LA VIDA CONTIGO

Qué fue de… Conchita Martínez, la primera tenista española en triunfar en la hierba del campeonato más prestigioso del mundo

Durante años protagonizó una gran rivalidad con Arantxa Sánchez Vicario. Hoy se dedica a entrenar a la nueva gran promesa de ese deporte

Imagen de archivo de Conchita Martínez en un Open de Australia. / EFE / TORSTEN BACKWOOD

"El paso está dado. Conchita Martínez ha dejado de ser una jugadora del circuito para convertirse en la campeona de Wimbledon. Ninguna tenista española había conseguido traspasar esta barrera. Las tres finales de Lilí Álvarez en 1926, 1927 y 1928 han pasado a la historia". Así comenzaba una de las muchas crónicas periodísticas que el 2 de julio de 1994 se escribieron para dar fe de la mayor gesta de la conocida tenista aragonesa, que a sus 22 años fue capaz de derrotar en aquella final a Martina Navratilova, entonces la última leyenda del circuito con 18 Grand Slam en las vitrinas, gracias a su talento tenístico y su tenacidad.

Ganar aquel partido a su ídolo fue la culminación de un viejo sueño para la de Monzón (Huesca), que era una niña cuando comenzó a practicar tenis a modo de juego y para mantenerse activa. "En casa jugábamos en dos pistas de tenis que pertenecen a la fábrica donde trabaja mi padre y se encuentran muy cerca de casa", explicó ella misma en una de sus primeras entrevistas. "Yo me encargaba de recoger las pelotas cuando jugaban mi padre y mi hermano. Luego, en los ratos libres, para imitarles o poder jugar como ellos, me liaba a raquetazos contra una pared que han tenido que reforzar con cemento de todos los golpes que le he dado".

Cuando tenía nueve años, José María Sanvicente, que sería su primer entrenador, la vio un día dando raquetazos y decidió animar a su padre a que la apuntara a clases. Conchita empezó a acudir a los campeonatos de Aragón y fue fichada por el Club de Tennis Urgell, en Lleida. Con apenas doce años consiguió la autorización de su familia para marcharse a la Residencia Blume, de Barcelona, donde le enseñarían a mejorar su tenis.

"En la Blume todos me querían y mimaban, porque yo era una de las más jóvenes deportistas de la residencia", contó al respecto. "Pero soy muy tímida. Me siento incapaz de intimar con nadie. No tenía amigos. Jugaba mis partidos de tenis y me recluía en mi habitación. Siempre estaba sola, mirando publicaciones de tenis, leyendo las biografías de Martina Navratilova, que es mi ídolo, y de otras tantas y grandes tenistas".

Polémica con su entrenador

Semejante sacrificio valió la pena para ella, ya que pronto empezó a escalar posiciones en la clasificación mundial del tenis femenino. También cambió varias veces de entrenador en un breve lapso de tiempo. En 1987 se preparaba con Paco Ferrer y Álvaro Margets, de la Federación Catalana, pero tras una conversación entre su padre y Manuel Orantes se tomó la decisión de que pasara a entrenar en la escuela del extenista granadino. Al cabo de un año abandonó a Orantes, que nunca podía viajar con ella debido a otros compromisos, y aceptó una oferta del suizo René Stammbach, que se la llevó al pueblecito de Leuggern y puso a su disposición dinero y un entrenador personal, el holandés Eric van Harpen, con cierta fama de rígido y duro en sus entrenamientos. 

Fotografía de archivo tras proclamarse ganadora del Masters nacional de Tenis en 2002. / EFE / ANDREU DALMAU

Van Harpen, que había dirigido a Arantxa Sánchez Vicario en sus primeros años como profesional, se encargó de introducir a la aragonesa en el circuito profesional y la ayudó a aumentar su fortaleza mental. De hecho, Conchita se convirtió en poco tiempo en una tenista habitual entre las diez primeras del mundo, y ya en la primavera de 1988 llegó a los octavos de final del torneo de Roland Garros. Por desgracia, justo un año después de esto se vio protagonizando un escándalo después de que la revista Interviú publicara un reportaje donde el periodista Juan María Alfaro aseguraba que la mujer se sentía atemorizada por su entrenador, de quien deseaba liberarse a toda costa.

