Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Puente de plata para Edmundo González

La propuesta española de dar asilo político al candidato opositor permitió al régimen de Maduro hacer realidad el viejo refrán de "a enemigo que huye, puente de plata"

El candidato a la presidencia de Venezuela, Edmundo González Urrutia. / EFE

Desde la madrugada del 29 de julio, tras constatarse la victoria del candidato opositor Edmundo González Urrutia y perpetrarse el robo que permitió al gobierno chavista y a las instituciones afectas declarar el triunfo de Nicolás Maduro, uno de los objetivos del régimen fue echar de Venezuela a González, al precio que fuera. El destino favorito era Miami, pero incluso Madrid era tolerable con tal de tenerlo lejos de la política interna. Por eso, cuando el domingo 8 se anunció el comienzo de su exilio en Madrid y su traslado en un avión de la Fuerza Aérea Española la sensación de alegría y alivio en las altas esferas del poder caraqueño fue casi total.

Desde entonces comenzó una intensa discusión en la opinión pública española e internacional en torno al principal beneficiario de lo ocurrido: ¿el gobierno de Maduro o la supervivencia del candidato opositor? ¿Hubo negociaciones entre el gobierno español y el venezolano? ¿Cuál fue el papel del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero (invitado a comparecer ante el Parlamento Europeo el próximo 30 de septiembre) y del gobierno español? ¿Actuaron coordinadamente la diplomacia de Países Bajos, al parecer el primer refugio de González en Caracas, y la española?

Detrás de estas preguntas hay dos discusiones complementarias y convergentes, pero en absoluto contradictorias: la victoria alcanzada por Maduro con la salida de González y la preservación de la vida del candidato como un bien máximo a respetar. Desde el punto de vista del gobierno bolivariano, tanto las palabras casi inmediatas de la vicepresidenta Delcy Rodríguez y del fiscal general Tarek William Saab como la menor presión del bloqueo policial militar a la embajada argentina en Caracas, una vez confirmada su marcha, parecerían confirmar que su gran objetivo era forzar el exilio de González.

En las redes sociales Delcy Rodríguez dijo que la conducta seguida por su gobierno al conceder el asilo “reafirma el respeto por el derecho que ha primado en la actuación de… Venezuela en la comunidad internacional", y todo en aras de la “tranquilidad y la paz política del país”. Por su parte, el fiscal general Saab, que había pedido de forma reiterada el encarcelamiento de González si no cumplía con sus obligaciones, juzgó su salida como “Una obra humorística, de un género, yo pudiera decir, de comedia, no sé, de teatro bufo”.

Ambos se olvidan de que el exilio no es precisamente la demostración de la existencia de la paz política del país y que, cuando un dirigente político de la envergadura de González se ve forzado a abandonar su país es porque el estado de derecho y la igualdad ante la ley no funciona de forma eficaz. Y que si se llegó adonde se llegó se debió a un aumento brutal de la represión contra la oposición (con más de 2.000 detenidos), especialmente contra María Corina Machado, Edmundo González Urrutia y su entorno.

La propuesta española de dar asilo político al candidato opositor permitió al régimen de Maduro hacer realidad el viejo refrán de “a enemigo que huye, puente de plata”. Pero, otra cosa es la motivación del gobierno español de concederle refugio, más allá de lo actuado por Rodríguez Zapatero. No se olvide su pertenencia al Grupo de Puebla, sus vínculos con Maduro y su círculo más próximo y su negativa a criticar el desenlace del proceso electoral.

Poner a buen recaudo a González Urrutia ante un régimen cegado por la represión, más allá del procedimiento seguido, es algo importante. De ahí la discusión, algo bizantina si se quiere, de quién tiene razón, y de si ha habido negociaciones o no entre el gobierno español y el venezolano. El exilio del candidato ha evitado que un hombre en su situación y sus circunstancias hubiera acabado con sus huesos en las mazmorras del régimen, una experiencia de la cual difícilmente hubiera sobrevivido.

En buena medida, la discusión parte de la premisa de que el tiempo juega a favor de Maduro. Si se tiene en cuenta lo ocurrido en las crisis pasadas esto podría ser cierto, pero, en esta ocasión, las cosas son bastante diferentes y la dimensión temporal podría terminar favoreciendo a la oposición.

Para comenzar, las diversas fuerzas opositoras han logrado hacer converger sus posiciones de una forma mucho más intensa que en crisis anteriores. Hoy está más unida que en el pasado. Pero, y mucho más importante, la oposición cuenta en este momento con el fuerte liderazgo de María Corina Machado, quien no solo ha insistido en que la lucha seguirá hasta el final, sino también, mucho más importante, que no piensa salir del país, aunque esto le suponga acabar detenida por la policía política bolivariana.

Su fuerte liderazgo, que a veces raya en la temeridad, la intransigencia e incluso una fuerte dosis de mesianismo, contempla un alto sacrificio personal, que no excluye la prisión. De ahí que el precedente de Nelson Mandela deba ser muy tenido en cuenta por unos y otros. Si en las actuales circunstancias la lucha llega hasta el final, la debacle del régimen ocurrirá desde dentro. Las exigencias del guion han llevado a Maduro, a Saab, a los hermanos Rodríguez o a Diosdado Cabello a vociferar, a amenazar a la oposición, a descalificarla con insultos de grueso calibre y a reprimirla de forma dura y salvaje.

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Pero parece que todo esto ya no alcanza, y que ante la pérdida de apoyo popular su futuro está cada vez más comprometido. Esto muestra que su capacidad de aferrarse al poder, al precio que sea, ha comenzado a agrietarse de forma irreversible. Lo cual no implica, sin embargo, que el desenlace tendrá lugar mañana o pasado mañana. Todavía deberá pasar bastante tiempo para asistir al comienzo de una verdadera transición. 

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