Opinión | POLÍTICA Y MODA

¿Realmente perdió Trump?

Donald Trump y Kamala Harris, durante el debate / John Locher | AP

Pocas horas después del debate, Donald Trump volvió a coincidir con Kamala Harris. Y aunque ya no estaban en un plató de televisión, en el acto conmemorativo por las víctimas del 11-S había incluso un mayor número de cámaras pendientes de ellos dos. Así que Trump decidió "hacer un Kamala": tomar la iniciativa (dominar la escena) y saludar a su adversaria.

Aunque solo dos personas lo separaban de Harris (el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg y el presidente Biden) y podía haber sido él mismo el que solicitara el encuentro, el magnate republicano (acostumbrado a que se lo sirvan todo en bandeja) le pidió a Bloomberg que intercediera. Obediente, el exalcalde interrumpió la conversación que Harris mantenía con otra persona y le expresó la petición de Trump. Harris, sorprendida pero rápida, accedió a estrechar la mano de su rival.

En medio del saludo, Biden reía malicioso sabiendo que, por fin, alguien había logrado hacerle un arañazo al monstruo. "Buen trabajo", verbalizó Trump para reconocer la superioridad de la demócrata en el duelo de la noche anterior. "Gracias, gracias", respondió Harris, y Trump aprovechó para darle dos palmaditas en la mano (un sutil recordatorio en plan "aquí mando yo"). Pese a la perplejidad por las (mínimas) formas de Trump; su mano izquierda retraída (oculta, no sincera) y el recoloque de pantalón (de paquete) de JD Vance, su candidato a vicepresidente, daban cuenta de la incomodidad de los republicanos.

Algunos expertos ya advirtieron al equipo de Trump que prohibirle a su candidato ser "agresivo y condescendiente" en el debate podría acabar penalizándolo ante su electorado y, además, paralizarlo. El "prueba a no ser tú" es tan complicado como arriesgado. Así sucedió. Donald Trump es un imbécil, pero nadie puede negar que es un monstruo (también) televisivo. Sin embargo, el martes vimos a un Donald Trump reprimiéndose tras un atril e intentando pasar desapercibido (¿vieron que su vestimenta se confundía con el fondo del plató?), mientras una mujer vestida de fiscal lo juzgaba con cada pregunta, respuesta, palabra y gesto. La fiera buscaba no caer en la trampa de su rival tratando de no mirarla, ignorándola. Sin embargo, con tal actitud daba la sensación de que Trump (por fin) temía a alguien.

Las bobadas del republicano

Mientras, Harris iba creciéndose y no paraba de desafiarlo y retarlo clavando sus ojos en él. La barbilla altiva (orgullo, superioridad), la mano de escucha (incredulidad) o las carcajadas para señalar/desacreditar las bobadas del republicano no serían nunca recomendables en un debate por burlonas y faltonas. Pero cuando te enfrentas a un personaje como Trump, el riesgo a parecer altiva prácticamente desaparece.

Trump volvió a ser Trump en el mismo instante en que finalizó el debate, pero ese momento casi nadie lo vio. No esperó a que Harris recogiera ni se despidió de ella ni de los moderadores ('as usual').

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Y sí, gestualmente, la demócrata dominó el debate. Pero eso no quiere decir que Harris gane las elecciones. No es blanca, es mujer, no ha hecho prácticamente nada como vicepresidenta y en EEUU, por desgracia, hay demasiados Trumps...

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