LIBRO

Kevin R. Wittman, autor de 'La huella de los mapas': "Los mapas nunca son neutros, no ofrecen información objetiva"

¿Ayudan los mapas a moldear el pensamiento? ¿Por qué el norte siempre se sitúa arriba? ¿Se puede hacer un mapa en una canción o en las trenzas del pelo? Una publicación aborda numerosas cuestiones relacionadas con la cartografía

Recorte del mapamundi de Diego de Ribeiro (1520), un mapa secreto encargado por los Reyes Católicos en el que mostrar los descubrimientos geográficos más actualizados. / CEDIDO

"Un mapa, más allá del material del que esté hecho, más allá de cómo represente el espacio, es una confirmación de nuestra identidad". Lo afirma Kevin R. Wittmann, doctor en Historia del Arte y divulgador, en su libro La huella de los mapas. Cartografías de lo humano, publicado recientemente por la editorial geoPlaneta. ¿Qué es un mapa? ¿Por qué creemos que no están manipulados, que son fieles a la realidad? ¿Qué se puede conocer a partir de lo que no se representa en los mapas? Son algunas de las cuestiones que aborda en su libro, que además dedica algunos capítulos a profundizar en aspectos como la relación entre la cartografía y el humor, la literatura, las relaciones de poder y el arte. Atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA desde Tenerife, donde reside y trabaja, a través de una videollamada en la que explica algunas de las historias que aborda en su recién publicado trabajo.

-Pregunta: "Este libro quiere demostrar que, más allá de sus formas, los mapas están presentes en todas las culturas del planeta", dice la cubierta. ¿De dónde surge la idea de dedicar un libro a la cartografía de lo humano?

Respuesta: Surgió hace tiempo, aunque descubrí esta fascinación por los mapas ya terminada la carrera. Mi intención era desarrollar un acercamiento a determinadas tradiciones cartográficas en la historia y a lo largo del mundo pero desde otro punto de vista, algo que no fuera un recorrido histórico, sino profundizar un poco en la idea de esa heterogeneidad de los mapas, en el sentido de que un mapa no es precisamente como nos hemos acostumbrado a entender y a ver.

-P: Una de las primeras cosas que se aborda en el libro es cómo somos perfectamente conscientes de que la publicidad manipula las imágenes, y sin embargo, no lo pensamos cuando cuando vemos un mapa. ¿Nos condiciona el pensamiento, la forma en la que vemos representado el mundo?

R: Claro, efectivamente. Un mapa no es una representación totalmente objetiva del territorio, el norte no tiene por qué estar arriba, no hay un lugar específico para la representación de los puntos cardinales. Y esto también tiene una contrapartida muy clara desde el punto de vista social. Esa idea también ha servido para plantear otras cartografías, otras maneras de relacionarnos con el mundo, de entender el espacio y también nuestra relación con otras culturas, o incluso con diferentes clases sociales. Los mapas también dentro del mundo de la cooperación han sido herramientas de gran interés sobre todo en América Latina. Hay varios proyectos basados en una cartografía colaborativa en la que los propios habitantes del lugar representan su propio territorio desde un punto de vista de su propia cultura.

-P: Ahora hay algunas corrientes dentro de la historia de tratar de ampliar las fuentes y aplicar perspectiva de género o decolonial para completar la Historia que ha trascendido y cambiar aquel "la historia la escriben los vencedores". En este sentido, ¿es importante conocer quién hace los mapas?

R: Sí. Los mapas nunca son neutros, nunca ofrecen una información objetiva. Hay una frase que a mí me gusta mucho que dice algo así como que los mapas mienten maravillosamente. Hay que tener presente que a partir de la enorme subjetividad de los mapas, también se convierten en un instrumento de poder. Los mapas se definen mucho a través del silencio, o sea, más que a partir de lo que está representado, a partir de lo que no está representado. Los silencios de los mapas dicen muchísimo, y la manera de acabar con una cultura es no representarla. El otro día en la presentación del libro aquí en Tenerife mencionaba el caso de Brasil, donde durante algunos años las favelas directamente no existían para Google Maps y fueron una serie de proyectos de oenegés que colaboraron con Google los que volvieron a poner las favelas en el mapa. Las decisiones sobre qué incluir y qué no incluir en las representaciones cartográficas tienen mucho de político.

-P: En La huella de los mapas menciona también los casos históricos de manipulación de mapas según intereses particulares. Y un caso es el que decidió el reparto del territorio americano entre las coronas de Castilla y Portugal en el Tratado de Tordesillas. Quizás hoy Brasil no hablaría portugués si la delimitación en el mapa se hubiese puesto en otro punto, ¿no es así?

