HISTORIA

El turbio Palacio de la Sífilis y otros bajos fondos de Madrid en la Guerra Civil: "Había prostíbulos para todos los gustos"

Sólo un puñado de cabarets resistieron el conflicto que arrancó en 1936 y que apagó la noche capitalina durante años: en 'Historia del ocio nocturno', Juan Carlos Usó recorre los bares y discotecas que han vertebrado España hasta hoy

Soldados franquistas asaltando un barrio de Madrid en marzo de 1937. / WIKIPEDIA

Pedro del Corral

Madrid

Bastaron 47 días para que Madrid cambiara radicalmente. Aquel 2 de septiembre la Guerra Civil dio un vuelco y, de repente, tras semanas de planificación, los sublevados pusieron rumbo a la villa. En cuestión de horas, su efervescente vida social paró en seco. La noche se quedó a oscuras pese a la resistencia de sus vecinos. “Fue una de las ciudades cuyo ocio se vio más afectado por la contienda”, subraya Juan Carlos Usó, autor de Historia del ocio nocturno, una profunda investigación sobre la noche en España desde los albores del siglo XX hasta la actualidad. Entre sus 560 páginas destacan las líneas dedicadas a la lucha que arrancó con el golpe de Estado del 17 de julio de 1936 contra el Gobierno de la Segunda República. A partir de ahí, a diferencia de otros territorios, nada volvió a ser igual en Madrid. Tardó bastante en recuperar su luz noctámbula. La que hoy, precisamente, según el ranking elaborado por la revista Time Out, la ha convertido en la mejor ciudad europea para salir de fiesta. Y la segunda a nivel mundial… tras Las Vegas.

“En la cartelera de espectáculos, concretamente en la del diario El liberal, sólo encontré publicidad del cabaret Trianon, que se anunciaba como ‘único en Madrid’, con un elenco de ‘20 artistas frívolas’ capaces de provocar ‘auténtica alegría’ en sesiones ininterrumpidas hasta las 12 de la noche. Y sólo hasta el 24 de septiembre”, cuenta Usó, que señala un acontecimiento clave en esta decadencia. Ocurrió en noviembre del 1936 y se extendió hasta octubre del 1937: “El traslado a Valencia del Gobierno republicano, presidido por Francisco Largo Caballero, huyendo del avance de las tropas franquistas, supuso una maldición para el ocio nocturno madrileño”.

De los 21 distritos, Moncloa-Aravaca es el que guarda una relación más intensa con la Guerra Civil. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

Cerraron casi todos los cabarets que salpicaban los alrededores de la Gran Vía: Le Cigale Parisién. Maipú-Pigall’s, Edén Concert, Lido, Stambul, Pelikan Kuursal, El Búho Rojo, Pompeya… “Solo aguantó Trianon, por unos meses, en el número 28 de la calle Magdalena. Otros tuvieron que reconvertirse a la fuerza para sobrevivir. Este es el caso del famoso salón de té Casablanca, inaugurado en 1933, que fue habilitado como comedor popular para personas menesterosas”, sostiene el experto. Chicote, por su parte, a pesar del asedio, se mantuvo a flote gracias a sus camareros. Fueron de los poquísimos locales que apenas notaron la diferencia. Así lo recogió el periodista Javier Rioyo en Casas de lenocinio, holganza y malvivir: “En las ventanas hay sacos terreros, en el interior no cabe un alma. Los clientes habituales han sido sustituidos por hombres de boina y pelliza de cuero, algunos brigadistas, un novelista llamado Ernest Hemingway que se aloja en el Hotel Florida y las chicas, siempre las chicas”.

P. ¿Era distinto salir en la España republicana y en la nacional?

R. No, la mayor diferencia estaba en las medidas de saneamiento moral, que en la zona controlada por el Gobierno de la República venían impuestas por los colectivos anarquistas y en la parte dominada por el ejército sublevado procedían de las autoridades eclesiásticas.

La prostitución sobrevivió en la clandestinidad, adaptándose a los nuevos tiempos. Al respecto, Rioyo escribió: “Se hace el amor por una cena y unos gin-tonics. Las chicas no son guerreras, saben fumar a pie de barra, sentarse en una mesa y sacar unas copas. Preparan la noche en un hotel con un corresponsal extranjero o suben a una pensión de la calle de la Reina. Da igual, el amor es libre. Y, si pagan, más libre aún”. Una realidad que Camilo José Cela reflejó en Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid y que distaba de la que había antes del conflicto, cuando se ceñían a las calles Montera, Ballesta y Gravina, entre otras.

Bohemios y calaveras

“Había prostíbulos para todos los gustos y economías. Su papel fue el mismo que antes: posibilitar que los hombres, quizá, más tensionados por el conflicto, se desfogaran sexualmente. ¿Dónde fueron a parar? Algunos siguieron funcionando y otros cerraron por la presión moralista ejercida por Mujeres Libres y otros colectivos anarquista”, explica Usó. Tal y como relata en el libro, al mismo tiempo, ojo, coexistía una prostitución más sórdida cerca del cuartel de la Montaña y el jardín Botánico. También había antros como en Café Zaragoza, conocido popularmente como El Palacio de la Sífilis: “Allí acudían bohemios, calaveras, troneras y perdularios de toda laya. Vaya usted a saber por qué a las jóvenes que lo frecuentaban se las conocía como Las elementas. En cualquier caso, no es un sobrenombre tan original como pudiera parecer. En el barrio chino de Lugo hubo otro local, llamado El Triunfo, que entre los habitantes era conocido así también”.

Pulsa para ver más contenido para ti

Un grupo de madrileños recibe a las primeras unidades nacionales que entraron en Madrid el 28 de marzo de 1939. / EFE

El resto del país también se adaptó a la guerra, aunque pocas ciudades sufrieron lo que Madrid: “En Palma, tras convertirse en la base naval de las fuerzas alemanas e italianas que apoyaron a los sublevados, los cabarets Tito’s y Trocadero funcionaron a pleno rendimiento. Por Sevilla se movía una gran población flotante de soldados que frecuentaban la Alameda de Hércules ávidos de diversión. Valencia, por su parte, al declararse capital, se reactivó notablemente. Según testigos de la época, los cines y teatros estaban llenos a diario”. Todo lo contrario que Málaga y Barcelona, objetivo de las bombas que destruyeron su patrimonio nocturno.

P. Tras acabar la guerra, la noche no recuperó su esplendor en Madrid. Al contrario, Franco terminó de hundirla con la supresión de revistas y la instauración de horarios. ¿Por qué esta inquina?

R. El deseo de limitar el ocio y regular otros aspectos de la vida social es anterior al franquismo. Basta con echar un vistazo al diario vespertino La Nación, órgano del directorio durante la dictadura de Primo de Rivera e instrumento propagador de los principios de la Unión Patriótica, para darse cuenta de la insistente campaña en pro de las costumbres.

P. ¿Cuál fue el punto de inflexión?

R. La supresión de la cartilla de racionamiento impuesta desde 1939. Ahora bien, lo que marcó un antes y un después en la recuperación del ocio nocturno fue la apuesta incondicional por el turismo como vía de entrada de divisas capaz de evitar la bancarrota a la que se veía abocado el régimen. La respuesta social fue positiva y, al amparo de los intocables turistas, muchos ciudadanos volvieron a disfrutar de una amplia oferta en Marbella, Torremolinos, Ibiza...

'Historia del ocio nocturno'

Juan Carlos Usó

Editorial Almuzara

560 páginas | 22,50 euros

Pulsa para ver más contenido para ti
Noticias de Portada Leer Noticias cerca de ti Cerca Juegos Jugar