DIPLOMACIA

Producir cerca de casa: ‘nearshoring’ para rebajar el conflicto diplomático con Marruecos y Argelia

Tanto la estrategia de política exterior española como la de la UE piden producir más cerca

Los atascos en las cadenas logísticas y la pandemia apuntan a un auge de la industria cercana

ÁNGER (MARRUECOS), 16/11/2017. El puerto marroquí de Tanger Med, primero de África y cuarto del Mediterráneo en volumen de tráfico,  / EFE/Mohamed Siali

La diplomacia española se ve sometida a enormes tensiones cíclicas con los vecinos del Magreb. Busca desde hace décadas una solución a largo plazo. Una tecla que permita desinflamar de forma permanente la zona, clave en los intereses geoestratégicos y económicos españoles. 

Si durante los ochenta empezó a gestarse la idea del “colchón de intereses” (el aumento de inversiones para crear lazos que amortiguaran posibles enfados), ahora se habla del ‘nearshoring’ [costas cercanas]: un término opuesto al ‘offshoring’, la deslocalización que lleva décadas produciéndose hacia China y que se ha demostrado un riesgo geoeconómico con la pandemia, con el “gran atasco” de las cadenas logísticas y con los embudos en puertos como el de Shanghái. 

Con el ‘nearshoring’ se trata de producir cerca. En el caso de Marruecos o Argelia, de ayudar a que se conviertan en centros industriales de productos para vender en Europa, sustituyendo al país asiático. Del 'made in China' al 'hecho en Marruecos' o Argelia. Acortar las cadenas de valor y acercarlas, a un modo similar al que México produce coches para Estados Unidos. Aproximar esa producción es parte de lo que se pide la estrategia de política exterior 2021-2024 española y de la Unión Europea.

“El ‘nearshoring’ reduce la vulnerabilidad que ha puesto de manifiesto la pandemia por la dependencia de los países europeos de cadenas de valor larguísimas de países tan lejanos como China”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Irene Fernández-Molina, doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter (Reino Unido). “Es positivo también desde el punto de vista de la reindustrialización tanto de la UE como de su vecindario más cercano. Además puede permitir aumentar la cooperación y los intereses mutuos entre España y los países del Magreb”. 

La proximidad geográfica es, a menudo, un factor de choque geopolítico. Pero también es una beneficio propio. “Hay que empezar a generar agendas positivas. A España se le ha abierto una oportunidad con sus vecinos magrebíes en medio de la discusión global para acortar las cadenas de valor [las rutas comerciales]”, dice Eduard Soler, investigador sénior de CIDOB. En un artículo titulado España y el Magreb: vecindad, ‘nearshoring’ y post pandemia, apunta a la importancia que han dado a la relocalización industrial a costas cercanas tanto España como la UE.

Una idea similar consta en la Estrategia de Acción Exterior 2021-2024 de nuestro país. “La acción exterior española analizará las oportunidades que se presentan por la nueva configuración de las cadenas globales de valor y la redefinición de la política comercial e industrial de la Unión Europea”, reza el documento. “España tiene ante sí la oportunidad de ampliar su presencia en la Vecindad Sur, convirtiéndose en un hub de inversión y comercio con esta región”, continúa. 

Y hay dinero para ello en el Fondo de Recuperación Europeo, que financia proyectos para mejorar la conectividad con su frontera sur de producción. La Comisión Europea apunta directamente a los países del Magreb, en particular para los suministros sanitarios, que se vieron muy afectados durante la pandemia y expusieron las “vulnerabilidades” de la Unión por depender fuertemente de China como fábrica de todo. Esto “redundará positivamente en cuestiones como seguridad o migración”, se añade desde la Comisión.

Desinflamar primero 

El problema es que la situación ahora no es favorable. A un empresario español le pueden surgir muchas dudas a la hora de planificar una planta de producción en Marruecos o, por supuesto, Argelia. Necesitan estabilidad y garantías. Es, como siempre, una decisión donde el riesgo y el beneficio tienen que ser computados en medio de una situación de alta inestabilidad geopolítica.

Estos días ha habido un claro ejemplo de cómo de delicada es la situación. Marruecos ha albergado un foro económico con empresarios españoles para fomentar las inversiones. El problema ha sido en la ciudad saharaui de Dajla, antigua Villa Cisneros, en plena región controlada por Rabat en lo que era el Sáhara Occidental. Han sido invitados hasta un centenar de empresarios españoles, según los organizadores. Durante el evento se han presentado oportunidades de negocios en esta región en disputa. Argelia y el Frente Polisario han puesto el grito en el cielo. Todo, en un contexto en el que España ha dado su apoyo recientemente al plan autonomista de Marruecos para esa región, que el Frente Polisario reclama como suya. Naciones Unidas aboga por una solución que “prevea la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental”.

