La guerra del 0,2%

Pere Navarro, director general de Tráfico, regaña muy bien, atemoriza con suma serenidad y transmite la responsabilidad de los actos como Dios lo que te hace sentir en pelota, como Adán y Eva, y guardián de tu hermano como Caín. Fue raro oírle inseguro en Radio Nacional de España con el nuevo límite de la tasa de alcohol en sangre de 0,2% y defender, sin explicación convincente, que equivale a tolerancia cero. Dos tertulianas defendieron que la tolerancia cero es 0 y no 0,2. La cerotolerancia, de la que Navarro es paladín en el tráfico, es la medida canónica de la responsabilidad en asuntos de género y no admite 0,2% de palabra, obra u omisión. La cerotolerancia se ideó para detener chavales negros inciviles y es intransigente, literalista y acontextual. Gusta ahora. 

Del 0,2% se objetó que perjudica a las mujeres, más sensibles al alcohol por peso y fisiología. Tal agravio sólo se puede subsanar igualando por abajo. El 0,2% también ha puesto en pie a los desafiantes del Estado que mantienen una guerrilla con la Guardia Civil de Tráfico y a los defensores de la libertad alcohólica al volante, línea ideológica encabezada por José María Aznar, para quien nadie es nadie para decirle cuánto puede haber bebido al volante. El silencio parcial y la declaración dubitativa de Pere Navarro han dejado hueco a personas que apuntan que puedes dar 0,2% de alcohol si soplas el alcoholímetro después de usar un colutorio, tomar un jarabe, haber comido con vinagre o bebido un mosto, que oculta algo de alcohol bajo su dulce apariencia. También se apuntó que 0,2% es un margen tan pequeño que el alcoholímetro puede atribuirlo por error. ¿Es esa la causa de la precaución de Navarro porque que las multas se recurren y hay despachos de abogados que tienen medido el margen de error? Los cerotolerantes son partidarios de que paguen justos por pecadores y los guerrilleros contra el Estado de burlar los límites como sea. Hay una guerra del 0,2% en los polos.