Opinión | EL PULSO DE ESPAÑA

Gibraltar con gafas laboristas

Lammy, nuevo titular de Exteriores británico, quiere retomar la negociación donde la dejó Cameron y aplicar en su departamento el "progresismo realista"

Vista aérea de Gibraltar. / Agencias

Si les interesa la política nacional e internacional y no solo el politiqueo, apúntense este nombre: David Lammy. Es el nuevo ministro de Asuntos Exteriores británico que, tras la aplastante y reciente victoria de los laboristas en Reino Unido, sustituye en el cargo al expremier David Cameron. Lammy es el nuevo jefe del Foreign Office que en unos días retomará las negociaciones sobre el futuro de Gibraltar en la era ‘postbrexit’ con su homólogo español José Manuel Albares y que tiene en sus manos hacer que los teóricos avances en esta materia se conviertan en un acuerdo pragmático o, por el contrario, generar una gran frustración a todos los afectados por la 'carpeta Gribraltar'.

Lammy, de 51 años, se reconoce como un político marcado por ser descendiente de esclavos de Guyana y nacido en una familia emigrante en la que su madre se vio obligada a sacarle adelante a él y a varios hermanos tras el abandono del padre. Fue el primer británico negro que estudió en la Facultad de Derecho de Harvard -antes de trabar amistad con Barack Obama en un evento de exalumnos negros-, y es considerado un progresista entre los progresistas. Defiende públicamente el "progresismo realista" aplicado a la política exterior, partiendo de la tesis de que hay que contemplar el mundo "como es" y no como desearíamos "que fuera" para poder hacer política.

De momento sabemos que esa filosofía conduce, según el autor de la frase, a mantenerse en que el Brexit es lo que eligió el pueblo británico, aunque se puedan mejorar las relaciones con los Estados de la Unión. Además, aboga por "devolver" a Reino Unido su futuro mientras se "logran cosas" en un contexto internacional global en el que Lammy ya ha pedido el cese inmediato de los ataques en Gaza y la liberación de los rehenes israelíes en manos de Hamás. Por otro lado es conocida su nefasta opinión sobre Donald Trump (aunque admite que tendrá que trabajar con él y su equipo si gana las próximas elecciones al declararse convencido atlantista) y es partidario de apoyar sin ‘peros’ a Ucrania.

El nuevo ministro de Asuntos Exteriores británico, David Lammy. / AP/ Thomas Krych

Estas primeras declaraciones de intenciones en política exterior son pistas para descifrar qué es eso del "progresismo realista" que pretende impulsar Lammy y si es mera teoría resultona o realmente va a significar un punto de inflexión. ¿Y qué aplicación tiene eso en el conflicto de Gibraltar? No tardaremos en tener respuesta. Por el momento el flamante titular de Exteriores británico ha aclarado que tiene intención de retomar inminentemente las negociaciones con la UE en el punto en que las ha dejado su predecesor Cameron, manteniéndolas al más alto nivel –lo que evidencia los hipotéticos avances logrados-, sin devolverlas al campo de los técnicos.

Cabe recordar que el 2 de abril se reunieron en Bruselas Cameron y el ministro español José Manuel Albares junto al negociador europeo Maros Sefcovic y, de forma inédita, el ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo. No se logró cerrar un pacto político tras varias horas de conversaciones, pero la fotografía del encuentro ya era un paso muy significativo hacia una posible solución, especialmente en la comarca andaluza del Campo de Gibraltar, donde siguen con la incertidumbre de qué ocurrirá y si finalmente se derribará la Verja.

Hay que testar en el corto plazo cómo ven los laboristas, ya desde el Gobierno y con una incontestable mayoría, esta cuestión espinosa para una parte de Reino Unido. De hecho el pasado 20 de mayo el exministro conservador Cameron protagonizó un intenso rifirrafe en la Cámara de los Comunes porque un grupo de diputados ‘brexiteros’ cuestionaron que se negociara sobre la Verja, alegando que se ponía en riesgo la soberanía británica si se dejaba en manos de funcionarios españoles o de un servicio de fronteras europeo las decisiones sobre entradas en el puerto y el aeropuerto gibraltareño.

Es a Lammy a quien le corresponde ahora lidiar con esta cuestión y con la oposición que también existe a modificar el estatus militar en la zona. Cameron ya advirtió de que esa era una línea roja para lograr un acuerdo –su Gobierno insistía en mantener el control total de la base área y no modificar nada a nivel de personal o material- y según explicaba recientemente mi compañero Mario Saavedra en un análisis lleno de matices sobre el futuro de Gibraltar, es más que previsible que los laboristas se mantengan en esa misma posición.

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"La principal duda que surge es cómo de dura será la oposición con este tema y si querrá convertir la negociación en un arma política o, incluso, tratar de hacerla descarrilar. Si a Cameron los conservadores le pusieron en aprietos, ¿qué harán con un ministro laborista?", se preguntaba Saavedra en su artículo. Llega el momento de la verdad y de comprobar si sirve para acelerar hacia un histórico acuerdo que ahora haya dos ministros de Exteriores de signo progresista en la mesa de negociación, junto al socialista Picardo y quien sea elegido nuevo mediador de la UE, o si las altas expectativas creadas vuelven a encallar. El reloj está en marcha.

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