R: Efectivamente, se decidió a partir del llamado ante meridiano, es decir, a partir de la línea en Oriente, los territorios que quedaban en uno u otro lado de la línea eran los territorios que estarían controlados por una determinada corona, Portugal o por Castilla. Así que el lugar exacto en el que se trazaba esa línea era fundamental y moverla hacia un lado u otro, también. Dónde caían las llamadas islas de la Especería, las Molucas, que eran las que producían todas las especias, que eran oro, para el imperio, podía ser vital. Por lo tanto, que una corona se quedara con esa tierra y tuviera derechos desde el punto de vista jurídico sobre esa tierra podía cambiar el destino de la de la historia.

Kevin R. Wittmann, autor de 'La huella de los mapas. Cartografías de lo humano', publicado por geoPlaneta. /

CEDIDA

-P: ¿Y en manos de quién están los mapas hoy? ¿Son Google y el GPS quienes diseñan los mapas actuales?

R: Es una pregunta muy interesante, porque presuponemos que ya por fin tenemos una cartografía absolutamente real, que no puede ser, digamos, malinterpretada, porque son imágenes que no pueden ser manipuladas, pero realmente sí que lo son. El caso de las favelas brasileñas es solo un ejemplo, pero hay muchísimos otros de territorios que están cartografiados pero que realmente no sabemos cómo son. Por ejemplo, el caso de Sentinel del Norte, una isla que está cerca de la India, la península de Naaman, que sabemos que está ahí, que se cartografía, pero que ninguna persona fuera de la comunidad que vive en esa isla ha visitado. O Corea del Norte. Aparece en los mapas, pero realmente gran parte de la población no sabe cómo es en realidad el interior. En una época en la que parece que ya se conoce todo o que ya está todo definitivamente cartografiado, todavía se dan esas relaciones de poder y ese carácter político de los mapas.

-P: No todos los mapas están en papel o son dibujados, es otro elemento en el que cuesta pararse a pensar. ¿Cuál es la historia de los peinados de San Basilio de Palenque, en Colombia?

R: Es una historia apasionante. Tiene su origen en esconder, en las trenzas de los pelos, las maneras de intentar huir de las haciendas de las personas esclavizadas durante la colonia española. Hacían mapas en las trenzas, recogían la información en el pelo de las niñas. Es algo que otorga a la comunidad de San Basilio de Palenque de una identidad particular, conformada por diferentes cosas, como digo en el libro: por la música, los bailes, la gastronomía, pero sobre todo por ese uso y por ese carácter cultural e identitario y por supuesto, cartográfico de las trenzas. Me entrevisté con personas que realizan esas trenzas y continúan y conservan esa tradición para intentar evitar una visión eurocéntrica, pero no es el único caso. Los aborígenes australianos hacían mapas en las canciones, que al final consistían en una descripción del paisaje que no es más que un mapa. Son casos que hablan mucho de ese carácter cartográfico como algo identitario, una información codificada y muy centrada en sus comunidades, que desde fuera no se termina de entender del todo.

-P: No sé si tiene algún parecido con la memorización cantada de la geografía que vivieron generaciones anteriores en España...

R: Claro, esas canciones también son un mapa sonoro y habla mucho también de la fuerza de la memoria, de lo oral, en las culturas, desde el punto de vista educativo, como comentas, pero también desde el punto de vista cultural o incluso religioso, porque también hay una tradición en Inglaterra que se basa en hacer canciones describiendo determinados límites de una parroquia. Y eso es algo que se ha pasado de generación en generación desde hace siglos. La memoria oral es algo absolutamente fundamental en todas las culturas, pero sobre todo en las culturas ágrafas.

-P: ¿Por qué nos fascinan tanto los mapas desde la infancia? Hay niñas y niños que aún no saben leer o escribir pero ya les encantan las historias de piratas que buscan tesoros escondidos a partir de un mapa...

R: Eso demuestra que los mapas tienen un mayor impacto desde el punto de vista de la imaginación que de la propia cartografía real. Primero nos relacionamos con la cartografía literaria o fantástica, antes que con la cartografía real.

-P: De hecho en La huella de los mapas hay un capítulo dedicado a la relación con la literatura, con un espacio especial para el mapa de La Isla del tesoro...

R: Esa historia para mí era innegociable, tenía que estar ahí. Sobre todo en los últimos siglos, no se puede entender el desarrollo de la literatura moderna sin el componente cartográfico. Y al revés. No se puede entender, por ejemplo, la Tierra Media sin el mapa que Tolkien incluye en sus libros de El señor de los anillos. Hay lugares que se han cartografiado durante toda la historia y cualquier descripción de un lugar que nosotros leemos la estamos cartografiando con la mente de forma consciente o inconsciente. Cuando leemos el viaje de Gilgamesh, por irnos un poco al principio de los tiempos, leemos una narración de ese viaje que ya tiene un concepto cartográfico, o la navegación de Odiseo, la Odisea de Ulises más tarde, etc. Manejamos conceptos cartográficos desde el punto de vista literario desde siempre. Para mí era innegociable dedicar una parte del libro a la relación entre mapas y literatura porque es una cuestión que tendemos a aceptar, pero tampoco le damos tanta importancia.

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