MUJERES EN POLÍTICA

Política desde el cuerpo y el código postal: cuando el feminismo humaniza al poder

La rigidez, el encorsetamiento y la inhibición se imponen a la hora de participar en política, sobre todo para las mujeres

La secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez, comparece ante los medios de comunicación después de la celebración de una Conferencia Sectorial de Igualdad en el Senado. / EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Prohibido bailar, prohibido sentir, prohibido equivocarse, prohibido mostrar quién eres. La rigidez, el encorsetamiento y la inhibición se imponen a la hora de participar en política, sobre todo para las mujeres. ¿Pero qué sentido tiene ocultar a la persona y aparecer como una suerte de autómata cuando se gestiona el poder? ¿Es posible humanizar la política sin perder legitimidad y autoridad? ¿Son las mujeres quienes deben acometer este cambio?

El acoso y cuestionamiento sufrido por la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, tras la publicación de unos vídeos privados en los que aparecía bailando con sus amigos exige una profunda reflexión sobre cómo las estructuras de poder político imponen una disociación entre la persona y el cargo, sobre la exigencia de cumplir con un férreo modelo de comportamiento sin margen para la espontaneidad o la diferencia. "Soy humana. Y también yo echo de menos a veces la alegría, la luz y la diversión", dijo Marin para defenderse. Como si la humanidad tuviera que ser disculpada en política, como si la alegría fuera incompatible con el poder.

"Es supernecesaria otra forma de hacer política. El feminismo ha traído a la política muchas prácticas positivas: haces la política desde el cuerpo, desde la clase y desde el código postal. Es muy relevante porque eso te hace conectar muchísimo mejor con la ciudadanía que representas. A mí no se me olvida que soy de un pueblo, que procedo de familia humilde, que soy gorda, que tengo una manera de hablar y unos códigos determinados que me han hecho llegar a la política", explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA la secretaria de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez.

En su ejercicio político, Rodríguez no tiene reparos a la hora de recurrir a experiencias vitales para explicar cuestiones que son objeto de políticas públicas como el derecho a la salud menstrual, la lucha contra la violencia machista o el respeto al colectivo LGTBI. De su boca hemos escuchado que ha sido víctima de violencia sexual o lo incapacitante que son las reglas dolorosas.

Un alto precio

Son pocos los ejemplos de políticas que se atreven a compartir este tipo de testimonios en España. El precio que pagan las mujeres por ocupar puestos de poder es demasiado alto: un cuestionamiento constante, críticas, acoso y violencia política. Mostrar a la persona da alas a los enemigos políticos y a los acosadores machistas para atacarlas.

"Creo que si no utilizan esos elementos personales, utilizarán otros. Hay mujeres feministas que no quieren hablar de sus vidas personales y también encuentran motivos para acosarlas, discriminarlas e insultarlas. Nos lo hacen no por lo que contamos, sino porque hacemos política siendo mujeres, es violencia política. Estoy convencida de que las historias que cada una vivimos tienen un poder de transformación extraordinario. Hablar de la experiencia con la salud menstrual es más poderoso que hablar de políticas públicas porque las mujeres conectan. Esa suma de 'a mí también me ha pasado' logra cambios", incide la secretaria de Estado.

Su predecesora en el cargo y profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca, Soledad Murillo, denuncia que las mujeres en política no gozan de igualdad de trato y consideración que los varones y que las reglas internas de la política les imponen "un molde absolutamente de hierro".

La profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca y exsecretaria de Estado de Igualdad, Soledad Murillo.

/ EFE/Chema Moya

Legitimidad prestada

"Si no bailas, te llamarán monja. Si quieren cuestionar tu autoridad política, buscarán cualquier aspecto singular tuyo que pudiera restarte legitimidad. Acuérdate de Rita Barberá: que si vive sola, que si no está con nadie, que si bebe mucho...", sostiene Murillo, quien lamenta que los partidos y sus cargos orgánicos suelen dejar solas a las políticas cuando se comportan de una manera distinta a lo aceptado como ortodoxo. En ese sentido, se pregunta dónde estaban los dirigentes políticos mundiales bailando en apoyo a Marin, sólo mostraron su respaldo políticas.

