Opinión | A VUELAPLUMA

Las vacaciones del progreso

Dicen que vuelven tiempos antiguos. No sé qué vendrá, pero sé que el progreso no se tuerce, si acaso se toma vacaciones, y sé que la proclama "ni un paso atrás" será real. A pesar de todos

familia de vacaciones / Pixabay

Yo tenía una calle sin asfaltar en la que aprendí todo sobre los cráteres de la Luna. Mi primer colegio era un bajo con desconchones. El sitio de mi recreo era un corral encalado y un olivar abandonado. En mi barrio, al campo de fútbol le llamaban "de las cabras" y con eso está dicho todo.

Las acequias eran piscinas de verano, y el tarquín, la señal del error. En mi país, las únicas vacaciones eran unos días en el pueblo. Yo nací en tiempos asesinos. Vi en blanco y negro el entierro de un dictador y el intento de otro de aposentarse con tricornio, pistola y mostacho.

Yo tenía un país donde no había Zara y el suéter de ese invierno (no iban a ser dos) se compraba a plazos. La señora de la tienda de géneros de punto apuntaba cada semana en una libreta lo que iba recibiendo con una sonrisa. Yo viví en un país en el que había practicantes que en el salón de su casa te inyectaban la medicina con la mismas aguja y jeringuilla con las que pinchaban a todo el barrio. Yo conocí un lugar donde la primera clase de esa lengua casera que hablaba una parte de la familia no te la dieron hasta los 16 años. 

Yo estuve en las aulas en las que don Emilio estiraba de las patillas hasta hacerles gritar a los alumnos descarriados. En mi país la tendera fiaba para poder vender. Yo he visto locos encadenados entre gritos a una reja de la casa. Yo estuve en el país de los Porretas y Elena Francis en la radio. Yo viví en un país donde un libro era un objeto de lujo. Un país con más iglesias que escuelas y donde las bibliotecas eran carcoma para viejos. Un país donde había crímenes pasionales y no violencia machista.

Un país donde se practicaba la pena de muerte y la disputa con una vecina se resolvía con una condena

Yo fui joven en un lugar en el que el médico, en cuanto te encontrabas mal, te preguntaba si te habías hecho la prueba del sida y en ese momento descubrías el sabor del miedo

de destierro. Un país donde no había macrofestivales de verano, sino fiestas patronales en las que lo máximo a esperar era si ese año la vedete de turno enseñaría la teta. Yo fui joven en un lugar en el que el médico, en cuanto te encontrabas mal, te preguntaba si te habías hecho la prueba del sida y en ese momento descubrías el sabor del miedo. Yo estuve en aquel país del benzol y las jeringuillas de la muerte en las esquinas. 

Y yo fui feliz en aquel país gris y de carencias (en vías de desarrollo, decían los libros de texto desgastados de pasarlos de unos a otros). Encontré amigos y sueños en cabos de poca esperanza. Paladeé veranos largos sin aire acondicionado.

Descubrí las noches de verano que nunca se agotan. Vi las estrellas apoyado en tus rodillas y tuve la certeza de que estaba oteando el paraíso, como en aquella canción que parecía compuesta para ti. Soñé con ser algún día como aquel cantante de la Roxy.

En aquel país sin tanatorios escuché El eterno femenino sin saber quién era Warhol. Allí unos cuantos discos pequeños con agujero grande en el medio bastaban para abrir la caja de los sueños. En un país que se coloreaba, yo fui feliz sin saber que existían Suave es la noche y El jardín de los Finzi Contini. Fui feliz en tiempos impropios. En aquel país sin cinturones de seguridad una noche abracé a Benedetti.

Ahora dicen que vuelven tiempos antiguos, como si el reloj pudiera andar para atrás. No sé qué vendrá, pero sé que será otro país. Sé que este país, a pesar de miles de problemas y deficiencias y de estas oleadas de desigualdad e insolidaridad con los otros, es infinitamente mejor que aquel que conocí cuando no sabía qué era la palabra democracia, aunque a veces lo olvidemos borrachos de nostalgia.

Y sé que aquí estaremos una riada de humanos dispuestos como siempre a vivir en paz e intentar construir algo digno. Seguiremos ansiosos por buscar los caminos de la felicidad y soñar con futuros de miel. Y sé que siempre vendrá Peter Pan a rescatarnos si las cosas se ponen feas. Sé que la vida son retales a contraluz y que los seguiremos hilvanando como buenamente podamos. Como ayer y como siempre. 

Ahora dicen que vuelven tiempos antiguos, como si el reloj pudiera andar para atrás

Sé que la alegría sigue siendo la mejor medicina contra los que siempre están preparados para reducir espacios de libertad, llenos de miedo. Sé que el futuro puede tener traspiés, pero no se esconderá para siempre. Sé que nada es tan malo nunca como parece. Sé que hoy está empezando a labrarse un tiempo de mejores cosechas.

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Sé que el odio es el peor compañero en tiempos turbulentos porque encubre la falta de autocrítica. Sé que hay tiempos para la ira, pero sé que la libertad acaba triunfando. Sé que el progreso no se tuerce, si acaso se toma algunas vacaciones. Sé que la proclama "ni un paso atrás" acabará siendo real. A pesar de todos.