GUERRA UCRANIA

Lviv recupera el pulso perdido con la invasión rusa

  • Las avenidas centrales de la ciudad aparecen ahora repletas de paseantes, músicos o puestos callejeros de café

  • Los ciudadanos dan muestras de haber superado el 'shock' inicial del ataque y haberse acostumbrado al conflicto

Un grupo de niños juega frente un edificio golpeado por las bombas, en Lviv.

Como la noche y el día. O como el blanco y el negro. Lviv, la ciudad más importante de la Ucrania occidental y centro urbano de referencia del nacionalismo ucraniano, ha recuperado el pulso cotidiano perdido a finales de febrero pasado, nada más iniciarse la invasión de Rusia. Aquella localidad oscura, militarizada, poblada por ciudadanos huidizos que se afanaban en hacer sus compras antes del toque de queda y esperaban pacientemente en largas colas ante los cajeros automáticos para retirar la cantidad diaria permitida en efectivo, se ha transformado en una población luminosa, alegre, repleta de vida y donde hasta da gusto pasear.

Vendedores de globos, pintores ocasionales de lápiz y carbón, individuos jugando al ajedrez o a las damas en los bancos laterales, terrazas y cafés repletos, tiendas de souvenirs y hasta orquestas callejeras formadas por jóvenes músicos pueblan en estos días la avenida de la Libertad, la céntrica rambla que une el monumental Teatro de la Ópera y el Ballet con el monumento a Taras Sevchenko, la más celebrada figura de las letras ucranianas.

En uno de los extremos de la arteria, tres músicos interpretan despreocupadamente una particular versión de Shum (ruido en castellano) la canción del grupo Go_A que representó al país y quedó quinta en el festival de Eurovisión del pasado año, un éxito que aspiran a superar este año con el tema Stephania, de la banda folk rap Orchesta Kalush, de hecho el gran favorito para vencer dentro de una semana y media en las listas de apuestas.

En Lviv, durante las horas centrales del día, nadie diría que estamos en una ciudad en guerra, o en un país cuyo Gobierno afronta probablemente uno de los ejércitos sobre el papel más poderosos y mejor pertrechados del mundo. Los bombardeos rusos se suceden, a veces con cuentagotas, a veces con mayor intensidad, pero no parecen hacer mella en una población que siente que el grueso de las hostilidades se desarrolla muy lejos. El estricto toque de queda del invierno, vigente entonces desde primera hora de la noche, se ha aplazado a las 23.00 horas.

Un grupo de personas duerme en un sótano bajo la Universidad de Lviv tras un bombardeo.

/ DPA vía Europa Press

Superar el 'shock' inicial

"La gente ha superado el shock inicial tras el ataque y se ha acostumbrado a la nueva situación de guerra", valora Andréi Magin, de 50 años y propietario de un céntrico hotel boutique. Pese a que el día anterior un bombardeo coordinado contra plantas de agua y electricidad provocó momentáneos cortes de luz y de internet, admite que se ve "más gente por la calle". Los ciudadanos saben que si se respetan las reglas dictadas por la protección civil, las posibilidades de ser alcanzado por un bombardeo equivalen a las de un accidente de tráfico", apunta.

Taras Mussii, de 17 años, ultima el montaje de la batería para la que será, según sus palabras, su primera interpretación musical al aire libre. "Quiero ser músico; tocamos jazz y rock", comenta. Acepta que la situación "es más relajada" que en febrero, un hecho que atribuye a la relativa estabilización del frente bélico, en contraposición con el caos y la incertidumbre de las primeras horas del ataque.

"La gente sabe lo que puede pasar, y sobre todo que los rusos no van a llegar hasta aquí", enumera. Ha aprendido, además, a gestionar con inteligencia las alertas aéreas. "Cuando el sonido de la sirena es largo, sé que será un ataque importante, y me escondo en el refugio; cuando el sonido de la sirena es corto, no suelo interrumpir lo que estoy haciendo en ese momento", explica.

Para Oleksei Kuse, de 25 años y al frente de un puesto de café, no existe comparación posible entre entonces y ahora. Durante el invierno, trabajaba solo "ocho horas" al día, una jornada laboral que desde el inicio de la primavera se ha incrementado casi un tercio. "Ahora vendemos durante 13 horas y hay mucha más gente en la calle", constata. Sobre el futuro, eso sí, nadie quiere hacer cábalas. "Es posible que recuperemos el territorio que hemos perdido", aventura el músico Mussi, sin mostrar una gran convicción. Sobre el futuro, nadie se atreve a hacer pronósticos. "Creo que nuestro Ejército retomará el territorio perdido", asegura el músico Mussi, sin mostrar gran convicción.