EL TRIÁNGULO

¿Y si no se rompe el tablero?

Con la implosión del PAR no solo se rompe un partido sino una estructura territorial de gestión que lleva cuatro años rodando sin tensiones

Urna de voto en un colegio electoral de Madrid durante unas elecciones generales. / Jon Barandica

Cómo no vamos a postergar cada vez más los votantes nuestra elección hasta el último momento, si a poco más de tres meses de las elecciones autonómicas y locales no sabemos ni quiénes concurren a las elecciones ni bajo qué siglas. Un 30,5% de los llamados a las urnas deciden su voto en la campaña electoral, para entonces sabremos por lo menos si el PAR concurre con sus siglas a la convocatoria, y si los, hasta la semana pasada, oficialistas deciden una escisión de verdad porque Aragoneses, por ahora siete, tienen cerca el apellido populares. Todos estos movimientos de intereses que nada tienen que ver con lo ideológico parecen, como observadora externa, el baile de poder de una élite política y económica de la que se sienten poco participes sus militantes, sus cargos locales y ya no digamos sus votantes.

La implosión del PAR no solo afecta a la elección del próximo presidente de Aragón, ya que 29 de las 33 direcciones comarcales son fruto de los acuerdos PSOE con PAR entre otros, y multitud de entidades locales, sobre todo del Aragón rural. No solo se rompe un partido sino una estructura territorial de gestión que lleva cuatro años rodando sin tensiones. El PP de Jorge Azcón, sabiendo la importancia de la red local que asienta el poder institucional con presupuestos más modestos, pero con lealtades más inquebrantables, está decidido a estirar del otro brazo del PAR, en un a quién quieres más a papá o a mamá.

Levantando la mirada de los tres diputados del PAR de las Cortes de Aragón y de la consejería de Industria, aquí hay mucho más en juego e igual que se puede influir desde la dirección hacia el resto de la organización, el movimiento de abajo hacia arriba no puede ser despreciado. Hay mucho cargo público trabajando en lo local con apenas remuneración, que pide respeto por estos últimos años de trabajo conformando proyectos de desarrollo para sus territorios. Esta será siempre la diferencia entre los viejos y los nuevos partidos. Ciudadanos se puede deshacer como un azucarillo porque no tiene una implantación real en lo micro, se creó desde arriba y ese mismo lugar que parecía privilegiado es ahora el mayor de sus enemigos.

Volver a la nave nodriza del PP parece ser el destino de sus integrantes, pero los más guerreros igual se acercan a la luz verde que les hace señales de llamada. Las resistencias de las organizaciones consolidadas a desaparecer hacen que funcionen por inercia identitaria más allá de la agonía. Si las crisis esconden una oportunidad, este sector oficialista del PAR debería vender su resistencia a presiones exteriores a la política y su integridad en la gestión, no siempre se pudo decir.