Guerra de Ucrania

Alexéi Navalni, el opositor guasón e implacable que era inmune al miedo en Rusia

Su gran logro de Navalni en vida como opositor político consistió en romper barreras y techos de cristal infranqueables, hasta la eclosión de su figura, para la disidencia en Rusia

El líder de la oposición rusa Alekséi Navalni hace un gesto con el corazón durante una audiencia en Moscú el 3 de febrero de 2021 / EP

Marc Marginedas

En el documental que lleva por título 'Navalni', centrado en la figura del opositor fallecido, hay una escena que revela la personalidad y el modo en el que materializaba su activismo político el más implacable opositor que ha tenido Vladímir Vladimírovich Putin en el cuarto de siglo que lleva gobernando los destinos de la Federación Rusa. Flanqueado por Cristo Grozev, el periodista de investigación de la web 'The Insider', Alekséi Navalni apenas lograba contener un estallido de risa cuando consiguió, en una conversación-trampa a través del teléfono, que su interlocutor, Konstantin Kudriavtsev, un agente del Servicio Federal de Seguridad (FSB, exKGB) le confesara que le había colocado en los calzoncillos el veneno del grupo Novichok que casi le mató en el verano de 2020, cuando regresaba en avión de una gira electoral por Siberia. "¿En las costuras externas o internas?", inquierió el activista. "El interior, en la entrepierna", respondió inocentemente el espía, en paradero desconocido desde entonces.

La escena filmada dio la vuelta al mundo, propiciando infinidad de memes, chistes y caricaturas en la prensa. En una de ellas, incluso se podía ver a un agente del FSB lavando a mano ropa interior y quejándose de que cuando ingresó en el (supuestamente) cuerpo de élite de los servicios de inteligencia rusos, se le había prometido una vida muy diferente, repleta de aventuras y viajes, propia de un James Bond. Pero también había obtenido el efecto deseado, ya que quienes tramaron la broma lograron engañar a todo un agente del espionaje ruso, convenciéndole para que revelara, nada más y nada menos que a un desconocido y a través del teléfono, detalles de una operación ultrasecreta para asesinar al principal opositor de Rusia, poniendo de paso al descubierto la mediocridad imperante en las filas de los servicios de inteligencia y, por ende, de toda la élite que gobierna el país.

Desde las páginas de The Guardian, Simon Tisdall uno de los columnistas estrella, se preguntaba este viernes si esta faceta del carácter de Navalni, nacido en 1976 en Odintsovo, una ciudad dormitorio de la periferia de Moscú, había sido el desencadenante que acabó finalmente con la paciencia de sus captores. Máxime cuando en enero, tras un periodo de desaparición debido a un traslado carcelario, había vuelto a las andadas, mofándose de la sobrereacción de las autoridades rusas a una fiesta en Moscú a la que acudieron numerosas celebrities con la desnudez como único código de vestimenta, cuyos asistentes vieron como se iniciaba casos criminales e investigaciones fiscales contra ellos. "¿Tuviste tu también una fiesta? Seguro que tu también tuviste una fiesta como (Nastya) Ivleeva", (la influencer que convocó el acto, NDR), preguntó al representante de la colonia penal en el lejano norte durante una comparición por videoconferencia en una vista judicial.

Razones para el pitorreo

Dejando al margen la tragedia que supone para millones de personas la guerra actual en Ucrania y la implacable persecución de los opositores, lo cierto es que durante los últimos años, razones ha habido, y de sobras, para el pitorreo en la Rusia de Putin. En enero de 2021, recién regresado a Rusia tras la obligada convalenecia en Alemania por su envenenamiento, el equipo de Navalni difundió un vídeo sobre el denominado 'Palacio de Putin', un vasto complejo a orillas del mar Negro de 7.000 hectáreas, equivalente a 39 veces el principado de Mónaco, que albergaba en su interior que combinaba a partes iguales exquisiteces propia de la dinastía imoerial Romanov, como un pabellón de té, salas de lectura con molduras de estuco y águilas bicéfalas coronando puertas y verjas con entretenimientos más propios del hampa y las mafias, como una sala de narguile dotada de un pequeño escenario y una barra levadiza para realizar números femeninos. "El vídeo demuestra que el presidente no está mentalmente sano; está obsesionado con la riqueza", denunció entonces, hurgando en una herida de Putin, su pasado de privaciones, en un apartamento compartido komunalka, en el Leningrado de la postguerra, y lidiando con pandillas callejeras.

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Sorna aparte, el gran logro de Navalni en vida como opositor político consistió en romper barreras y techos de cristal infranqueables, hasta la eclosión de su figura, para la disidencia en Rusia, circunscrita hasta entonces a las clases intelectuales, herederos de la intelligentsyia soviética, en Moscú y San Petersburgo. La Fundación contra la Corrupción (FBK), la oenegé creada por él, había logrado implantarse prácticamente en todas las regiones de la Federación Rusa gracias a las nuevas tecnologías, llevando a todos los rincones del vasto país la denuncia contra la oligarquía y la corrupción regional y estatal, y el mensaje que una alternativa al actual estado de cosas existe y es posible. El evidente respeto e inquietud que generaba su figura entre las autoridades del país se refleja en las duras condiciones de su encarcelamiento, donde sufría desde privaciones de sueño hasta falta de atención médica adecuada, presentando un aspecto físico cada vez más desmejorado en cada aparición pública.

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