"Mientras tanto, una serie de intereses que la propia tenista ha creado a su alrededor se cierne sobre ella, intentando disuadirla", escribió. "Por su parte, Van Harpen recurre a todos los trucos, ardides y engaños para que Conchita no se le escape, como ya le sucedió con Arantxa Sánchez. Desde las amenazas a los malos tratos, pasando por la calumnia, imputaciones y falacias. Van Harpen está denigrando no solo a Conchita, sino también a la tenista argentina Gabriela Castro, de quien afirma no solo que es lesbiana, sino que mantiene relaciones sexuales con Conchita, culpando a la argentina de ser la causante del conflicto actual".

Según algunos, aquel artículo afectó al estado anímico de la discreta jugadora, que durante un tiempo desatendió sus compromisos profesionales. Ya repuesta del disgusto, Conchita reencontró la senda del triunfo. Y a principios de 1995, tras haberse proclamado campeona de Wimbledon, rompió los lazos que la unían a Van Harpen, con el que a pesar de los tira y afloja volvería a entrenarse en varias ocasiones más durante los siguientes años. 

Lesión en el talón izquierdo

Fue en abril de 2006 cuando anunció su retirada del tenis profesional, entre otros motivos, o más bien sobre todo, por la lesión que llevaba meses sufriendo en el talón izquierdo. Durante la conferencia de prensa en la que se dio a conocer la noticia, Conchita dejó claro que se sentía más que orgullosa de todo lo que había conseguido a lo largo de 18 años de carrera. Y no es para menos: además de triunfar en la hierba del campeonato más prestigioso del mundo, fue finalista en otros dos torneos del Grand Slam —Australia 98 y Roland Garros 2000—, llegó a ser la número dos del mundo y logró cinco títulos de la Copa Federación (1991, 1993, 1994, 1995 y 1998).

Los cinco los consiguió junto a Arantxa Sánchez Vicario, con la que además protagonizó una de las grandes rivalidades del tenis de los noventa. Es más, la prensa de la época se empecinó en asegurar que entre ambas jugadoras existían envidias y mal rollo —algunos decían que Conchita carecía de la garra de Arantxa, mientras que otros opinaban que la primera era quien tenía mejores golpes—. "La relación entre nosotras siempre fue cordial", aclaró la aragonesa. "Está demostrado que nuestra rivalidad fue sana porque, si no, no hubiésemos conseguido cinco Copas Federación y dos medallas olímpicas juntas. Nuestra época fue muy importante para el tenis español, trajimos muchos triunfos y fuimos las que empezamos a conseguir torneos individuales y por países".

Después de colgar la raqueta, Conchita se dedicó a comentar partidos para Eurosport y a entrenar a alguna jugadora que se lo pidió, como Garbiñe Muguruza. En verano de 2015 fue nombrada seleccionadora de los equipos de Copa Davis y Copa Federación españoles. Su fichaje fue muy comentado en los medios, pues se produjo tras la repentina destitución de Gala León, a la que ni siquiera dieron oportunidad de sentarse en el banquillo, como también lo fue el hecho de que, apenas dos años después, para su sorpresa y decepción, la Real Federación Española de Tenis (RFET) decidiera no ampliar su contrato.

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"Es muy desagradecido tomar las riendas del barco cuando hay tempestad y que cuando consigues la tranquilidad y el compromiso prescindan de ti. Se suponía que con la llegada de la nueva directiva la situación cambiaría, pero es más de lo mismo, el tenis sigue sin ser una prioridad. Me habría gustado continuar, pero la decisión ha sido unilateral. Creo que después de toda mi contribución e implicación con el tenis español no me merecía un final de esta forma, a mi parecer, tan irrespetuosa", dijo Conchita, que actualmente ejerce de directora de las finales de la Copa Billie Jean King, la antigua Copa Federación, y entrena a la última promesa del tenis mundial, la rusa Mirra Andréyeva. 

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