Opinión | POLÍTICA

Se financia Cataluña, se financia España

El acuerdo político entre el PSC y ERC, y que propició la investidura de Salvador Illa, sigue generando sospechas entre los mismos que compartieron aquella primera línea de la manifestación del 8 de octubre

El president Salvador Illa y la consellera Alícia Romero este martes / GENERALITAT

La multitudinaria manifestación del 8 de octubre de 2017, una semana después del famoso 1 de octubre, concentró en Barcelona a perfiles políticos y ciudadanos muy divergentes. Así en la cabecera de aquella movilización se pudieron ver a Xavier García Albiol o Albert Rivera, junto a Josep Borrell o al mismísimo president de la Generalitat, Salvador Illa. Aquello fue una interesante catarsis necesaria para visualizar que en Cataluña no todo el mundo era independentista, más bien todo lo contrario. 

La interesante pirámide de Maslow, estudiada en psicología y entre especialistas en recursos humanos, detalla muy bien las diferentes jerarquías de las necesidades humanas. Si el oxígeno desapareciera del planeta, esa sería la prioridad primera y la humanidad lucharía por respirar. Pues bien, aquello es lo que ocurrió aquel 8 de octubre: diferentes pelajes políticos se unieron para encontrar aire limpio desde sus puntos de vista. Fue un acto unitario de mínimos. Faltaba brisa.

Han pasado siete años. La memoria es débil, pero la resaca de todo aquello debería permanecer. Tanto ha cambiado que hasta uno de los que estaban en la primera fila de aquella manifestación ahora es el president de la Generalitat. Su presencia en aquella convocatoria demuestra su clara apuesta por la construcción de una España parecida a la que puedan tener otros como García Albiol o Inés Arrimadas, que, aunque ausente de la actualidad, sigue existiendo. La regla es clara: si en los malos momentos la idea de construcción de España estaba definida, por qué debería cambiar en lo bueno.

El acuerdo político entre el PSC y ERC, y que propició la investidura de Salvador Illa, sigue generando sospechas entre los mismos que compartieron aquella primera línea de la manifestación del 8 de octubre. Podría ser normal si las formaciones constitucionalistas no hubieran sufrido un desgaste político tan fuerte en relación con la estructura de las instituciones del Reino de España. Ahí se estuvo, ahí estuvieron todos, ante un golpe a la legalidad impulsada por una parte de las formaciones políticas. El escenario actual no tiene nada que ver. Para bien.

Se construye o se destruye. Las dos acciones a la vez son imposibles o con resultado cero. Por ello, utilizar los mismos argumentos de hace años para rebatir la propuesta de financiación para Cataluña tiene poco sentido. Como si ir a la contra siempre fuera la solución. 

El PP tiene razón al no fiarse de Pedro Sánchez. Es cierto. La pregunta es: ¿existen diferencias entre la forma de actuar de Sánchez y de Salvador Illa? La relación entre los dos es de complicidad, pero ¿son lo mismo? ¿Puede gustar Illa y no agradar Sánchez?

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Todo apunta a que la mayoría de los líderes del PP catalán entiende y asumen algunas de las estrategias en financiación que están liderando los socialistas catalanes. Y en esa línea están, como escribía la semana pasada, una buena parte de los presidentes autonómicos populares. Son los peligros de armar estrategias que van en contra de lo defendido antes. Cataluña deambula por la estela del Estado. Buenas noticias.           

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