EL OBSERVATORIO

¿El final de Podemos?

El puzzle de la política se resume en el abrazo fúnebre de dos ministras, la última encuesta del CIS, el encierro de la candidatura asturiana y el paseo de Sánchez por Doñana

Pablo Iglesias en la Fiesta de Primavera de Podemos / Ángel de Castro

La política puede provocar movimientos de masas sin parangón, pero en ocasiones muestra el aspecto más despiadado. En la última década, los españoles le hemos visto las dos caras.

En las calles de las ciudades de todo el país, millones de personas se han manifestado contra el sistema, contra el gobierno o contra el terrorismo, a favor o en contra de la independencia de su comunidad autónoma, por los derechos de la mujer o de los homosexuales, por un futuro para el mundo rural, y por tantos otros motivos.

Juntos o por separado, han elevado su protesta y han expresado demandas y aspiraciones compartidas. La democracia hace posible que una sociedad avanzada como la española se presente así de plural. Pero entremedias de estas exhibiciones de iniciativa y fuerza se han producido hechos que dejan un sabor agrio.

El barómetro del CIS refleja una profunda división entre los votantes de Podemos

El puzzle de la política española queda resumido en cuatro imágenes: el abrazo fúnebre de dos desconsoladas ministras en el banco azul del Congreso, la última encuesta del CIS, el encierro de la candidatura asturiana elegida en las primarias de Podemos y el paseo de Pedro Sánchez por Doñana bajo un sol envidiable.

El gesto de solidaridad de Belarra con Montero resalta el aislamiento político que sufre Podemos y el carácter insólito de una proposición de ley presentada por el principal partido de una coalición, que modifica una ley promovida por su socio de gobierno gracias al apoyo del primer partido de la oposición al que denuesta sin medida. El barómetro del CIS refleja una profunda división entre los votantes de Podemos que, de celebrarse elecciones generales ahora, se verían reducidos a la mitad.

La otra mitad votaría a Sumar, que irrumpe en la competición electoral con un apoyo estimado del 10%, proveniente además de los partidos de la izquierda periférica unida a la plataforma y del PSOE. La pugna en el seno de Podemos en Asturias parpadea en portadas y titulares, y ha trascendido a la política nacional.

Que se haya prolongado hasta el límite del plazo para presentar la lista para las autonómicas sin una solución, con el antecedente de Andalucía, pone en evidencia la débil institucionalización del partido y las dificultades que encuentra para practicar la auténtica democracia que pregonaba en su denuncia del régimen del 78.

La descripción del panorama político no estaría completa sin destacar con trazo grueso la ausencia en el escenario del presidente del Gobierno, que tiende a evadirse cuando la responsabilidad reclama su presencia.

Podemos surgió como un rayo en la política española, estuvo a miles de votos de superar al PSOE y contribuyó decisivamente a forjar la mayoría parlamentaria que sostiene a la coalición, pero atraviesa un momento crítico. Abandonado por su socio de gobierno, padece un conflicto interno agónico y acude a la batalla electoral de mayo en unas condiciones muy desfavorables.

En sus expectativas para las generales, sobremanera si concurre en solitario, debe valorar ya la posibilidad de no conseguir suficientes escaños para constituir grupo parlamentario propio. Cierto es que incluso en tal caso su posición podría ser determinante en la formación del gobierno.

En principio, su lugar vendría a ocuparlo Sumar. Aunque Yolanda Díaz ha proclamado repetidamente que su objetivo es convertirse en la primera presidenta de España, dando lugar a un posible malentendido sobre si su pretensión es dirigir el gobierno o presidir una república. Su plataforma es promocionada desde Moncloa y ofrece al líder socialista mayor comodidad, sin duda, que Podemos, pero nos falta conocer qué papel se propone desempeñar.

En un gobierno en el que ninguno de sus ministros recibe el aprobado de los encuestados del CIS, Yolanda Díaz es la que obtiene mejor valoración. Los votantes socialistas le otorgan una nota como vicepresidenta superior a la que conceden a Pedro Sánchez como líder político. El sondeo detecta un trasvase de un 10% de votos del PSOE a Sumar.

Con estos datos, Yolanda Díaz tendrá que decidir si compite con el PSOE por la supremacía en la izquierda, como hizo Podemos en las elecciones de 2015 y 2016, o se conforma con servir de complemento en una coalición. Sea o no Sumar un nuevo Podemos, similar y distinto a la vez, la reacción de los morados ante el paso al frente dado por Yolanda Díaz no parece que vaya a evitar su desplome electoral y político.

La cuestión es que con el gobierno agotado, la izquierda revuelta y la escena cruel de la semana pasada que retrata las relaciones entre los socios de la coalición y hasta dónde llega la política, el apoyo electoral al PP no aumenta de manera significativa y el PSOE, según el CIS, conseguiría el porcentaje más elevado desde las generales de 2008. Hay quien culpa a Tezanos de mentir y manipular. Puede que Feijóo esté colaborando a tan extraño fenómeno. Quizá la causa resida en la polarización. Cosas veremos de aquí a mayo.