La libertad de contagiarse

Sanitarios administran una vacuna contra el coronavirus.

Hace tan sólo tres días la portada de este diario reflejaba el aumento notable de demanda para vacunarse de la primera dosis ante la entrada en vigor del llamado pasaporte covid, imprescindible para entrar en establecimientos, lugares de ocio y restauración. Desde esta perspectiva, podemos pensar que este tipo de medidas están funcionando, especialmente en aquellos países donde el número de no vacunados es alto. Es decir, el objetivo de aumentar la inmunización entre el número de gente no vacunada, no convencida bajo el argumento de la responsabilidad colectiva y la necesaria inmunidad de grupo para parar el virus y proteger a los más vulnerables, ha hecho su efecto ahora.

Miles de personas se han vacunados estos días para poder socializar y disfrutar su ocio, probablemente conscientes también del mensaje de arrepentimiento que varios negacionistas lanzan desde las UCI. La realidad es tozuda, y ha ido confirmando aquello que la ciencia y las autoridades de salud pública llevaban meses predicando: las vacunas resultan eficaces para frenar el desarrollo grave de la enfermedad; la gran mayoría de personas ingresadas en UCI son personas voluntariamente no vacunadas; y lo más importante, las vacunas nos protegen, pero no nos exentan del contagio, por lo que hay que seguir siendo rigurosos en el uso de medidas preventivas.

A pesar de todo ello era fácil predecir que el debate sobre el pasaporte covid iba a generar controversia. En cierto sentido, la misma que se suscitó cuando tuvimos la responsabilidad de poner en marcha la entrada en vigor de la” ley antitabaco” hoy fuertemente apoyada. Enarbolar la bandera de la libertad cada vez que se regula en términos de responsabilidad colectiva es recurrente. Apelar a la libertad individual de contagiarse y querer además socializar sin trabas perjudicando al colectivo es éticamente más que cuestionable. ¿Dónde acaba la libertad de uno y dónde empieza el derecho colectivo a parar una pandemia y retomar la libertad de sus vidas?

Cuatro premisas

Tomar medidas restrictivas de esta naturaleza no es una tarea sencilla y debe estar regulada para que tenga límites y responda a su verdadero objetivo teniendo en cuenta cuatro premisas: que la salud publica esté amenazada; que las vacunas sean accesibles para todos; que no existe una alternativa o tratamiento más eficaz; y que el castigo sea proporcionado, eso sí, dejando claro que con ellas no impediremos la transmisión ni la infección en este contexto de sexta ola, sino el desarrollo de la enfermedad y la presión sobre las UCI, y que deben ser complementadas con medidas preventivas.

Con todo, espero que este tipo de debates no nos impida ver el bosque, la necesidad de hacer accesibles de una vez por todas las vacunas al resto del mundo con total garantía y con apoyo en la logística y distribución. Evitar, como recuerda a menudo un buen amigo con amplia experiencia, que la primera semana falten vacunas, la segunda profesionales para ponerlas y la tercera brazos, porque solo la inmunización global será la garantía de que la luz que empezamos a ver al final del túnel no se ensombrece con nuevas variantes y podamos emprender con verdadera libertad una recuperación justa e inclusiva.