“Está por ver cuánto ayuda la presunta reconciliación con Marruecos en marcha y si la idea del ‘nearshoring’ se convierte en un componente más de la estrategia de reconciliación”, opina Eduard Soler para este diario. Es ahí, en Marruecos, donde es más fácilmente aplicable, porque ya hay muchos lazos económicos, sobre todo entre el norte del país magrebí y Andalucía. “Es una idea interesante y sugerente. Pero en la situación actual de tensión política, los empresarios sienten que la tensión entre gobiernos puede interferir en sus planes y modelo de implantación, y probablemente se lo piensen dos veces”, añade. Sin desinflamar el Magreb, los empresarios pueden preferir ir a otros países de Europa oriental o Turquía.

Con Argelia la idea de rebajar los conflictos a base de relaciones industriales es más complicada. De hecho, el propio comercio bilateral ha sido usado como arma diplomática por Argel, que ha congelado las cuentas que se usan para hacer los pagos de las exportaciones al país norteafricano como protesta por el apoyo de Pedro Sánchez al plan autonomista de Marruecos para el Sáhara. 

Los analistas creen que, en el medio plazo, si se desinflama la tensión, el ‘nearshoring’ puede ser una gran oportunidad para evitar conflictos diplomáticos duros. De hecho, es la lógica que está detrás de la antigua estrategia española de política exterior hacia el Magreb conocida como “colchón de intereses”: uno que amortiguara los choques de intereses y rebajara el tono de los conflictos históricos, ya fuera el Sáhara, Ceuta y Melilla, la inmigración irregular, etc. 

Acuñado en los primeros años de la democracia, el “colchón de intereses” vio su cénit en 1991, cuando el deseo de intensificar las relaciones bilaterales con Marruecos concluyó en la firma del Tratado de Amistad, Cooperación y Buena Vecindad. Luego se adoptaría con Túnez (1995), Argelia (2002) y Mauritania (2008). Es el tratado que suspendió Argel unilateralmente tras la intervención de Pedro Sánchez en el Congreso explicando su acercamiento a Marruecos.

 “A lo mejor la presencia de este colchón, por mermado que esté, ha amortiguado la crisis”, opina Soler sobre los lazos históricos comerciales entre España y sus vecinos del sur. “Sin este colchón y sin estas relaciones empresariales, la situación sería mucho peor”. Y por eso probablemente es tan mala entre Marruecos y Argelia, siempre al borde del conflicto total y enfrentados a cara de perro, entre otras muchas razones porque no existe colchón alguno de intereses en el ámbito económico.

“Al menos en lo que se refiere a la relación España-Marruecos, el ‘nearshoring’ es una palabra nueva para referirse a un fenómeno que no se ha inventado ahora, porque ha habido empresas españolas, medianas sobre todo, que han deslocalizado producción a Marruecos buscando los costes de mano de obra más baratos desde hace décadas”, argumenta Fernández-Molina. Por ejemplo, en el sector textil.

Y ojo, porque el impacto sobre el tejido industrial, productivo y en el mercado laboral español puede ser negativo, apunta. Y, en muchos casos también, en Marruecos, porque el tipo de empleo que se crea es de muy baja calidad o, incluso, en economía sumergida. No repercute todo lo que debiera en el desarrollo económico e industrial de determinadas regiones. 

Marruecos tiene más opciones

Marruecos es el socio de España con más posibilidades de beneficiarse de esta estrategia de acortamiento de las cadenas de valor. Está en el lugar 53 del ranking de países con los que es factible y rentable hacer negocios, el Doing Business. Argelia ocupa el 157. 

Lo mismo pasa con la tasa de apertura comercial, el porcentaje que suponen los flujos de comercio exterior. Mientras que en Marruecos es del 64%, en Argelia cae hasta el 35%. 

El comercio entre Marruecos y España se acercó a los 14.000 millones de euros en 2021, según muy por encima de los 4.500 millones aproximados con Argelia. 

Tareas de España, la UE, Marruecos y Argelia

Según Eduard Soler, hay varios pasos que dar antes de conseguir la creación de un auténtico hub industrial con esa zona del Norte de África:


España debería empezar a hablar, a nivel gubernamental, de aumentar la inversión en las infraestructuras que conectan los puertos españoles (especialmente Algeciras, Valencia y Barcelona, pero también Alicante, Tarragona, Cartagena o Málaga) con las redes logísticas del Norte de África y de Europa. 


Se debería también explorar la especialización geográfica. La inversión en el Campo de Gibraltar, por ejemplo, se puede enfocar a la cooperación industrial ya existente a ambos lados del estrecho. 


Se pueden desarrollar estrategias para sectores clave como el del automóvil o las industrias farmacéuticas, especialmente con Túnez. 


La Unión Europea, por su parte, debería insistir en la armonización para reducir las barreras no arancelarias y levantar las suspicacias sobre las Áreas de Libre Comercio conocidas como DCFTA. Luego, lanzar proyectos piloto a ambos lados del Mediterráneo. Integrar, también, al Magreb dentro del nuevo compromiso europeo con África. 


Las tareas para los países del Magreb serían amplias y costosas políticamente. Los gobiernos y las empresas tienen que estar convencidas de esta estrategia conjunta. Se necesitan reformas administrativas y legales para atraer a la inversión, ya que compiten con Turquía, Egipto y Europa del Este. Y, por supuesto, hay que rebajar la tensión diplomática.