"Hay que llamar a las cosas por su nombre: carecemos de poder. Los varones funcionan en base al tráfico de favores, 'tú colocas a este y yo a ese'. Las mujeres son pactadas, no pactan cargos", denuncia. Como no tienen poder, pagan "un alto precio".

La profesora de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos Laura Nuño matiza que las mujeres en el poder tienen menos autoridad, porque éste se ha construido sobre lo masculino, y una legitimidad prestada por el patriarcado, provisional y que está "a prueba constantemente".

Nuño cita a la política y abogada argentina Florentina Gómez Miranda para incidir en la relevancia de normalizar la presencia de las mujeres en el poder: "si una mujer entra a la política, cambia la mujer. Si muchas mujeres entran en política, cambia la política". Pero insiste en que hay que huir de posiciones que "esencialicen".

"Hacen falta formas alternativas de hacer política, que es lo público de todo y en última instancia regula el orden social y las relaciones sociales. (...) Si nuestro proyecto de humanizar la política, como transformación, consiste en que no tiene que haber hombres, tenemos un problema con cómo hemos construido la masculinidad. Eso significa decir que los hombres no están humanizados o no son capaces de humanizar las instituciones", reflexiona la profesora universitaria.

"Es inadmisible que lo que regula el orden social y las relaciones humanas no esté humanizado. Hay que pedírselo a ellos y a ellas. Dar por hecho que las mujeres cuando lleguen a la política, algo que tienen más difícil, tienen que humanizarlas es pedirles un plus", añade Nuño.

La diputada de UP Isabel Franco interviene en el Pleno del Congreso de los Diputados.

/ EFE/Fernando Alvarado

El poder transformador de la verdad

Cuando la diputada Isabel Franco (UP) contó en sede parlamentaria que había sido víctima de violencia machista entró en shock. No lo había preparado, fue algo espontáneo, ni siquiera lo había hablado con su familia. El impacto que la revelación tuvo en ella también fue inesperado. Comenzó a ir a terapia y a poner palabras al sufrimiento y recibió muchísimo apoyo de sus compañeras, tanto las de ideología afín como de las adversarias políticas.

"Yo hoy voy a decir, porque creo que hay que decirlo sin tapujos, que yo también he sufrido violencia machista (...). Creo que es algo importante que empecemos a decirlo claramente, a vencer ese miedo, ese silencio, esa vergüenza. Mi familia no lo sabe, pero yo lo sufrí, igual que muchas otras mujeres lo han sufrido y esto hay que normalizarlo y empezarlo a decir porque es el primar paso para poder salir de ello", dijo la diputada en el Congreso.

"Decirlo públicamente puede generar efectos positivos. Las mujeres tenemos que salir de ese lugar de silencio, miedo y vergüenza, un lugar muy complicado. (...) Las mujeres hemos vivido situaciones distintas a los hombres por los roles de género socialmente creados y nosotras también tenemos que marcar nuestra posición y contar lo que hemos sufrido, lo que nos ha pasado, bueno y malo, y generar una memoria colectiva que nos permita no solamente avanzar sino ir curando esas heridas personales y sociales que hemos vivido a lo largo de la historia", subraya Franco.

La secretaria de Estado de Igualdad destaca que la verdad es un "elemento transformador muy potente" que ayuda a que la ciudadanía conecte con la política, si bien los políticos tienden a ocultarla por miedo a cómo es recibida.

Si no puedo bailar, no es mi revolución

"Aquel 'si no puedo bailar, no es mi revolución' lo llevo a la política. ¿Qué clase de gente me representa cuando dicen que no bailan, que no cometen errores, que no se divierten, que no aman...? La representación política ha estado en crisis en este país muchas veces porque los representantes políticos se separan de la gente. Muchas veces fingimos que somos una cosa que no somos en realidad por mantener una serie de privilegios, pero como hemos venido a decir que la clase política no puede tener privilegios, es sensato dejar de fingir y comportarnos como somos en política", señala Rodríguez.

