MUNDIAL DE QATAR

Peligrosamente preparados para Lionel

El 'qué mirás, bobo' fue la llamada de Dios que necesitó toda una generación que celebra el cierre del círculo por parte de Messi, quien nos llevó atados en sus botas, a las que dio lustre un excelso Scaloni, exterminador de prejuicios y que vivió este Mundial del único modo posible: al borde del llanto.

Lionel Scaloni y Lionel Messi, técnico y estrella de Argentina, se abrazan tras la conquista.  / REUTERS

Vivir el fútbol como lo hace un argentino es algo que solo se experimenta por aproximación leyendo a Roberto Fontanarrosa. Pero hay que hacerlo en un cuarto cerrado y con un flexo mirando directamente al papel. Probablemente, el cuento del 'Loco Cansino' refleja cómo la Argentina de los 'Lioneles' (Messi y Scaloni) ha alcanzado la eternidad con un Mundial para la memoria en una final para la historia. Pobre de aquellos que sigan pensando que este deporte es algo que se puede ignorar. Que se queden en su metaverso.

El 'Loco Cansino' jugaba en serio, con lágrimas, desconsoladamente mientras llevaba la pelota. Una agonía incontestable que solamente se apagaba con el empate. Es el único modo para alcanzar la gloria. No me vengan con que la marrullería es un argumento inválido en el fútbol de conveniencia actual. El 'qué mirás, bobo' era completamente necesario para que toda la generación que crecimos atados a las botas de Messi supiéramos cuál era nuestro bando y que ello conllevaba morir ahogados en una prórroga de barbitúricos.

Era la llamada de Dios que necesitábamos para decirle a Mbappé y a los que vendrán que esta no era su final, a pesar de un insano intento por imponer el nuevo fútbol que dominará sin ningún tipo de debate. Se acabaron los sermones del Mundial de 1986. Messi es nuestro Diego. Respeto absoluto por los dos, capaces de elevar un discurso inmortal en contextos muy diferentes. Pero el héroe de nuestra quinta se llama Lionel. Se desdobla en Scaloni y termina en la excelencia de Messi.

Porque el primero ha sabido echar todas las lágrimas que este equipo necesitaba como combustible. Un técnico despreciado por su falta de experiencia en los banquillos, como si haberse coronado campeón de Liga con el Deportivo, entre otras razones, fuera una actividad extracurricular. Su Mundial ha sido una lección táctica y emocional que lo encumbra por encima de cualquier titular. Ha sido su rigor el que ha extendido la cábala a todos los estratos de la sociedad argentina.

Contaban en Radio Rivadavia que un paciente de un psiquiátrico había pedido cancelar su alta. Una magnífica noticia que, sin embargo, se enfrentaba a la 'mufa'. El enfermo había visto todo el Mundial encamado y cualquier otro escenario supondría un gafe terrible que le acabaría llevando de nuevo a vestir de blanco. Gracias a él, esta victoria también es suya en un Mundial peligrosamente preparado por Lionel.

Después de esta noticia, información sobre las dificultades que estaba teniendo el argentino medio para configurar el menú de Navidad: "Algunos están pagando el pan dulce a plazos". Cambio de dial y en Radio Mitre discuten sobre si en caso de triunfo debería decretarse día de asueto. Tenemos un terrible defecto profesional. Nos volvemos malditamente objetivos en los casos que requieren una extrema subjetividad y armamos una funeraria mediática cuando lo que se requiere es sosiego.

Como tras la derrota inicial de Arabia Saudí que puso en el desfiladero a una selección de máquinas de obra. Seguramente si el combinado de Scaloni fuera un desfile de divos se arrojarían la culpa los unos a los otros mientras se atusan delante del espejo. Pero no hubo gomina en un vestuario que aprendió a morirse de miedo en la fase de grupos y terminó arrojando a la Francia de Deschamps al baúl de los racionalistas. Eso sí, con un expediente inalcanzable para la mayoría. ¡Al carajo el cambio del dólar!

Cada uno sabrá cómo vivió este Mundial. Para los que se acobardaron y se metieron en una estúpida batalla de clubs, sea bienvenida la Navidad. Para los que entendieron a Messi y su cuadrilla en toda su inmensidad, el regalo ya está aquí. Un triunfo que ha naturalizado un Mundial absurdamente colocado en el calendario, con asientos vacíos que ha compensado una hinchada con el corazón en un cántico que se nos ha metido en la boca a todos. Porque sí, nos volvimos a ilusionar y caímos con todo el peso del vuelo de un Dibu inmortal.

Lo hicimos con ídolo compartido que no combate la pobreza, aunque sí nos hace más ricos en recuerdos. Una efigie que nos impulsa al abrazo colectivo con otros iguales que en cualquier otro momento no querríamos ver. Un Messi bíblico sin la necesidad de serlo, expresado con la belleza de la sencillez que es como una cerilla que prende a todo un pueblo. Y tú, "qué mirás bobo", disfruta de la vida que te ha regalado Messi y agradece, si todavía tienes fe, por todo el mundo que te ha hecho ver.