia. ¿Qué hacer con él? El reglamento no aporta una guía, el capítulo III del reglamento, artículos 15-19, no da nociones.

Vayamos al código de conducta de las Cortes Generales, aprobado en octubre de 2020. Tampoco arroja luz. Está su artículo 2, que obliga a los diputados y senadores a seguir los "principios generales de conducta", que son "integridad, transparencia, diligencia, honradez, responsabilidad y respeto, tanto a los demás miembros de las Cámaras como a la ciudadanía en general".

Y está el artículo 9, que pauta cómo ha de proceder la Presidencia del Congreso o la del Senado si "de oficio o a petición de otro parlamentario" abre una investigación para "dilucidar si se ha producido una infracción" del citado código. Demasiado ambiguo. De hecho, este código se pergeñó y se aprobó para luchar contra los conflictos de intereses de sus señorías.

Así que, como concluye una fuente de la Mesa, no puede hacerse mucho, por no decir casi nada. En todo caso, habiendo constancia de un perjuicio al mobiliario, se le puede pedir al grupo parlamentario al que pertenezca el autor que actúe con él en función de sus disposiciones internas de conducta o de sus reglamentos propios.

Sin embargo, y aquí otro obstáculo, la mayoría de los grupos, como entidades propias, carecen de regulaciones así, o al menos de regulaciones para situaciones así. Porque es cierto que disponen de preceptos para, por ejemplo, sancionar la indisciplina en el ejercicio del voto. Otra cosa es que los apliquen. Llegado el caso, acuden las direcciones parlamentarias a los regímenes del partido, que de eso sí que hay.

¿Será un caso sin resolver?

Seguramente. Quizá sea mejor no plantear un desenlace, demasiadas preguntas sin respuesta. Alguien ha cometido una gamberrada, y encima ha sido reincidente. Vale, ya está. Se ha hablado de ello en los medios. Los diputados se han indignado o se han echado unas risas. Ana Oramas, de Coalición Canaria, estaba muy enfadada por la falta de respeto. Un diputado del PSOE (ha preferido que no salga su nombre) lamenta lo ocurrido por la imagen que termina trascendiendo. Otro del PP obsequia al hombre de las bolitas de papel higiénico adjetivos no muy agradables.

El interrogante principal, el "quién", está abocado al misterio. El "cuándo" es otro. Se sabe que la primera "performance" fue el martes de la semana pasada; la segunda ocurrió el jueves. ¿Pero sucedieron durante las sesiones del pleno o tuvieron lugar después, ya con la Cámara desierta? Las fuentes se decantan por la primera opción. ¿Cuándo se produjo el hallazgo? Tuvo que ser en el "mientras tanto" de los debates en el hemiciclo porque, de haber sido al final, no habrían sido los trabajadores/as de limpieza, sino los policías de traje que siempre que acaba una sesión supervisan al milímetro el palacio, y en concreto, el hemiciclo.

Es así. El palacio del Congreso es un lugar altamente vigilado. Los días de pleno, de madrugada, la supervisión se hace con perros, que rastrean hasta los huecos entre los escaños. Terminada la jornada, los agentes se encargan, ya sin perros. Incluso la cafetería observan, incluso los baños de la cafetería, lugares muy íntimos empleados por sus señorías para menesteres muy íntimos, a no ser que alguien prefiera pasar el rato rompiendo el rollo de papel higiénico en láminas que luego convierte en bolitas e introduce en agujeros de una pared de mármol.