Cuando ella misma compartió ante la Comisión de Igualdad que había sido víctima de violencia sexual explicó la relevancia de que el Estado acompañe a las víctimas a reparar su dolor y a poder superar la experiencia traumática para recuperar la felicidad, el deseo y el placer. "Yo he sufrido violencia sexual, entonces tengo muchos momentos en los que mi vida es una mierda. Y quiero que lo recuerde. Este dolor no se va y la única manera para que se repare ese dolor es la ayuda del Estado. (...) El feminismo a mujeres como a mí nos salva la vida", dijo entonces a una diputada de la extrema derecha que negaba la violencia machista.

Soledad Murillo incide en que se trata de utilizar un ejemplo personal para hablar de un tema de Estado. Y recuerda también a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hablando de sus experiencias sexuales como forma de reflexionar sobre el riesgo de regresión de los derechos humanos.

Es una práctica histórica del feminismo. En los años 70, en Francia, personalidades como Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Catherine Deneuve o Agnès Varda firmaron el manifiesto "yo he abortado", para exigir la legalización del aborto. Lo personal es político.

Las condiciones de tu existencia determinan quién eres en lo político, resume Nuño, quien lee el hecho de compartir experiencias personales en política como una forma de visibilizar la extensión y la prevalencia de discriminaciones y violencias que padecen las mujeres.

Redes de mujeres

Tras contar que es superviviente de violencia de género, Isabel Franco recibió el calor y agradecimiento de muchas compañeras diputadas, algunas de las cuales compartieron con ella que también habían sido víctimas.

"Coincidían conmigo en la necesidad de hablarlo. Me dio la sensación de que no sólo me estaban apoyando a mí, sino a ellas mismas. Se había creado una especie de lugar colectivo en el que coincidimos las mujeres, que cuando nos miramos sabemos lo que nos pasa y eso nos ayuda a superar situaciones, liberarnos y empezar a hablar de ello poco a poco, con más naturalidad", detalla la parlamentaria.

Para Murillo, es indispensable "buscar un pacto político entre mujeres" para ganar poder en las organizaciones y así salvaguardar la falta de legitimidad permanente que sufren.

"Estamos pagando muy caro el que no haya un pacto entre mujeres a pesar de las discrepancias políticas con respecto a cómo nos movemos en los aparatos políticos de los partidos. En ese pacto, una de las cuestiones fundamentales es tener absolutamente controlada la crítica personal", detalla.

"Me parece legítimo cuestionar las ideas políticas de un compañero o una compañera, pero bajo ningún concepto su persona, sus relaciones personales y afectivas, su forma de ser y de estar porque entonces estoy contribuyendo a esa parte denostada de la política que lo privado no es pertinente para ejercer una política seria. El ámbito de las ideas es abstracto y se puede cuestionar, es público. Si voy a calificar a la persona estoy entrando en un juego de agresión, no de restarle legitimidad política. Quién es mi adversario, con quién está, cómo viste o cómo se divierte es un asunto privado", opina.

Tanto Murillo como Rodríguez abundan en la necesidad que las políticas se cuestionen, una vez en el poder, acerca de cómo se comportan dentro de la organización, sobre la propia organización y sobre las diferencias con ella.

"Creo que siendo mujer no te puedes permitir participar del poder sin plantearte si lo puedes cambiar, pues por definición ha sido siempre masculino y machista. Cuando eres feminista y participas del poder, te preguntas si exige comportarse de una sola manera. ¿Los valores éticos, estéticos, las maneras de gestionar, las discrepancias y los conflictos son sólo de una manera? Sabemos que no. En realidad, es disputarle el poder a los machistas, es una cuestión de democratizar el poder", enfatiza Rodríguez.

Es necesario una política más humana y auténtica, que se acerque a la ciudadanía desde otras lógicas, con otros intereses. Desde el respeto, por supuesto.

"Las agendas políticas son valoradas en la medida que reflejan las preocupaciones que tenemos los demás", asegura Murillo. Franco coge el guante: "Vamos a vivir todos mejor en sociedad haciendo una política que humanice porque hacemos política, en gran medida, para los seres humanos, que tenemos sentimientos, vivencias duras y alegres. Eso nos forma como personas y tiene que estar en política. (...) Y no es sólo una cuestión de mujeres, los hombres también están interpelados a cambiar su lógica".