ANUARIO DEL DEPORTE (JULIO)

'Stop inventing', porque Sainz ganó en la Fórmula 1 y Vingegaard el Tour

  • El piloto español de Ferrari se impuso a todo y a todos en su primer triunfo en la F1, logrado en Silverstone y después de oponerse a las órdenes de un equipo en el que se ha reinventado

  • El danés Jonas Vingegaard derrumbó en la ronda gala al gran favorito, Tadej Pogacar, ganador de las dos anteriores ediciones, tras acuchillarle en el Granon y rematarlo en el Hautacam

Carlos Sainz celebra encima de su Ferrari el triunfo logrado en el GP de Gran Bretaña 2022. / BEN STANSALL / AFP

Subido en su Ferrari en el circuito de Silverstone, Carlos Sainz explotó. Elevó las manos al cielo y se despegó, si todavía no lo había hecho, la etiqueta de ‘junior’. La leyenda del 'Matador' será imborrable, pero el hijo hace tiempo que escribe su propia historia. En el GP de Gran Bretaña coronó una carrera de fondo que no ha sido fácil. 

Dejó una réplica para la historia, el ‘Stop inventing’ con el que se rebeló frente a la estrategia disparatada de su equipo. Una lección de madurez que le permitió ocupar el puesto más alto del podio. Su segundo año en la Scuderia le ha obligado paradójicamente a la reinvención para adaptarse al monoplaza. Una transformación exitosa que culminó con el primer triunfo en la F1, a lo que hay que sumar tres poles. Así fue quinto en el mundial de pilotos y contribuyó al subcampeonato de Ferrari en constructores.

UN CARA A CARA INTERNO

La de Silverstone no fue ni siquiera la mejor carrera del piloto en los 150 Grandes Premios en los que había participado hasta esa fecha. Pero la suerte, necesaria en la aleatoriedad del 'Gran Circo', estuvo a su lado, enterrando los días de las tentativas cercanas. Como en el GP de Italia 2020 en Monza, donde no pudo plasmar con un primer puesto la superioridad frente a sus rivales. Rozó la primera victoria también este año en Mónaco y Canadá.

En el trazado británico, Sainz se vio superado en una primera salida por Red Bull, que, con el neumático blando, lanzó a Verstappen a la cabeza de la carrera. Este inicio quedó abortado por el accidente multitudinario que dejó fuera de juego a Guanyu Zhou (el primer piloto chino de la competición), Alex Albon y George Russell. Bandera roja y vuelta a empezar.

En la segunda arrancada, el español conservó la posición. Sin embargo, un error provocó el zarpazo de Max, 'campeonísimo' e intratable en casi todas las realidades disponibles. Pero el destino se alió con el de Ferrari. El neerlandés golpeó un objeto que le rasgó el fondo del coche. La carrera estaba escrita para Sainz, aunque la firma definitiva dependía de él.

La partida se convirtió en un cara a cara con su compañero Leclerc y con su propio equipo. La radio de esa carrera fue un completo podcast. A Sainz le pidieron aumentar el ritmo y acabó gritando. El monegasco era más rápido. Las opciones de triunfo parecían esfumarse, pero si por algo se ha caracterizado la F1 en los últimos tiempos es por los giros de guión. Bien naturales o provocados.

VICTORIAS QUE MARCAN DIFERENCIAS

Entonces se rompió Ocon, el compañero y adversario de Fernando Alonso en Alpine. Una duplicidad llevada al extremo en varios equipos que, en el caso del asturiano terminó con su salida de la escudería francesa rumbo a Aston Martin tras finalizar 9º en el Mundial, con 81 puntos.  El cavallino se volvió bicéfalo en Silverstone. El equipo mantuvo en pista a Leclerc con neumático duro y paró a Sainz para ponerle goma blanda. Cuando los rivales directos optaron por este último compuesto, Ferrari fue consciente de su error.

Ahí se produjo una conversación de radio entre Carlos y su escudería que quedará para la historia. La Scuderia le pidió en la resalida dejar diez coches entre él y el monegasco, algo que consideró un despropósito. No se reprimió y lanzó un ‘Stop inventing’ mortal de necesidad. Harto y dispuesto a que nada ni nadie frustrase su victoria.

Sainz rompió la frontera básica de la F1 y ya está en el lado de los pilotos que han ganado. Atrás quedaron los tiempos en los que se le preveía un futuro como sparring. Se desembarazó de las previsiones, escaló por McLaren y Renault para terminar en Ferrari, que le concedía la matrícula para ganar. Pero al final sucedió como en los grandes hitos del automovilismo, la carrera eligió al piloto. En Silverstone, el circuito donde Alonso ganó dos veces. Dos biografías condenadas a encontrarse en algún momento en una competición que sumó al español número 21: Álex Palou, campeón de la IndyCar, y que corrió los Libres del GP de EEUU.

VINGEGAARD Y JUMBO, DUO VITAL

Julio fue un mes maravilloso para los amantes del ciclismo, que vivieron un Tour para el recuerdo gracias al duelo agitado entre Tadej Pogacar (UAE Team Emirates) y Jonas Vingegaard (Jumbo-Visma). El danés obligó a reescribir el presente de la ronda gala, pensada para el esloveno, al que hizo abdicar en los Alpes y remató en los Pirineos. Justo en las montañas a las que se iba de vacaciones en caravana con sus padres, cuando soñaba con estar dando pedal en la carretera.

Vingegaard no estuvo solo, al revés, el Jumbo demostró sobre las rampas del Galibier que el ciclismo no es un deporte individual. Roglic fue clave, abriendo el camino a su joven delfín y provocando el desfallecimiento de un Pogacar que había bailado sobre el pavé. La superficie en la que su rival tuvo problemas con su bicicleta al bloqueársele la cadena. El compatriota de Tadej abandonó en la etapa 15 de la 'Grand Boucle' e a causa de las heridas provocadas por una caída.

Otro aliado de Vingegaard fue Wout van Aert, quien amarró a su líder para hacerle perder lo mínimo posible frente a un gigante Pogacar que durante los diez primeros días pensaba solamente qué día escogería para dar el golpe definitivo. Lo acabó recibiendo él, aunque nadie se fio del todo hasta el final.

Incluso cuando se quedó aislado tras perder a Majka, su fiel gregario. Con el cuchillo entre los dientes, Vingegaard ejecutó a Pogacar en los últimos cinco kilómetros del Granon y sentenció el Tour en el Hautacam. Le hizo claudicar tras soportar una batería de ataques, el asedio continuado que ha escamado la personalidad del danés. Compleja y esquiva. Un crío nervioso que se convirtió en un adolescente inquieto y ha terminado por ser un adulto esquivo que se prodiga lo justo. 

Tras la marcha triunfal en los Campos Elíseos, Vingegaard se esfumó. Lo hizo después de sentir ahogo en los baños de multitudes con los que le recibieron en Dinamarca. Sensación de “bombardeo y locura”, peor que la de resistir encima de la bici. Durante tres semanas, el ganador se esfumó de la vida pública, liberándose de una presión que le ha perseguido desde pequeño.

Ya está listo para 2023, donde Pogacar y Eslovenia vuelven a emerger como los tótems a derribar. Jai Hindley defiende victoria en el Giro mientras que en La Vuelta lo hará Remco Evenepoel, quien también se impuso en el Campeonato Mundial de Ciclismo en Ruta. Para el ciclismo español, la máxima es no volver a caer en una sequía tan larga como la que rompió Marc Soler en agosto, de 668 días y 121 etapas.